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Luis Herrero Goldáraz

La mala educación

Más maleducado me parecerá siempre el que intente tomarme por tonto con cosas como que privarme de mi derecho a la libre información es por mi bien.

Más maleducado me parecerá siempre el que intente tomarme por tonto con cosas como que privarme de mi derecho a la libre información es por mi bien.
María Carvalho Dantas, diputada de uno de los partidos (ERC) que han pedido censurar a periodistas irrespetuosos, vociferando en el Congreso. | EFE

Si algo hay que admirar de un periodista es su falta de educación. Yo admiro a muchos por ello, principalmente porque, siendo tan celoso de lo mío como soy, he desarrollado cierta tara que me impide exigir a nadie que me cuente nada que no me quiera contar. Los periodistas, sin embargo, deben ser así. Su profesión se lo exige. Son personas desgraciadas, condenadas a caerle mal a todo el mundo, como Randall en La banda del patio, pero se van volviendo imprescindibles en base a esa única medida de ostracismo y odio, así que algo tendrá la profesión. Puede que de ahí venga ese aura romántica que suele acompañarlos. Como son contrabandistas de la información, sólo son respetados en la medida en que esta llega en buen estado. Los afectados por sus primicias los detestan y quienes las leen les ignoran. Y así van pasando la vida, solitarios e invisibles, hasta que, hartos de tanta incomprensión, terminan ofreciendo alternativas para caer mejor, quizás un podcast cultural o una tertulia sobre cine en la que la gente pueda ver su faceta más humana y menos cargante, es decir, menos periodística. Cada uno hace lo que puede.

Pero volvamos al principio, que es importante. Podríamos decir, en plan filósofos, que un periodista es tanto más periodista cuanto más maleducado se muestra en sus preguntas. Esto es esencial, y nos ayudará a la hora de descifrar en qué consiste eso de la información. La información es algo que alguien no te quiere dar pese a que te pertenece. Por eso, lo que diferencia a un buen periodista de uno malo es que el primero aporta información, esto es, lo que es de todos, y el segundo chismorreos, que sólo incumben a unos pocos. Un periodista es tanto más periodista cuanto más maleducado se muestra porque la gente confunde crudeza con faltas de respeto. Exigirle a alguien que te dé algo que no te quiere dar puede parecer maleducado, pero hacérselo a alguien que acapara lo que le debe al resto se llama servicio público.

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Habría que añadir, aquí, que mala educación no significa cagarse en la madre de nadie. La gente poco acostumbrada a tener que lidiar con quienes no pretenden dar lo que es de todos suele llamar faltas de respeto al simple desempeño de la labor periodística. Pero la cosa no es así. Tal vez por eso los políticos se vean tan tentados a utilizar ese tipo de expresiones que les colocan fácilmente como víctimas, a ver a cuántas almas cándidas consiguen engañar alguna vez. Los partidos cercanos al Gobierno más progresista de la historia acaban de hacer la última intentona y han firmado un escrito en el que se quejan del comportamiento de determinados informadores. En concreto, han señalado a "algunas de las personas acreditadas en la Sala de Prensa del Congreso" de convertir las ruedas de prensa en "careos ideológicos" y de cometer "faltas de respeto" hacia el personal de los grupos. Yo no sé qué entienden los políticos por faltas de respeto, pero teniendo en cuenta la poca transparencia de la que hacen gala, lo mínimo que podrían hacer es no quejarse de que algunos les exijan un contraste ciudadano libre.

Pensando en todo esto, resulta curioso lo fácilmente que hemos normalizado la degradación que han protagonizado quienes hasta hace un par de días se congratulaban de ser los agitadores del panorama político nacional. De exigir asambleas por las esquinas y referéndums hasta para establecer el horario para ir al baño han pasado a decidir qué periodistas hacen bien la labor del contraste público y cuáles no. Y es curioso porque un periodista no deja de ser un ciudadano más, al que ellos representan, y porque lo que ahora se da en llamar "careo ideológico" es lo que ellos mismos no habrían dudado en catalogar como jarabe democrático, si fuese acompañado de insultos y se diese en un lugar tan poco institucional como las puertas de su casa. Por mi parte, mejor que los periodistas se careen con quien quieran. Más maleducado me parecerá siempre el que intente tomarme por tonto con cosas como que privarme de mi derecho a la libre información es por mi bien. Si es que hay tantas formas de desenterrar a Franco…

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