¿En qué piensa Rajoy? Si me disculpan el chiste fácil, estaría por responder que su cabeza la ocupa el ciclismo, ahora que estamos en plena Vuelta a España. Pero el caso es que, tomada seriamente, es una buena pregunta. ¿Qué piensa hacer el líder del PP? ¿Por qué va a hacer determinadas cosas?
Por lo visto, la estrategia del partido se centra en la cuestión económica. La crisis va a acabar con Zapatero y eso conlleva no tensar la cuerda en otros asuntos. Además, se hace el cálculo de que aquellos que ahora critican a Rajoy van a acabar votándole ante la posibilidad de desalojar al zapaterismo del poder. Un cálculo arriesgado, a mí modo de ver, por varios motivos.
Primero, que el partido ha externalizado el servicio de estrategia y planificación electoral en el marido de doña Celia Villalobos, una persona con más fracasos que aciertos y que, agradeciéndole los servicios prestados –y cobrados–, podría ser objeto de un ERE.
Segundo, que incluso dando por buena la idea de que la economía se llevará por delante a Zapatero, el PP debe poner algo de su parte. Este verano tanto Leire Pajín como José Blanco –personajes de tercera– han puesto contra las cuerdas al PP; aunque fuera mentira, nadie del partido rebatió el eslogan baratujo, pero efectivo, de que el PP quería recortar el dinero destinado al gasto social. O la bobez de que el Gobierno ha ahorrado para dar el dinero a los que más lo necesitan. Cuando digo nadie, me refiero a que al público en general no le llegó la respuesta. Si el conducto reglamentario de los telediarios no es suficiente, se podría dedicar el sueldo del asesor a pagar publicidad en la tele, en la radio, en los periódicos o en internet.
En tercer lugar, la experiencia demuestra que en los pactos con el PSOE el PP siempre sale perdiendo. No hay ninguna razón para modificar el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo –propuesto por Zapatero y redactado por Rubalcaba– excepto querer que los partidos nacionalistas, con el PNV a la cabeza, lo firmen y lo traicionen en unidad de acto; es decir, acabar con el pacto vigente y convertir en inviable el futuro, sin revocar la venia del Congreso para seguir negociando o volver a negociar. Y pactar la renovación del CGPJ sin modificar el sistema no soluciona el problema, obviamente.
Y el último motivo es que hay que procurar no ofender al votante, al menos no en exceso. Pretender que el paisano te dé su voto hagas lo que hagas y presentes a quien presentes es un error. Ni siquiera un político de primera como Josep Piqué pudo aguantar navegar entre dos aguas, como Paco de Lucía, y acabó perdido entre la indefinición, la abstención y los Boadella y demás. Y si eso le pasó a Piqué, no quiero ni pensar como le irá a la nueva presidenta, de difícil comprensión en la mayoría de su discurso y de abierta contradicción con su propio partido en lo poco que se le entiende. La última es querer asistir a los actos oficiales de la Diada para obtener un certificado de buena conducta nacionalista. El año pasado ya me pronuncié al respecto y a lo dicho entonces me remito. Sólo recordar que el "Español del Año" y "gran estadista" llamado Jordi Pujol, rara vez –o ninguna– acudió a los actos oficiales del 6 de diciembre.
Mejor haga como Montilla y váyase a la Expo.