A eso de las 21:30 de la noche del 11-M, José Luis Rodríguez Zapatero comenzaba una ronda de llamadas a los directores de los medios de comunicación, para decirles que su partido tenía información sobre la aparición de dos suicidas en los trenes, información que el gobierno del PP estaría ocultando. La conversación ya fue contada con detalle en su día por Pedro J. Ramírez en El Mundo.
Aquella ronda de llamadas de Zapatero marcaría el inicio de la ofensiva mediática del PSOE de cara al 14-M, articulada en torno a dos ideas fundamentales: una de ellas para consumo exclusivamente interno ("vuestra guerra, nuestros muertos") y otra para consumo tanto de la opinión pública española, como de la internacional ("el PP miente conscientemente, por interés electoral, al intentar achacar la autoría del atentado a ETA").
En realidad, quien mentía clamorosamente era Zapatero, puesto que tales suicidas no existían, pero la consigna tuvo una rápida difusión y una profunda influencia en los electores. En esa difusión y en esa influencia jugaría un papel destacado la Cadena Ser, que actuó como punta de lanza de aquella ofensiva mediática.
A las 22:00 de aquella noche, la Cadena Ser, por boca de Ana Terradillos, difunde la noticia de la falsa existencia de suicidas: "Tres fuentes distintas de la lucha antiterrorista han confirmado a la cadena SER que en el primer vagón del tren que explotaba antes de llegar a Atocha iba un terrorista suicida. Interior no lo confirma". Unos minutos después, personas vinculadas a los servicios de información comienzan a propagar esa tesis entre otros medios de comunicación. Rubalcaba, una hora y media después, acusaba veladamente a Acebes, en los micrófonos de la Ser, de haber dado información falsa y achacaba a eso las condenas de ETA que el PSOE había realizado a lo largo de la mañana.
A las 23:45, la Cadena Ser difunde el bulo de que el Gobierno español habría solicitado a Israel ayuda para identificar los restos de las víctimas mortales del atentado (lo que vendría a avalar la posible existencia de suicidas). Aquella sucesión de intoxicaciones tenía por objeto, evidentemente, vincular el atentado del 11-M con la guerra de Irak.
Con lo que no contaban quienes de forma tan entusiasta se dedicaron a propalar esa serie de bulos era con que las autopsias se finalizaran en un tiempo récord esa misma noche. Las autopsias, en efecto, terminaron a la 1:30 de la madrugada en IFEMA por el empeño personal de la doctora Carmen Baladía, sin encontrar ninguna evidencia de ningún terrorista suicida. Pero eso no iba a detener a quienes estaban dispuestos a todo con tal de provocar un vuelco en el resultado de las elecciones.
A las 6:00 de la mañana, en el programa matinal dirigido por Iñaki Gabilondo, no sólo se repitió la noticia de Ana Terradillos (a pesar de que ya estaba desmentida por las autopsias), sino que se la añadieron los elementos accesorios suficientes como para que nadie pudiera dudar de la veracidad de lo contado: no sólo había aparecido un suicida, sino que el cuerpo estaba depilado y con tres capas de ropa interior.
Hoy, Iñaki Gabilondo ha declarado, en un chat celebrado en el periódico ABC, que "esa noticia... fue un error. Nuestro redactor dio fiabilidad a una fuente que consideraba solvente."
¡Caramba! ¡Un error!
No me parece que fuera un error, señor Gabilondo. En mi opinión, fue una mentira consciente y conscientemente difundida, con el objeto de influir en unas elecciones. Por cierto, señor Gabilondo, lo que ustedes citaban en su noticia eran "tres fuentes de la lucha antiterrorista". ¿Dice usted ahora que se equivocaron al dar fiabilidad a una fuente? ¿Y qué pasa con las otras dos? ¿Han desaparecido por el camino?
Aunque en realidad, señor Gabilondo, reconozco que es hasta cierto punto irrelevante si cometió usted un error o difundió una mentira a sabiendas de que era mentira. Al fin y al cabo, usted no es otra cosa que un mandado; un mandado de lujo, pero mandado al fin.
Lo que sí es relevante, señor Gabilondo, es que la persona o personas que le transmitieron a ustedes esa información forman parte de la trama dura de intoxicación que volcó unas elecciones manipulando pruebas y creó una versión oficial falsa con la que, más allá de la mera coyuntura electoral, se ha impedido que los españoles sepamos quién atentó en España a tres días de unas elecciones.
¿Quiénes eran las tres fuentes a las que ustedes dieron credibilidad, señor Gabilondo? ¿No cree usted que tiene la obligación moral, si no legal, de contárnoslo, dado que esas fuentes podrían haber tenido una intención delictiva al difundir esas intoxicaciones?
¿Era Zapatero una de esas fuentes o fueron ustedes (o sus fuentes comunes) quienes informaron a Zapatero? ¿Pertenecía alguna de esas fuentes a nuestros servicios de información? ¿Quiénes fueron los que parieron la mentira y se la transmitieron a ustedes? ¿O la mentira era de cosecha propia y esas fuentes no existen?
Venga, señor Gabilondo, cuéntenoslo. A lo mejor nosotros no nos merecemos que nos lo cuente, pero las víctimas del atentado sí.
Y si no lo cuenta usted, señor Gabilondo, no nos venga con monsergas. Porque seguiremos teniendo el convencimiento de que, como dice la canción, nada de eso fue un error. Y de que usted participó conscientemente en el golpe mediático que ha conducido a la situación en la que ahora nos encontramos.