“Sí, claro que estoy absolutamente segura —mi espía paraguaya trata de disipar cualquier duda dándole a su voz énfasis de certeza—. Ciudadanos acabará votando que no a los Presupuestos. Ese es el final de esta película”. Lo sabe, me dice, de muy buena tinta. La estrategia de Arrimadas, al parecer, consiste en seguir con la mano tendida hasta el final para dejar claro que Sánchez pudo cambiar de pareja de baile en todo momento. “De lo que se trata —insiste mi interlocutora— es de poner de manifiesto que la decisión de pactar con Bildu y ERC no ha venido determinada por falta de alternativas. Debe quedar meridiano que la elección del presidente del Gobierno ha sido libre y premeditada y que siempre tuvo, hasta el último segundo, la posibilidad de rectificar. El PP y Vox han decidido no hacer nada útil para cambiar las cosas. Ciudadanos quiere jugar sus cartas de otra manera. Ya ha ganado pequeñas batallas durante la negociación con Maria Jesús Montero y ahora quiere ser visto como el partido que trató de evitar, por la vía de los hechos, que Sánchez se echara en brazos de Frankenstein”.
El problema, replico, es que tal como están las cosas, una vez publicitado a bombo y platillo el pacto del PSOE con los independentistas vascos y catalanes, si Ciudadanos no se levanta de la mesa de negociación no será visto como el partido que quiso rescatar a Sánchez del lado oscuro, sino como un tragaldabas que engulle principios cual si fuera el monstruo de las galletas. Primero dio por buena la subida fiscal de los Presupuestos, tras haber defendido lo contrario, y luego apoyó los seis meses de estado de alarma sin control parlamentario, a sabiendas de que era manifiestamente anticonstitucional. ¿Qué hará ahora, una vez que su demanda de mantener el castellano como lengua vehicular en Cataluña ha sido desestimada por la ponencia de la ley Celaá? ¿No dijo Arrimadas que ese asunto era casus belli? ¿Seguirá con la mano tendida a pesar de todo? ¿Mirará hacia otro lado después de que Bildu haya reconocido una vez más que viene a acabar definitivamente con el Régimen del 78? ¿Dejará que Ábalos siga diciendo sin empacho alguno que la normalización de los cachorros de Otegui es bueno para la democracia?
Mi espía paraguaya toma aire antes de responder. Volvemos al principio. “Ya te he dicho —sentencia— que Ciudadanos votará que no a los Presupuestos. Arrimadas sabe que la elección de Sánchez es definitiva y que no dará marcha atrás en su acuerdo con Bildu y ERC, pero no puede apearse ahora de su oferta de mano tendida porque entonces Sánchez podría argumentar que si siguió adelante fue porque no tenía otra salida”. Ahora el que toma aire soy yo. Trato de hacerle entender que si Inés no se apea ahora del convoy frankensteiniano acabará más achicharrada que una dama pompeyana tras la erupción del Vesubio. Después del tira y afloja convenimos que muchas veces la política se parece mucho al siete y medio. Tal malo es quedarse corto como pasarse. “Yo creo que si se apea ahora se queda corta”, me dice. Le respondo que ya se ha pasado. Ella replica que gracias a que Arrimadas mantiene su apuesta de brindar un plan b hay mucha gente, sobre todo en el PSOE, que está presionando a Sánchez para que rectifique. “Si no les hace caso —concluye— mucha de esa izquierda moderada acabará votando a Ciudadanos”.
Entonces me caigo del guindo. Arrimadas, deduzco, ha puesto rumbo al centro izquierda y trata de sobrevivir cubriendo el hueco que ha dejado libre la radicalización de Sánchez, cada vez más empeñado en disputarle a Iglesias el liderazgo absoluto de la izquierda en su propio terreno. Tal vez sea, le reconozco, la única baza que le queda al partido para evitar la extinción a la que parece abocado. Si la jugada le saliera bien, si fuera cierto que la izquierda constitucional y comprometida con los valores que pusieron en pie el Régimen del 78 viera en Arrimadas un valor refugio, tal vez nos quedara una oportunidad para salvar a España del golpe institucional que se ha puesto en marcha. El problema es que la izquierda suele preferir la abstención al cambio de urna y para alterar esa tendencia no basta que Ciudadanos se ofrezca como alternativa oportunista al desencanto del PSOE. Tiene que demostrar mucho más. Sin ir más lejos, coherencia. Las conductas veleidosas no tienen tirón comercial. Mi interlocutora me escucha en silencio y antes de despedirse, musita: “y sin embargo, se mueve. Para quedarse a verlas venir ya están PP y Vox”. En ese punto, concedo, no le falta parte de razón.