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Luis Herrero

La foto peligrosa

No deja de ser llamativa la falta de imaginación que tiene la factoría Redondo para tratar de hundir en el barranco a la Oposición.

No deja de ser llamativa la falta de imaginación  que tiene la factoría Redondo para tratar de hundir en el barranco a la Oposición.
Los dirigentes de PP, Vox y Ciudadanos en la manigestación de Colón de 2019. | EFE

No es verdad que la foto de Colón, la que retrató juntos pero no revueltos a Casado, Rivera y Abascal en febrero de 2019, sea un recuerdo indigesto para la derecha española. Ese es otro de los mantras que ha circulado por los cuatro puntos cardinales de la opinión pública, como mercancía de contrabando, gracias a la capacidad prescriptiva que tiene la izquierda a la hora de establecer el relato de la actualidad. Es cierto que aquella manifestación multitudinaria (el adjetivo no es baladí) dio lugar a que la maquinaria propagandística del Gobierno alumbrara la ocurrencia denigratoria del "trifachito", que no fue otra cosa que un nuevo intento, cainita y pueril, de vender la idea cavernícola de que todos sus adversarios suponen un peligro para la democracia. En aquel acto, según la versión que airearon a voz en cuello los voceros de La Moncloa, las tres derechas concibieron la naturaleza hipostática de una alternativa común, fascistoide y montaraz. El PSOE seguía siendo el único garante posible de la concordia.

Por alguna extraña razón, muchos siguen creyendo que los electores compraron aquella mercancía y que la campaña monclovita contribuyó a la consolidación de Sánchez en el poder. Es fácil demostrar que se trata de una burda mentira. Dos meses después, en abril de 2019, hubo elecciones generales. Ciudadanos, que de ser ciertos los ululatos preponderantes acababa de vender su alma centrista al diablo, cosechó más de cuatro millones de votos y pasó de 32 a 57 escaños. Y Vox, que hasta entonces no tenía representación parlamentaria, obtuvo 24. El PP fue único partido que salió malparado, y no precisamente por culpa de la foto. Casado apenas llevaba seis meses al frente de Génova. La desilusión de sus votantes, tras la desastrosa etapa de Rajoy, había abierto dos vías de agua en las urnas, una los hacia liberales y la otra hacia los conservadores, y el partido se estaba yendo a pique. Colón no tuvo nada que ver con el desastre electoral que le sobrevino. Perdió más de tres millones y medio de votos y 71 escaños.

Visto con perspectiva, el intento socialista de sacar a pasear al dóberman fracasó con estrépito. El bloque de la derecha aún obtuvo 200.000 votos más de los que tenía. Sánchez no sólo no amedrentó a los ciudadanos, sino que les animó a acudir a las urnas para dejar constancia de su independencia de criterio. Cada vez que le hagamos la prueba del algodón a la estrategia de la izquierda de presentar a la derecha como un perro furioso constataremos su banalidad. Hace décadas que no funciona. La prueba más reciente la tenemos en la campaña de las elecciones madrileñas del 4 de mayo. Gabilondo e Iglesias basaron su estrategia en amplificar los supuestos ladridos de Isabel Díaz Ayuso y acabaron siendo devorados por su can imaginario. Hago esta consideración porque no me cabe ninguna duda de que la trompetería gubernamental volverá a interpretar la misma partitura cuando el 13 de junio veamos de nuevo en la plaza de Colón —esta vez revueltos, pero no juntos— a los líderes de los partidos de la derecha.

No deja de ser llamativa la falta de imaginación (y de recursos alternativos) que tiene la factoría Redondo para tratar de hundir en el barranco a la Oposición. Aunque es evidente que la estratagema ya no funciona, vuelve a intentarlo cada vez que se ve en apuros. Y lo asombroso es que al PP aún le acojona. No sé si Casado irá finalmente o no a la manifestación del día 13 pero su reacción inicial ha dejado claro que, si lo hace, será porque no le queda más remedio. Todavía cree que la salmodia sanchista del "trifachito" le perjudica. Ya no es un problema de complejo, empieza a serlo de convicción. Al parecer, que un socialista en horas bajas, ebrio de poder, abrazado al comunismo y al independentismo, le acuse de radical por dejarse ver cerca de Vox es más peligroso que dejar de liderar un movimiento cívico que defiende la dignidad de la Nación frente al probable indulto de los sediciosos que trataron de romperla. La duda le retrata. Esa sí es la foto que puede acabar con él.

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