Obama ha pronunciado en Chicago su primer discurso después de conocer su elección como presidente. Y en ese discurso ha pedido libertad individual y unidad nacional, y ha hecho un llamamiento para despertar un nuevo patriotismo. Como si fuera un tertuliano cualquiera de la Cope.
Y es que el progre americano no se parece mucho al progre español, por suerte para los estadounidenses. Cabe esperar que Obama se comporte como se espera de un miembro del Partido Demócrata a la hora de abordar cuestiones de carácter moral (matrimonio homosexual, por ejemplo) o de carácter económico (por ejemplo, aumentando el gasto del Estado en prestaciones sociales). Pero los fundamentos del sistema americano, esa libertad individual y esa unidad nacional, son intocables. Como también son intocables los intereses de la nación. De la nación americana, claro está.
La diferencia con lo que en España tenemos resulta evidente. ¿Hay algún político en España que coloque los intereses de su nación por encima de cualquier otra consideración? Evidentemente sí, pero no se trata de una especie que abunde. En cuanto a los propios votantes españoles, ¿ponemos los intereses nacionales en primer lugar de la lista de prioridades a la hora de elegir gobierno? No todos los votantes lo hacen, evidentemente.
Para la izquierda española, la victoria de Obama representa una victoria moral, por cuanto los odiados republicanos estadounidenses se quedan sin la presidencia del país más poderoso del mundo. El triunfo de Obama ha sido recibido por los verdaderos tontiprogres como una especie de venganza retardada sobre George Bush Junior, como una batalla más de la Guerra de Irak. Hoy, todo progre que se precie se siente un poco Hussein, pero no por Barack Hussein Obama, sino por Sadam.
Sin embargo, ni Obama ni ningún otro presidente americano va a dejar de defender nunca los intereses de su nación (y los de todo Occidente), tanto en Irak como en cualquier otro sitio del mundo. Y las alusiones a cuestiones de política internacional en el discurso de Obama resultan bastante elocuentes. "Apoyamos a los que buscan, en todo el mundo, paz y seguridad", ha dicho Obama. Porque cualquier político americano, sea demócrata o republicano, es consciente de que la paz no puede existir sin el requisito previo de la seguridad.
Paz y seguridad. "Si vis pacem, para bellum", pero en versión obamita. "Habrá que formar alianzas", ha dicho Obama, para añadir a continuación que "habrá problemas alrededor del mundo" porque no todos estarán de acuerdo con las decisiones que tome como presidente de los Estados Unidos. Vamos, que buscará alianzas, pero que si tiene que tomar decisiones que no gusten, las tomará.
Lo que sí cabe esperar de Obama es una política de gestos más inteligente que la de George Bush, porque Obama maneja mucho mejor las armas de la propaganda. Lo que quiere decir que la política internacional de los Estados Unidos seguirá siendo exactamente la misma, pero con un maquillaje más multilateral. Además, Obama contará con la complicidad activa de la progresía europea, que estará dispuesta a respaldar, al menos al principio, cualquier cosa que el nuevo presidente haga, aunque sólo sea por solidaridad progre. Incluso si Obama arrasara mañana Bagdad y sembrara de sal la capital iraquí, la progresía europea encontraría el modo de justificarlo.
Así que la elección de Obama será beneficiosa para la política exterior americana, porque los planes de acción tropezarán con muchos menos obstáculos de opinión pública nacional e internacional.
En cualquier caso, no es la política internacional lo que debería marcar el primer mandato de Obama. A menos que se produzca alguna inesperada crisis diplomática o de carácter terrorista, el principal problema al que Obama tendrá que hacer frente en los próximos cuatro años va a ser la economía. El nuevo presidente americano va a tener que afrontar una crisis económica de proporciones colosales, cuya profundidad y duración nadie conoce a ciencia cierta.
Deseémosle toda la suerte del mundo en esa tarea, porque del éxito de Obama a la hora de resolver los problemas económicos de Estados Unidos depende la economía de todo Occidente. Y del mundo entero.