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Los enigmas del 11M

Vote tranquilo

Este domingo, millones de españoles acudirán a votar tras una campaña electoral bastante atípica. Atípica por el hecho de que su primera mitad ha coincidido con la Semana Santa y atípica también porque el porcentaje de personas que no declaran su voto, o que declaran no tenerlo decidido, ha alcanzado cotas nunca vistas.

Ese altísimo porcentaje de indecisos, unido al hecho de que no existen datos históricos de Vox, hace que nadie sepa hasta qué punto son fiables las encuestas. Y si a eso le añadimos que por primera vez el voto se reparte entre cinco grandes fuerzas, con lo que pequeñas subidas porcentuales se pueden traducir en enormes trasvases de escaños, el resultado es una incertidumbre que los periodistas hemos podido palpar durante esta semana en las sedes de los partidos.

Y, por si fuera poco, la irrupción de Vox ha puesto temas sobre la mesa que han hecho resquebrajarse transversalmente los caladeros de votos, posibilitando trasvases inéditos de izquierda a derecha y viceversa. Nadie en los partidos políticos sabe realmente qué va a pasar mañana.

Esta vez, ni siquiera los famosos ‘tracking’ internos que los partidos realizan durante la campaña arrojan mucha luz, precisamente porque se ignoran los patrones actuales de ocultación de voto y no se sabe cómo cocinar los datos en bruto. Todos tenemos nuestras percepciones e intuiciones, pero lo que al final ocurra dependerá del grado de movilización de los distintos segmentos de electores.

Sea como sea, hay una cosa cierta: dejando aparte a esa pequeña, aunque significativa, minoría de electores que votarán contra España (es decir, con el objetivo siempre declarado de destruirla), el resto de electores votarán pensando en conseguir lo mejor para su país. A España se la puede amar de muchas maneras, y se pueden tener muchas ideas distintas de cómo tiene que ser España en el futuro. Y habrá quien vote al PP, a Ciudadanos o a Vox pensando en España, igual que habrá personas que, porque tienen otra idea de España, votarán a Podemos o al PSOE. Y todos los votos, en una democracia, son igual de valiosos y de respetables.

Yo tengo mi idea de España. Y votaré en consecuencia. Pero, al final, España será lo que entre todos decidamos, desde muchas perspectivas políticas distintas. El domingo, ninguna de esas perspectivas va a obtener una mayoría absoluta, así que a partir del lunes tocará establecer acuerdos para consensuar un gobierno. Y todo apunta a que los partidos deberán tener cintura y flexibilidad a la hora de alcanzar esos pactos. En cierto modo, mañana no vamos a decidir quién gobierna, sino qué peso, qué fuerza, va a tener cada partido dentro de esas negociaciones a varias bandas, que se prevén complicadas.

Y aunque la campaña se ha polarizado mucho y parece haberse convertido en una contienda entre un posible gobierno frankenstein y un posible trifachito, en realidad hay muchas otras combinaciones de gobierno posibles. Y serán los electores, al dar más peso o menos peso a los distintos partidos, los que determinen cuáles combinaciones son factibles, cuáles son posibles pero impracticables y cuáles se descartan directamente, porque los números no suman.

Sea lo que sea lo que salga al final, lo importante es que entendamos todos que, en una democracia, es el voto de la gente el que determina qué es lo correcto y cuál es el camino a seguir. Y salga el gobierno que salga, nos tocará a todos seguir remando por el bien de nuestra nación.

Así que el domingo, vayan Vds. a votar por la idea de España en la que creen, sea esta cual sea. Voten lo que consideren oportuno, y por las razones que estimen oportunas. Sean cuales sean sus razones para elegir a tal o cual partido, serán las razones correctas, por el simple hecho de que son las suyas.

Voten pensando en qué futuro quieren para Vds., para sus familias y para el resto de la sociedad.

Y confíen en sus semejantes: también ellos votarán pensando en construir el mejor de los futuros posibles.

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