La juez del Juzgado de Primera Instancia número 2 de Madrid, Cristina Fernández Gil, ha desestimado la demanda interpuesta contra el diario Público por un artículo en el que se afirmaba que Francisco José Alcaraz había vivido "a costa de la AVT".
La sentencia reconoce textualmente que "está acreditado que el Sr. Alcaraz no percibió sueldo ni dieta fija de la Asociación", a pesar de lo cual la jueza considera que no atenta contra el honor de Francisco José Alcaraz decir que éste vivía "a costa" de la AVT. Y lo argumenta diciendo que, al fin y al cabo, la asociación le pagaba los desplazamientos, la comida y el alojamiento cuando tenía que ir a un sitio u otro para realizar sus labores de presidente de la AVT.
O sea que, según la jueza Fernández Gil, para que no se pudiera decir que Alcaraz vivía "a costa de la AVT", no basta con que trabajara gratis para la asociación, sino que además hubiera sido necesario que se hubiera pagado él de su bolsillo todos los gastos que su labor de presidente llevara aparejados. ¡Impresionante!
Aunque a lo mejor ni siquiera hubiera bastado. Porque también argumenta la jueza que el decir que vivía "a costa de la AVT" no atenta contra el honor de Alcaraz porque éste, por ejemplo, tenía otros ingresos derivados de su relación con la AVT, como las conferencias y mesas redondas en que participaba. O sea que, según la jueza, para que no se pudiera decir que Alcaraz vivía "a costa de la AVT" no habría bastado con que trabajara gratis, sino que hubiera debido pagarse todos los gastos de su bolsillo y, además, renunciar a cobrar nada de nada de otras instancias distintas de la AVT. ¡Espectacular!
Sin embargo, tampoco habría bastado con eso. Porque el tercer argumento que la jueza utiliza para decir que no es difamatorio afirmar que Alcaraz vivía "a costa de la AVT" es todavía peor. Dice la jueza que Alcaraz, al fin y al cabo, "por su plena dedicación (a la asociación) no podía ocuparse debidamente de su negocio" (sic), de donde supongo que la buena señora deduce que de algo tendría que vivir. O sea, que el hecho de que Alcaraz trabajara gratis para la asociación, descuidando así su propio negocio, es un argumento que justifica, a ojos de la jueza, que se diga que vivía "a costa de la AVT". ¡Chapeau!
Pero no es sólo la argumentación lo que es perverso.
La señora jueza no menciona, por ejemplo, que Alcaraz se hizo poner en la sede de la AVT una cama en una habitación, para que la asociación no incurriera en gastos de hotel cada vez que venía a Madrid.
Como tampoco menciona que los gastos medios (desplazamientos, manutención, comidas) en que Alcaraz incurrió mientras estuvo al frente de la AVT no llegan a los 20 euros al día.
Como tampoco menciona que la práctica totalidad de conferencias y mesas redondas en las que Alcaraz participaba no tenían ni la más mínima remuneración.
Como tampoco menciona que Alcaraz se encontró con una asociación en quiebra que debía millones de euros y dejó unas cuentas saneadas y con un impresionante colchón en el banco.
Como tampoco menciona que de lo que Alcaraz estuvo viviendo mientras trabajaba en la AVT fue de irse comiendo poco a poco su escaso patrimonio, que disminuyó en un 70% mientras ocupó el cargo de presidente de la AVT.
Como tampoco menciona que fue esa imposibilidad de seguir financiando él de su bolsillo su dedicación a la Rebelión Cívica lo que hizo que Alcaraz no pudiera presentarse a la reelección como presidente de la AVT.
Probablemente, la jueza no menciona ninguno de esos "pequeños detalles" porque ni siquiera los conoce. Porque Francisco José Alcaraz ni siquiera fue llamado a declarar en ese juicio. Ni los abogados de la actual dirección de la AVT le citaron, ni parece ser que nadie en ese juicio tenía ningún interés en conocer lo que pudiera decir. La actual dirección de la AVT ni siquiera ha sido capaz de hacer alguna declaración en apoyo de su ex-presidente. Ellos sabrán por qué. Como también sabrá por qué actúa como actúa don Daniel Portero, que sí que acudió a declarar en ese juicio, pero en favor del diario Público.
Felicito desde aquí a la jueza, doña Cristina Fernández Gil. Señora, ha contribuido usted de manera decisiva, con su esclarecedora sentencia, al intento de desprestigiar a un hombre honesto. Que le vaya bonito.