En mi libro "11-M. Golpe de Régimen", publicado antes de que diera comienzo el juicio del 11-M, se explicaba cómo se construyó la versión oficial de los atentados, para la cual se decidió quemar a dos tramas pre-existentes, ambas controladas por los servicios del estado:
Pero, para poder cuadrar la versión oficial y para poder dar una salida judicial al embrollo, era necesario introducir una conexión entre ambas tramas, conexión que debía cumplir un doble propósito.
Esto es lo que decía yo en el libro (publicado, repito, ocho meses antes de conocerse la sentencia del 11-M) a la hora de explicar cómo se construyó la versión oficial de la masacre:
"Era necesario, como decimos, encontrar una manera de explicar cómo se habían puesto en contacto la trama asturiana y la trama islamista. Para eso, hacía falta introducir personajes adicionales en la historia.
Pero esos personajes no sólo debían permitir explicar la conexión de las dos tramas, sino que además debían servir como cabezas de turco a las que achacar, en último término, la responsabilidad exclusiva de los atentados. Quemar a nuestra trama asturiana y a nuestra trama islamista es una cosa, y otra cosa bien distinta es que los componentes de esas dos tramas se dejen, sin más ni más, echar encima un muerto que en realidad no les correspondía.
En otras palabras: conseguir que los colaboradores de esas tramas aceptaran temporalmente asumir las responsabilidades del atentado e incluso ir a la cárcel durante una temporadita es sencillo. Pero ninguno de esos colaboradores aceptaría que en el juicio se les condenara a graves penas por delitos que en realidad no habían cometido.
¿Cuál es la solución? Pues introducir una serie de personajes intermedios, de origen musulmán (para poder apuntalar la ficción) y extraídos del mundo de la delincuencia a pequeña escala.
Tenemos, pues, que se introduce en la trama un tercer grupo: los pelanas, personajes magrebíes con perfil de delincuentes comunes, que sirven al doble propósito de justificar la conexión entre las dos tramas principales y de "comerse el marrón" del caso, ya que sobre ellos se volcarían todas las responsabilidades.
Se trataba, en definitiva, de que los miembros de las dos tramas principales (islamistas y asturianos) aceptaran pasar el mal trago durante un tiempo suficiente como para que la opinión pública asimilara el engaño, pero de manera que las acusaciones contra ellos fueran lo suficientemente endebles como para que en el juicio todo quedara en agua de borrajas: en el juicio, todas las responsabilidades se volcarían sobre los pelanas.
Para ello se introduce en la versión oficial al grupo de Jamal Ahmidan, conocido como El Chino."
Como puede verse, el tiempo me ha dado la razón. Con la excepción de Emilio Suárez Trashorras, a quien la esquizofrenia le garantiza una salida de la cárcel a plazo no muy largo, nadie de la trama asturiana fue condenado en el juicio por su relación con el 11-M. Algunos de los asturianos han sido condenados por delitos menores, pero todos ellos estarán en la calle más pronto que tarde. El caso más escandaloso es el de los hermanos Toro, que se han ido completamente de rositas.
Tampoco nadie de la supuesta trama islamista de la C/ Virgen del Coro fue condenado por el 11-M. Ni siquiera el supuesto "cerebro" del atentado, Mohamed El Egipcio. Varios de los miembros de esa trama han sido condenados, de nuevo, por delitos que nada tienen que ver con el 11-M, pero todos ellos estarán en la calle, también, más pronto que tarde.
Encontrar gente dispuesta a hacer el paripé tres o cuatro añitos no es difícil. Pero encontrar incautos que se dejen meter cuarenta mil años de cárcel por algo que no han cometido resulta más difícil. ¿Sobre quién volcó, por tanto, la sentencia todas las responsabilidades del atentado? Pues sobre los pelanas, sobre ese grupo construido por alguien para poner en conexión la trama asturana y la trama islamista y cuyos miembros pasaron, oportunamente, a mejor vida en Leganés.
¿A quién se ha condenado por el 11-M, es decir, a quién le han metido varias decenas de miles de años de cárcel? Pues al esquizofrénico Trashorras; a Jamal Zougham, que no tiene nada que ver con ninguna de las tramas y al que le han colgado el marrón; y a Otman El Gnaoui, otro del grupo de los pelanas que no sólo no es islamista, sino que en las propias grabaciones que constan en la causa se burla de los rezos y de las prácticas religiosas.
Lo dije cuando salió la sentencia y lo repito ahora: a quien han tomado el pelo a conciencia no es a nosotros, que nunca nos creímos la mentira oficial, sino a todos aquéllos que, habiendo creído en la versión oficial de buena fe, se tragaron lo de que el 11-M era un atentado islamista motivado por la Guerra de Irak.
Es a todos esos, y en especial a algunas de las víctimas de la masacre, a quienes la sentencia dejó a los pies de los caballos, al eliminar cualquier referencia a Al Qaeda o a la Guerra de Irak, y al absolver a los supuestos "cerebros" de la masacre.
El escrito presentado a finales de la semana pasada por la Fiscalía del Tribunal Supremo, oponiéndose a la casi totalidad de los argumentos esgrimidos en los recursos de las acusaciones, no es sino la confirmación de que el paripé del 11-M se encamina a su cierre definitivo. No es sólo que la Fiscalía no haya recurrido la absolución de esos tres cerebros que con tanta pompa y circunstancias nos exhibieron durante tres años, sino que esa misma Fiscalía se opone ahora, directa y frontalmente, a que se les condene, recomendando al tribunal expresamente que rechace las pretensiones de las asociaciones de víctimas en ese sentido.
En otras palabras: que del 11-M sólo son responsables los muertos de Leganés, que no van poder protestar en ninguna circunstancia.
Pero no se preocupen ustedes, que a nadie se le caerá la cara de vergüenza por toda esta pantomima. Porque para eso hay primero que tener vergüenza.
Y ya se encargarán, cuando se aproxime la fecha de emisión de la sentencia definitiva en el Supremo, de organizar alguna buena cortina de humo para que esa sentencia pase lo más desapercibida posible.