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Los enigmas del 11M

La tigresa

Editorial del programa Sin Complejos del sábado 31 de julio de 2010

El 16 de noviembre de 1984 es asesinado en un restaurante de Irún el empresario vasco-francés Joseph Couchot, a quien las revistas Tiempo, Enbata y Punto y Hora habían relacionado poco antes con las actividades de los GAL. El día anterior a su asesinato, la revista Punto y Hora publicaba una réplica del propio Couchot, en la que desmentía su relación con la trama del GAL y responsabilizaba al director de la revista de cuanto pudiera sucederle a sus familiares, a sus negocios o a su persona como consecuencia del artículo publicado por la revista. Una de las participantes en el atentado fue la etarra Idoia López Riaño, en lo que constituiría su primer asesinato.

El 26 de febrero de 1985 es asesinado en San Sebastián, de un tiro en la nuca, el empresario Angel Facal Soto, propietario de una empresa de remolcadores. Una de las participantes en el atentado fue la etarra Idoia López Riaño.

El 12 de mayo de 1985 es asesinado, también en San Sebastián, de tres tiros en la cabeza, el policía nacional Máximo Antonio García. Una de las participantes en el atentado fue la etarra Idoia López Riaño.

El 25 de abril de 1986, a las 7:15 de la mañana, mueren cinco guardias civiles y otros cuatro resultan heridos de gravedad, cuando ETA hace estallar un coche bomba con 20 kilos de Goma2 al paso del Land Rover en el que viajaban, en la esquina de las calles Juan Bravo y Príncipe de Vergara en Madrid. La explosión acabó con la vida de Juan Carlos González Rentero, Juan Mateo Pulido, Juan Catón Vázquez, Javier Domínguez González y Alberto Alonso Gómez. La explosión destrozó la fachada de la maternidad de Nuestra Señora del Rosario, donde estaban ingresadas en ese momento 55 mujeres y 60 niños. Tres horas después de aquel atentado, PNV y Herri Batasuna iniciaban una ronda de conversaciones. Entre los componentes del comando que perpetró el atentado se encontraban Ignacio De Juana Chaos e Idoia López Riaño.

El 17 de junio de 1986, un comando terrorista compuesto por dos hombres y una mujer ametralla en su coche al comandante Ricardo Sáenz de Ynestrillas, al teniente coronel Carlos Vesteiro y al soldado-conductor Francisco Casillas, cinco días antes de las elecciones generales. Según uno de los testigos presenciales, "uno de los terroristas metió la metralleta por la ventanilla del coche para rematar a Ynestrillas". Se da la circunstancia de que, cuatro días antes del atentado, la revista Cambio 16 publicaba un artículo acusando al comandante Sáenz de Ynestrillas de formar parte de una trama golpista de extrema derecha. Entre los componentes del comando que perpetró el atentado se encontraban Ignacio De Juana Chaos e Idoia López Riaño.

Un mes después, el 14 de julio de 1986, ETA hacía estallar una furgoneta cargada con explosivos y con cinco ollas a presión llenas de tornillería al paso de un autobús de la Guardia Civil, en la plaza de la República Dominicana de Madrid. En el autobús viajaban 54 agentes en prácticas de la Agrupación de Tráfico, de entre 25 y 19 años de edad. Doce guardias civiles fueron asesinados en aquella masacre: Jesús María Freixes, Santiago Iglesias Rodino, Carmelo Álamo, Miguel Cornejo Ros, José Calvo Gutiérrez, Andrés José Fernández Pertierra, Antonio Lancharro Reyes, José Joaquín García Ruiz, Jesús Gimeno Gimeno, Juan Ignacio Calvo Guerrero, Javier Esteban y Ángel de la Higuera López. Entre los componentes del comando que perpetró el atentado se encontraban Ignacio De Juana Chaos e Idoia López Riaño.

Veintitrés asesinatos cuenta, por tanto, en su haber Idoia López Riaño, apodada "La tigresa", una de las etarras con más sangriento historial de una banda terrorista plagada de asesinos sangrientos.

Y a esta terrorista es a la que el ministro Rubalcaba ha decidido acercar al País Vasco, alegando que la buena mujer se ha desmarcado por carta de la estrategia de ETA y que esos beneficios penitenciarios contribuyen a fomentar las divisiones en la banda terrorista. Por supuesto, el ministro no se ha dignado a pedir su opinión a los familiares de esos veintitrés asesinados.

Si estuviéramos ante otro Gobierno, tal vez los españoles podríamos tratar de valorar seriamente esas explicaciones del ministro.

Pero estamos ante un Gobierno que ha protagonizado el intento de imponer a la sociedad española una auténtica rendición ante ETA; un Gobierno cuyo presidente no ha tenido reparos en calificar de "trágico accidente" la voladura de una terminal del aeropuerto de Barajas, con dos muertos incluidos; un Gobierno cuyo presidente se ha atrevido a jactarse, hace apenas una semana, de que su mejor decisión ha sido ese proceso de negociación con ETA; un Gobierno que ha reintegrado al brazo político de ETA a las instituciones; un Gobierno que continúa manteniendo en cuarenta alcaldías a ese brazo político de la banda etarra; un Gobierno que ha tenido la desvergüenza de calificar de "hombre de paz" al jefe de ese brazo político; un Gobierno que ha llevado al Parlamento Europeo una moción de apoyo a las negociaciones con ETA; un Gobierno que ha hecho lo posible y lo imposible por controlar y desactivar a las asociaciones de víctimas y movimientos cívicos opuestos a la negociación; un Gobierno que continúa negándose a derogar la moción parlamentaria que autoriza a negociar con ETA...

Estamos, en suma, ante un Gobierno que ha hecho todo cuanto estaba en su mano por alcanzar un acuerdo con ETA, con lo que esa banda terrorista está hoy más cerca que nunca de conseguir los objetivos por los que lleva ya asesinados a casi mil españoles.

Así que sólo cabe deducir que el acercamiento de la etarra Idoia López Riaño es sólo un paso más, un gesto más, una cesión más, dentro de ese proceso de negociación que se acerca imparable a su consumación definitiva.

Con la particularidad de que, esta vez, el gesto no puede ser más siniestro.

Porque tenemos un Gobierno que no es que se esté manchando la toga con el polvo del camino - según la gráfica expresión que en su día utilizara el Fiscal General del Estado -, sino que está directamente chapoteando, con sus zapatos de Armani, en el inmenso charco de sangre que ETA ha ido dejando en ese camino.

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