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Los enigmas del 11M

Enroque

El auto del juez Velasco conocido hoy, en el que vuelve a rechazar las solicitudes de diligencias de investigación presentadas por la familia Moris, y a las que se había adherido la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, demuestra que la Audiencia Nacional, lejos de ser un órgano encargado de administrar justicia en materia antiterrorista, se ha convertido en un instrumento más de nuestra clase política a la hora de intentar enterrar definitivamente el 11-M.

Es la segunda vez que esas diligencias se rechazan. Y en ambas ocasiones queda patente cómo los sucesivos jueces a quienes toca en suerte lidiar con este toro recurren a todo tipo de argumentos formales para rechazar las pretensiones de las víctimas y evitar entrar en el fondo de la cuestión.

La vez anterior, la Audiencia dejó pasar la friolera de 18 meses antes de contestar a la solicitud de los Moris, para al final descolgarse con un auto en el que el juez Pablo Ruz rechazaba esas diligencias por "inútiles, perjudiciales y dilatorias". ¿Dilatorias, cuando la propia Audiencia había tardado año y medio en contestar?

En esta ocasión, la Audiencia sólo ha tardado seis meses en volver a denegar esas diligencias, pero en esta ocasión el argumento principal al que se agarra el juez Eloy Velasco es que ya hay una sentencia firme sobre el 11-M y, en concreto, sobre el tema de los explosivos.

Obsérvese la jugada: cuando los Moris presentaron inicialmente sus solicitudes de diligencias, ni siquiera había emitido sentencia el juez Gómez Bermúdez. O sea, no es que no hubiera sentencia firme: es que no había ni siquiera sentencia. Y la razón de que ahora sí exista esa sentencia firme a la que se agarra el juez Velasco para rechazar las diligencias es, precisamente, el retraso de dos años con el que la propia Audiencia ha tratado esas solicitudes.

Hay que reconocer que la jugada es muy efectiva: si hacemos eso en todos los procesos penales (retrasar la contestación a las partes hasta que haya una sentencia firme), podemos ahorrarnos un montón de trabajo, rechazando por la cara todas las solicitudes de diligencias, con el argumento de que ya no tienen sentido, por haber sentencia firme. Supongo que el que eso vulnere el derecho a una justicia efectiva es lo de menos para algunos.

Pero tampoco yo debería perderme en disquisiciones formales. Vayamos al fondo de la cuestión.

Falta a la verdad el juez Velasco cuando dice que ya hay una sentencia firme sobre el tema de los explosivos, por la sencilla razón de que la propia sentencia de la Audiencia Nacional recoge explícitamente las dudas sobre si pudieron usarse otros tipos de explosivos, además de la Goma2-ECO, en la masacre. Si la propia sentencia de la Audiencia Nacional admite que pudieron existir otros tipos de explosivos, y si admite (como lo hace) que parte del explosivo pudiera no haber salido de Mina Conchita, ¿en qué se basa el juez Velasco para denegar solicitudes encaminadas a resolver esas dudas que la propia sentencia plantea?

Pero la nueva bofetada propinada a las víctimas del 11-M desde la Audiencia Nacional es todavía más sangrante por el hecho de que se conoce exactamente el mismo día que el juez Velasco da a conocer otra tanda de diligencias que ha ordenado a la Policía, referidas a los marroquíes que supuestamente ayudaron a huir a otros marroquíes que supuestamente ayudaron a los marroquíes que supuestamente se suicidaron en el piso de Leganés (y sobre los cuales el propio Tribunal Supremo dice que no se sabe qué participación pudieron tener en el 11-M).

O sea, que para marear la perdiz y contribuir a la ceremonia de la confusión, construyendo acusaciones contra marroquíes que ni el propio juez Velasco sería capaz de explicar en menos de veinte minutos qué relación tienen con el 11-M, sí hay diligencias de investigación. Pero para averiguar de una vez el arma del crimen y resolver las crecientes dudas sobre qué fue exactamente lo que mató a las 193 víctimas mortales del 11-M, todas las sentencias son firmes y de nuevas diligencias nada, monada.

Aunque hay que reconocer que algo tiene de bueno el auto del juez Velasco: lo clarificador que resulta. Porque permite visualizar como nadie el enroque que se ha producido en lo que al 11-M se refiere. Y ese cierre de filas, ese toque a rebato, es mucho más ilustrativo sobre la verdadera naturaleza del 11-M que cualquier cosa que yo (o cualquier otro periodista) pudiera escribir. ¿Qué hay tan siniestro detrás del 11-M como para que ningún partido político (ni siquiera UPyD) se atreva a salirse del guión y pedir la verdad completa, y como para que ningún juez de la Audiencia Nacional se atreva a remover la fosa séptica en que están sumergidas las investigaciones? ¿Tantas cosas se vendrían abajo el día en que los españoles supieran qué fue lo que sucedió realmente el 11 de marzo de 2004? Porque la otra explicación posible, la de que los trapos sucios se lavan en casa, hace mucho tiempo que me parece demasiado benévola. Más que nada, porque todavía no hemos visto un solo plato limpio.

Yo no sé en qué parará todo esto. Puesto que casi todo el poder del Estado está del lado de quienes pretenden que los españoles sigan viviendo en la mentira oficial, lo más probable es que se salgan con la suya. Y que el 11-M pase al cajón de los misterios históricos sin resolver. Pero lo que ya desde luego no podrán evitar es que entre los españoles anide y crezca la sospecha, la certeza, de que el 11-M fue concebido, planificado, organizado y ejecutado teniendo bien presentes los efectos políticos que la masacre iba a traer consigo. Efectos que los españoles seguimos padeciendo cinco años después.

Y esa presunción de pecado original no abandonará ya nunca a este régimen, mientras no se clarifiquen tanto la matanza, como la ocultación posterior de los verdaderos autores.

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