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Luis Herrero

Una crisis marciana

La juventud y la novedad de los ministros no garantizan "el salto adelante" de Sánchez. La inexperiencia y la bisoñez hacen pensar en lo contrario.

La juventud y la novedad de los ministros no garantizan "el salto adelante" de Sánchez. La inexperiencia y la bisoñez hacen pensar en lo contrario.
Pedro Sánchez a su llegada a Zarzuela para informar de los cambios de gobierno. | EFE

Reconozco humildemente que no entiendo la crisis de Gobierno que ha provocado Sánchez, negándose una vez más a sí mismo, pocos días antes de irse de vacaciones. Ni tiene mucho sentido que haya elegido este momento para hacerla ni lo tiene tampoco que haya dejado sin cubrir los objetivos fundamentales que en buena lógica la justificaban. El primero de ellos era el de buscar un impulso político que le permitiera acometer la segunda parte de la legislatura con un Gobierno que ganara peso de gravedad. Y, sin embargo, es infinitamente mayor el peso de los ministros salientes que el de los entrantes.

Tenía sentido que las labores de coordinación del gabinete, donde se sientan sectores tan antagónicos como el calviñista y el podemita, recayera en la vicepresidencia primera. De ese modo, las discrepancias entre Nadia Calviño, vicepresidenta segunda, y Yolanda Díaz, vicepresidenta tercera, estaban sujetas al arbitraje de un superior jerárquico. Ahora Carmen Calvo, que desempeñaba ese papel, cede su puesto a Félix Bolaños, que llega al banco azul con el rango de ministro raso. ¿Cómo va a poner firme a las dos cabecillas de los sectores enfrentados, en caso de litigio, si ambas están por encima de él en la línea de mando?

Aún así, el perfil de Bolaños es, de largo, el de más enjundia de todos los nuevos. Las biografías de los demás solo están al alcance de los muy iniciados. La juventud y la novedad no garantizan, por sí mismas, que el salto adelante del que ha hablado Sánchez a la hora de darles la bienvenida, se vaya a producir. La inexperiencia y la bisoñez hacen pensar más bien en todo lo contrario. Además de sustituir a Calvo, Bolaños también sustituye a Ábalos en las tareas de coordinación entre el Gobierno y el partido, pero una vez más con el inconveniente de no heredar el título que deja vacante su antecesor de secretario de organización del PSOE. Sin ese entorchado en la bocamanga, ¿cómo podrá imponer su ley entre el alto funcionarado de Ferraz?

La tercera gran víctima de la crisis, Iván Redondo —autoproclamado esclavo moral del presidente del Gobierno—, también deja vacante un espacio cuya cobertura recaerá, al menos en parte, sobre Bolaños. Él era el número dos del spin doctor del presidente del Gobierno y por lo tanto es el que mejor conoce el gabinete de Moncloa. Además, como cuenta Ketty Garat en Libertad Digital, ha sido el ivanicida que se ha cobrado la pieza. Óscar López, que llega a la rebotica monclovita después de años de solaz al frente de los Paradores de Turismo, necesitará de su ayuda para aprender a manejarse. Que sobre las espaldas de Bolaños recaigan las ausencias de Calvo, Ábalos y Redondo da idea de la importancia de su papel en el futuro inmediato. Todo el peso de gravedad de la crisis empieza y acaba en él. ¿Era este todo el impulso que el nuevo Gobierno necesitaba?

Incluso los ministros de perfil alto que se quedan en el ejecutivo pierden poder. Los dos que llegaron como coartada de moderación para contrapesar el radicalismo de Podemos —Marlaska y Robles— hace tiempo que dejaron de desempeñar ese papel. Han tragado con todo. El titular de Interior es el miembro más achicharrado de todo el colegio ministerial. Su continuidad resta mucho más de lo que aporta. María Jesús Montero se queda sin la portavocía y Miquel Iceta, que parecía destinado a ser el vicepresidente primero, aterriza en una de las áreas vegetativas —Cultura y Deporte— de la acción gubernamental. Este es, a mi juicio, uno de los hechos más desconcertantes de la remodelación diseñada por Sánchez, que se supone que también debía servir para preparar la mesa de diálogo con los independentistas catalanes. Impugnada Calvo por ERC como interlocutora idónea (fue ella quien llevó la cumbre de Pedralbes a un punto de ruptura), Iceta emergía como su sustituto natural para esos menesteres. Sánchez, sin embargo, le ha arrancado inopinadamente los galones de la política territorial y le ha enviado al coro de los ministros de celofán. Aunque forme parte de la negociación, ¿con qué entusiasmo se dirigirán a él los caudillos independentistas, ávidos por establecer una interlocución de igual a igual?

Y si esta crisis no ha servido para darle más peso político al nuevo Gobierno ni para allanar el camino de la mesa de diálogo, ¿para qué diablos ha servido? Desde luego, no para reducir el gasto público. El número de carteras, en contra de lo que se nos había dicho, sigue siendo el mismo. A mí solo se me ocurre una respuesta posible, aunque imperfecta: para decirle a Bruselas que la ortodoxia económica, a la hora de gestionar los fondos europeos, está garantizada. Calviño se convierte en la nueva número dos. Claro que para ese viaje no hacían falta estas alforjas. Puede que Bruselas contemple con tranquilidad el ascenso de la vicepresidenta económica, pero no tengo duda de que verá con inquietud que la cuota de Podemos se haya mantenido como hasta ahora. Tampoco las urnas lo agradecerán. ¿Impulso político con el lastre comunista adherido al fuselaje? Creo que Sánchez aún no ha procesado el mensaje que le enviaron los electores de Madrid. Con un poco de suerte, cuando espabile ya es demasiado tarde.

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