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Maite Nolla

El Festival

Con el festival de cine de San Sebastián supongo que hay que encontrar el equilibrio entre no ser injustos y no hacer como si las cosas que pasan no pasaran.

Siempre he pensado que los boicots a bulto son muy injustos. Me refiero a que en San Sebastián tienen culpa de que el alcalde sea de Bildu los que le han votado y los que le han dejado gobernar en minoría. El resto soporta la vergüenza del enjuague de Zapatero, Rubalcaba y los magistrados del Constitucional encabezados por Pascual Sala. Vamos, que aunque sea un hecho objetivo que, catorce años después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, en San Sebastián gobierna la cara política de ETA –según dice la Policía, la Guardia Civil, la mayoría de magistrados del Supremo y la minoría del Constitucional–, de eso, más de la mitad de los que pueden votar en San Sebastián no tiene ninguna culpa. Ya sé que la comparación igual no está muy bien traída, pero ahora que cada vez más gente dice que entregaría la independencia a Cataluña con un lazo, los que vivimos y votamos aquí y no estamos por la cosa secesionista nos acordamos de los familiares y amigos de los que han estado treinta años considerando a Pujol un gran hombre de Estado. Porque, como dice Boadella, los mayores defensores del nacionalismo catalán están en Madrid. Aunque sean cuestiones distintas, el sentimiento debe ser parecido al que parte de la población debe tener en San Sebastián con Pascual Sala.

Por eso, con el festival de cine de San Sebastián supongo que hay que encontrar el equilibrio entre no ser injustos y no hacer como si las cosas que pasan no pasaran. Me refiero a que difícilmente veremos a una directora pidiendo no hacerse la foto con el alcalde por sus declaraciones o a la ministra de Cultura negándole el saludo. Y como no hay que ser injustos hay que recordar que al alcalde de Valladolid lo trataron como si fuera un criminal de guerra o un maltratador por su comentario grosero sobre Leire Pajín. Grosero y de mal gusto, aunque no lo era menos que el de Elena Valenciano cuando dijo que el obispo de San Sebastián tenía un "aspecto físico desagradable". La diferencia es que a la número dos de Rubalcaba no le montaron una concentración de teresianas en Ferraz. El caso es que por lo de los "morritos", Antonio Banderas e Icíar Bollaín, entre otros, se hicieron los muy ofendidos. El equipo entero de También la lluvia no quiso salir en la foto con León de la Riva, y, como culminación de aquella charlotada, la señora Sinde se negó a saludar al alcalde de Valladolid, en un acto de valentía sin precedentes, cuyo vídeo se encargaron de pasar una y otra vez en sus canales habituales. Iba a hacer una comparación bien traída, pero mejor no sigo. 

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