Cada vez hay más bestias en el mundo. O al menos eso cabría deducir del hecho de que el español (esa lengua de las bestias según Quim Torra, el Le Pen español, ahora socio de Pedro Sánchez) cuenta en estos momentos con 572 millones de hablantes en todo el mundo, 132 millones más que hace solo 7 años.
Eso quiere decir que el número de hispanohablantes crece a razón de unos 19 millones de personas anuales. Si mañana mismo decidiéramos todos los españoles dejar de hablar español, se tardaría poco más de dos años en recuperar el número de hispanohablantes en el mundo.
Comparando el informe de 2010 del Instituto Cervantes con el de 2017, recientemente publicado, vemos que el número de hispanohablantes nativos ha aumentado de 400 millones a 477, el número de hablantes de español como segunda lengua ha pasado de 25 a 73 millones y el número de estudiantes de español ha crecido de 14 a 21 millones.
En México, el número de hispanohablantes ha crecido en 14 millones; en Estados Unidos, en otros 14; en Colombia y Argentina, en 4 millones; en Perú, en 2, y así sucesivamente…
Hace siete años, el Instituto Cervantes pronosticaba que el porcentaje de hispanohablantes alcanzaría el 7,5% en 2030. Pues bien, en 2017 ha alcanzado ya el 7,8%, rompiendo todas las previsiones. No sé si el español es la lengua de las bestias, pero lo que desde luego es, es el idioma del futuro. Es desde hace años el segundo idioma con más hablantes nativos del mundo, por detrás del chino mandarín. Y con el chino y el inglés, es uno de los tres idiomas que tienen asegurada la supervivencia a largo plazo en la era de la globalización.
Y mientras tanto, mientras el español crece en el mundo como la espuma, aquí en España se escolariza a la fuerza, y en contra de la voluntad de sus padres, a centenares de miles de niños en lenguas regionales que pueden ser muy hermosas y muy respetables, pero que están condenadas a la desaparición a medio plazo, al igual que lo están la mayoría de las restantes 6.000 lenguas que se hablan en el mundo.
¿Con qué derecho impiden las autoridades políticas que niños españoles aprovechen una de sus ventajas competitivas más evidentes en un mundo globalizado, el idioma español, para imponerles idiomas que no sirven absolutamente para nada fuera de su diminuto ámbito local?
Quien quiera hipotecar el futuro de sus hijos, que lo haga. Pero dejad en paz a los niños de los demás. Sacad vuestras sucias manos de la enseñanza de nuestros hijos.