El presidente americano, Barack Obama, ha anunciado esta madrugada que soldados de EE.UU. han dado muerte a Osama ben Laden, responsable de la matanza del 11-S. En Nueva York, Washington y otras ciudades, los ciudadanos se han lanzado a la calle a celebrar la noticia del fallecimiento del máximo responsable del terrorismo islamista internacional.
Han transcurrido poco menos de diez años desde aquel día en que el mundo se vio sacudido por las imágenes de las Torres Gemelas derrumbándose tras sufrir el impacto de dos aviones en vuelo. Durante ese tiempo, la mayor superpotencia del mundo se ha embarcado en una batalla global contra el terrorismo; se ha visto envuelta en dos guerras diferentes relacionadas, directa o indirectamente, con los ataques del 11-S; seis mil soldados americanos han muerto y treinta y cinco mil han resultado heridos en esos dos escenarios bélicos y las potencias occidentales se han visto sometidas a tensiones indecibles, a cuenta de su mayor o menor apoyo a esa estrategia antiterrorista de EE.UU.
Pero, al final, el máximo responsable de aquellos ataques - responsable también de los atentados del 7-J en Londres - ha pagado con su vida su intento de utilizar el terror para doblegar a las potencias occidentales democráticas.
De hecho, lejos de conseguir su objetivo de poner de rodillas a esas potencias occidentales, Osama Ben Laden muere después de ver cómo son, precisamente, los países árabes los que inician su andadura - llena de incertidumbres, sí, pero como todos los primeros pasos - hacia esa forma democrática de estructuración del estado que Osama Ben Laden y Al Qaeda odian.
Ha muerto Osama Ben Laden. Y ha muerto, además, sabiéndose derrotado. Sabiendo que el futuro es de esa democracia que el magnate árabe quiso destruir y que ha terminado destruyéndolo a él y a sus ideas.
EE.UU sabe que con el terrorismo sólo se acaba con vencedores y vencidos. Y ha hecho todos los sacrificios necesarios para asegurarse de que los vencidos fueran los terroristas y no las potencias democráticas. La muerte de Ben Laden viene a compensar tantos esfuerzos como se han realizado a lo largo de estos diez años.
Y los ciudadanos celebran en la calle esta derrota de los terroristas.