Si lo que dice hoy El Mundo es cierto, parece que Esperanza Aguirre habría accedido a no optar a la presidencia del PP, a cambio de que la elección del candidato a las generales de 2012 se hiciera mediante un proceso de primarias. O sea, que al final Aguirre sí que ha tenido que resignarse, después de todo.
No resulta sorprendente. El proceso de elección de los compromisarios al congreso de junio del PP, proceso que ha terminado ayer, se ha realizado con unas condiciones de transparencia tales que en muchísimos lugares no ha habido ni votación, porque había un único candidato para cada puesto. Vamos, que el aparato del partido llega al Congreso con el resultado atado y bien atado. La presidenta de la Comunidad de Madrid habría tenido que optar, así, entre una retirada digna y un auténtico consejo de guerra en tierras valencianas.
Yo hubiera elegido el consejo de guerra, porque a veces hay que perder para ganar más adelante, pero cada cual es dueño de sus tiempos y conoce cuáles son sus fuerzas y sus ganas. Al menos hay que agradecerle a la presidenta madrileña que haya intentado plantear la batalla. Por lo menos podremos decir que Esperanza ha sido lo último que se pierde.
En cualquier caso, parece que el último obstáculo para la consolidación del Nuevo Régimen ha desaparecido. Porque eso de la nominación mediante elecciones primarias del candidato del PP para las generales de 2012 no pasa de ser un brindis al sol, que no va a detener la que se nos viene encima. Porque para cuando vayan a celebrarse nuevas elecciones, la partida habrá terminado ya hace mucho. Y a burro muerto, la cebada al rabo.
En junio de este mismo año veremos la renovación, por acuerdo entre los dos grandes partidos, del CGPJ y del Tribunal Constitucional. En julio, el Tribunal Supremo interpretará el último acto de la farsa judicial del 11-M, cerrando así esa asignatura pendiente. En el último trimestre del año, el Tribunal Constitucional convalidará el Estatuto catalán, consagrando la bilateralidad de relaciones entre Cataluña y España y certificando de esa forma la muerte definitiva de la Constitución; por vía interpretativa, eso sí. A primeros de 2009 se materializará la extensión del modelo catalán a un nuevo Estatuto vasco. Y hacia finales de ese mismo año 2009 volverán a oficializarse los contactos, nunca interrumpidos, con la banda terrorista ETA, ese engendro que tan útil le ha resultado a algunos a lo largo de estos años y que ahora, una vez alcanzados los últimos objetivos militares, pierde su razón de ser.
Y nadie va a oponerse a eso en ninguna instancia oficial. Una vez neutralizado el PP, ya no queda nadie que pueda hacer frente a la avalancha.
Porque el Partido Popular está definitivamente neutralizado, gracias a las pequeñas mediocridades, a las medianas ambiciones y a las grandes torpezas. Después de una legislatura marcada por el cordón sanitario contra el PP, la cúpula del partido, con Mariano a la cabeza, ha decidido romper el cerco y sumarse a los que mantienen el cordón sanitario, con el que a partir de ahora se intentará aislar no al PP como partido, sino a todos sus votantes.
Ejemplos no han faltado en los últimos días. Hemos visto a un Rajoy invitando a marcharse del partido a los liberales y conservadores. Hemos visto a un González Pons afirmando que el programa electoral del PSOE era mejor. Hemos visto a un Lasalle hablando en El País del liberalismo antipático. Hemos visto a una Sáenz de Santamaría diciendo lo cómoda que se siente con el liberalismo social. Y hemos visto finalmente a un Manuel Fraga diciéndole a Esperanza Aguirre que por qué no se calla y afirmando (pocas veces he oído algo tan repugnante), que Mayor Oreja "está obsesionado" con el País Vasco.
Aunque suene paradójico, los diez millones de votantes del PP estamos más solos que la una. Es una soledad no buscada, una soledad sobrevenida, porque nos han engañado como a chinos, pero la consciencia de ese engaño no altera el resultado final: estamos solos.
Nadie va a defender en el Parlamento lo que esos diez millones de españoles quieren. Por ejemplo, que todos los españoles sean iguales. Por ejemplo, que exista una verdadera justicia. Por ejemplo, que los asesinos no se salgan con la suya. Por ejemplo, que no desaparezca España como nación.
La transición hacia el Nuevo Régimen se inició con un golpe de estado posmoderno (¿se habría podido acaso despejar el camino para todo lo que estamos viviendo, si no se hubiera producido el 11-M?) y va a acabar en un régimen parlamentario posmoderno.
Un régimen parlamentario en el que un 40% de la población va a disfrutar del teórico, y bastante inútil, derecho de elegir periódicamente entre diversas opciones, ninguna de las cuales está dispuesta a defender lo que ese 40% de la población quiere.
Contaba Solzhenitsyn, el autor de Archipiélago Gulag, lo mucho que se sorprendió cuando, bastante después de la muerte de Stalin, encontró en una librería de viejo de Moscú un ejemplar de la Constitución de la Unión Soviética. ¡Resulta que la Unión Soviética también tenía una Constitución durante el mandato de Stalin! Por supuesto, esa ley suprema jamás tuvo la más mínima aplicación práctica. Hasta tal punto es así, que la casi totalidad de los rusos, incluido el propio Solzhenitsyn, desconocían su existencia.
Tal vez algún día uno de nuestros nietos pueda encontrar en una librería de viejo de Madrid, o de Albacete, o de Miami, un ejemplar gastado de la Constitución de 1978. Quizá eso les convenza de que sus abuelos les decían la verdad cuando afirmaban que una vez existió en España una Constitución que pretendía afirmar que todos los españoles son libres e iguales ante la Ley.
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Hoy, 23 de abril, Gabriel Moris Noguera intervendrá en Cartagena en la conferencia "11-M: La verdad que no conocemos", organizada por la Plataforma Ciudadana Peones Negros.
LUGAR: Locales Fundación Cajamurcia en Cartagena.
DIRECCIÓN: C/ Carmen, 1. Cartagena.
FECHA: 23 de abril de 2008, a las 19:30.