El candidato de la derecha, José Antonio Kast, se impuso este domingo con un 27,91% de los votos en la primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas. Kast se jugará la presidencia el 19 de diciembre en la segunda vuelta ante el aspirante de la izquierda, Gabriel Boric, que fue el segundo más votado con un 25,82%.
La victoria parcial de Kast ha sido recibida con la habitual lluvia de epítetos con que los grandes medios internacionales desacreditan a todos los políticos que no aceptan los dogmas de izquierda. "De extrema derecha", "ultraconservador", "nostálgico de Pinochet" y "discípulo de Trump y Bolsonaro" son algunas de las expresiones con las que, en piezas supuestamente informativas, en las que no deberían caber los juicios de valor, se han referido al candidato Kast.
El tratamiento negativo que se ha dado a Kast contrasta, en primer lugar, con la cobertura mucho más amable que ha recibido su rival. Gabriel Boric es candidato de un Frente Amplio que incluye al Partido Comunista y reivindica todos los ismos que le han servido a la izquierda para forzar, a base de violencia en las calles y según el modelo que propugna el filochavismo en toda Hispanoamérica, una Asamblea Constituyente con la que desmantelar la democracia liberal que tanto éxito ha tenido en Chile. Pese a ello, es casi imposible encontrar un gran medio que hable de Boric en términos comparables a los que se aplican a Kast.
Pero vayamos más allá del agravio comparativo. ¿Es de verdad Kast el extremista peligroso que presenta la prensa? El manifiesto programático de su Partido Republicano gravita en torno a principios de la tradición liberal-conservadora como la propiedad, la libertad económica, los impuestos reducidos y el ahorro, el reforzamiento de las instituciones, la seguridad en las calles y el control de las fronteras. El documento incluye asimismo temas propios de la situación política contemporánea, como el compromiso de combatir la intervención del Estado en la educación ideológica, sentimental y afectiva de los niños y una reivindicación de la identidad nacional chilena que abraza el legado de los "conquistadores" españoles y "asume la herencia del mundo cristiano occidental mestizo".
Ninguna de estas ideas condena a Kast a la etiqueta de ultra, ni justifica asociarle con la dictadura de Pinochet. El uso de los términos abusivos y rimbombantes que, una vez más, se aplican a un candidato democrático de derecha no hace más que desvirtuar el debate y erosionar el crédito ya menguante de los medios y de los periodistas que trabajan en ellos.
Que las presidenciales chilenas hayan coincidido en el tiempo con la farsa de las elecciones locales y regionales en Venezuela ofrece otra perspectiva comparativa de la que la prensa sale aún peor parada que de la explorada más arriba entre cómo se informa sobre Kast y sobre Boric. Mientras que el demócrata Kast merece el epíteto descalificador de "extremista de derecha", a Maduro se le llama "presidente" sin la menor mención a la naturaleza totalitaria del régimen que ha impuesto sobre los venezolanos mediante detenciones arbitrarias, tortura, asesinatos políticos y otras formas de terrorismo de Estado.
Quienes tachan de "ultranacionalista" a Viktor Orbán, llaman a Vox "partido de extrema derecha" y califican a Kast de "ultra", al tiempo que sí respetan su juramento hipocrático de neutralidad al escribir "presidente" y "Gobierno" para referirse a sátrapas y regímenes criminales como los de Venezuela, Cuba o Irán, no merecen ningún respeto intelectual y están contribuyendo a la degradación de la profesión periodística.