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Los enigmas del 11M

El puzzle imposible

Montar un puzzle de diez mil piezas es complicadísimo, pero los verdaderos aficionados aumentan todavía más el interés imponiéndose a sí mismos la norma de no mirar la foto de la imagen que deben buscar.

En el 11-M, las cosas son aún más complicadas. Tenemos un puzzle compuesto por miles de piezas y no conocemos la imagen que nos debe dar el puzzle. Pero además hay gente que está interesada en que nadie averigüe la solución y, para ello, ha recurrido a dos armas distintas: ocultar varios miles de piezas (para que no pueda completarse el puzzle) y añadir otros varios miles de otro puzzle distinto (para que todos tratemos de buscar la imagen que no es).

Además, la situación se vuelve todavía más endiablada porque son varios los que están intentado resolver simultáneamente el puzzle: por un lado el juez, a quien tratan de inducir por todos los medios a que utilice sólo las piezas falsas; por otro lado, varios medios de comunicación distintos, cada uno de los cuales trabaja sobre la parte de la imagen que más le gusta y cada uno de los cuales está sujeto también a error a la hora de decidir qué piezas utilizar y cuáles ignorar. El trabajo de esos distintos jugadores es interdependiente, porque ninguno de ellos sabe cuál es la imagen final que se oculta tras el puzzle, y cuando alguno de los jugadores consigue casar un número considerable de piezas, los otros jugadores se replantean si la imagen final que están buscando es la correcta.

Para rematar la jugada, las normas del juego son muy peculiares: alrededor de la mesa están congregados numerosos espectadores (la opinión pública), los cuales tienen el derecho de abroncar a los distintos jugadores si no les convence la imagen que van creando, con lo cual los jugadores (y en especial el juez) no sólo deben casar las pìezas, sino además hacerlo de manera convincente.

Parece un juego imposible, ¿verdad? Sobre todo cuando hay alguien tratando de impedir a toda costa que ese puzzle se termine. Y, sin embargo, es inevitable que se acabe resolviendo. Porque la imagen que se oculta tras el puzzle no es una imagen cualquiera, sino la cara de un asesino. Y en un rincón de la estancia, silenciosas y dignas, las víctimas de ese asesino esperan pacientemente a que les digan cuál es la solución. Y cuando alguno de los jugadores siente tentaciones de arrojar la toalla, no tiene más que volver los ojos a ese rincón para tomar en sus manos la pieza siguiente.


Sobre los comentarios de los lectores

Me parece interesante la hipótesis de Hombreli y de Ulises, en el sentido de que hemos detectado ya tantas mentiras en el sumario que uno no puede menos que preguntarse: ¿y si todo lo que nos cuentan que pasó antes del 11-M no es más que un montaje? No me cabe ninguna duda de que algunas de las cosas que nos dicen que pasaron antes del 11-M son falsas (por ejemplo, en su momento hablaremos de móviles liberados). Pero una cosa es plantearse (ante cada pieza del puzzle) si se trata de una pieza falsa, y otra cosa muy distinta es concluir que todas las piezas lo son. Creo que Casandra ha refutado bastante bien esa tendencia a la generalización. De todos modos, me quedo con la parte positiva del mensaje de Hombreli: debemos ser muy críticos y analizar (antes de colocarla) a qué puzzle pertenece cada pieza.

Una segunda consideración que me gustaría hacer es la siguiente: las discusiones sobre cuál es la imagen final del puzzle son útiles (entre otras cosas, porque debemos presentar a los espectadores del juego ideas comprensibles, es decir, mostrarles a qué apuntan las piezas que hemos encajado). Pero si esas discusiones se quedan en el terreno teórico, será imposible convencer a nadie. Para poder convencer a los espectadores (y a los otros jugadores) necesitamos no sólo presentarles "la idea", sino también la demostración, es decir, necesitamos mostrarles cómo encajan las piezas del puzzle y hacerles ver que ciertas piezas son falsas. Por tanto, la prioridad número uno es el análisis y encaje de las piezas (los hechos). A quienes tratan de que no se resuelva el puzzle, les hace muchísimo más daño un análisis como el de Ziriaco o una noticia como la de que la metralla de Vallecas no coincide con lo que se encontró en los trenes, que cien discusiones abstractas sobre quién puede ser el responsable último. Ya llegaremos a eso. Sin abandonar la teoría, centremos los esfuerzos en hacer un relato coherente de los hechos.

A Boogie: Si efectivamente hubo alguien que preparó las tres mochilas de la parte frontal de los trenes, ¿qué sentido tienen las siete tarjetas activadas en Morata, entre las que se encuentra la de la mochila de Vallecas? ¿Activaron más tarjetas de la cuenta en previsión de que pudieran necesitar alguna otra? Es posible. La verdad es que se trata de una pieza del puzzle que todavía no sé cómo encajar. De todos modos, sería interesante ver los datos originales que Amena tenga sobre esa activación en Morata, porque lo único que conocemos es lo que la Policía le dijo al juez que Amena le había dicho, y la información que publicaba El Pais sobre las tarjetas en los trenes es completamente contradictoria con esos informes policiales enviados al juez. Volvemos de nuevo a la misma pregunta: ¿Estamos ante una pieza falsa? ¿Se activaron siete tarjetas en Morata? De todos modos, creo que la manera en que yo entiendo la teoría de Ziriaco es algo distinta a la tuya: por un lado tenemos los peones negros, por otro lado tenemos los "contratistas" de los peones negros y, finalmente, tenemos los alfiles blancos (que no son los mismos que los contratistas). Los contratistas tenían una idea de lo que debía ser el 11-M; pero los alfiles blanos transformaron la jugada original en una masacre. No sé si te estoy interpretando demasiado libremente, Ziriaco.

A Monty: el Skoda Fabia apareció en el momento oportuno para poder "demostrar" (analizando el ADN de las ropas encontradas en él) que Allekema Lamari tenía alguna relación con el 11-M. Muy providencial, como casi todo en este caso.

De nuevo, gracias a todos por contribuir. Las ideas que poneis sobre la mesa son muchísimo más útiles de lo que os podais imaginar.

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