En mayo de 2010, España era rescatada in extremis después de que los mercados de deuda la hubieran empujado por el borde del abismo. Al mes siguiente, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, convocaba una reunión de urgencia en Bruselas con los miembros de la intersindical europea, encabezados por su secretario general, John Monks.
Aquella reunión pasó bastante desapercibida para los principales medios de comunicación europeos y en especial para los españoles, pero lo que en ella se dijo resulta aún más desasosegante a la luz de los últimos acontecimientos vividos en Europa.
En aquella reunión, celebrada hace menos de año y medio, Durao Barroso advirtió a los sindicatos de que tenían que apoyar las reformas económicas en Europa."Si no se ponen en práctica las necesarias medidas de austeridad", dijo el presidente de la Comisión Europea, "la democracia podría desaparecer en países como Grecia, España y Portugal".
En declaraciones al digital EU Observer, John Monks confirmaba que Durao Barroso les había pintado un panorama apocalíptico, y manifestaba sus propios temores a que Europa terminara retrocediendo a la década de 1930, con una brutal crisis económica que podría preludiar el ascenso de movimientos políticos de corte totalitario.
En las últimas fechas, estamos viviendo una serie de movimientos que no invitan precisamente al optimismo en cuanto al futuro de la democracia en Europa. Hemos visto abortar un proyecto de referéndum sobre las reformas en Grecia. Hemos visto destituir a la cúpula militar del país heleno. Hemos visto forzar la destitución de dos primeros ministros, en Grecia y en Italia. Hemos visto cómo los sucesores de esos dos primeros ministros dimitidos eran nominados sin ningún pudor desde Bruselas...
En estos momentos, Grecia e Italia son dos protectorados de Francia y Alemania, por mucho que las formalidades legales se hayan respetado. Y si España no lo es, si en España no se ha nominado a un tecnócrata para la presidencia, es simplemente porque las elecciones estaban ya convocadas. Pero no hace falta ser muy mal pensado para intuir que si el BCE está dejando que aumente en los últimos días la presión sobre la deuda española es porque Francia y Alemania están negociando sus condiciones con el futuro presidente, Rajoy.
¿Cuáles son esas condiciones? No lo sé, pero intuyo que las presiones irán en el sentido de imponer no solo un calendario concreto de drásticas reformas, sino incluso de forzar la inclusión de determinados nombres en puestos clave del nuevo gobierno.
¿Podrían intentar Sarkozy y Merkel ir aún más lejos y forzar un gobierno de unidad nacional, que garantice que no haya contestación en la calle a las medidas más impopulares? Podrían, indudablemente. No en vano tienen el grifo de la financiación. Además, me supongo que esta última solución contaría con el beneplácito de un Partido Socialista al que ese gobierno de emergencia le daría, in extremis, la posibilidad de seguir tocando poder.
Durao Barroso tenía razón cuando advertía, hace más de un año, de que la crisis económica podía acabar con la democracia en algunos países europeos. Ya lo está haciendo. Pero al final no son golpes internos los que se están viviendo en esos países, sino que es desde Bruselas desde donde se está terminando con la soberanía de las naciones deudoras, por medio de golpes de estado palaciegos.