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El Majzen

¿Quién manda en Marruecos? La tentación inicial sería responder que el gobierno electo. Al fin y al cabo, Marruecos es teóricamente una democracia.

O bien, si conoce mínimamente la situación, alguien podría responder (con algo más de precisión) que quien manda es el Rey, que sigue poseyendo en la práctica un amplio poder, a pesar incluso de la reforma constitucional de 2011.

Sin embargo, si preguntamos a un marroquí medianamente versado en los asuntos políticos, nos dirá que quien manda en Marruecos es, en realidad, el Majzen.

¿Qué es el Majzen?

La palabra árabe "majzen" significa, literalmente, almacén. De hecho, de ella proviene nuestra palabra española "almacén". Y en Marruecos, el término Majzen se utiliza para designar a la oligarquía compuesta por el Rey, sus familiares, los altos mandos del ejército, los altos miembros de las fuerzas de seguridad, los altos funcionarios, los grandes terratenientes, los grandes empresarios y los líderes tribales. En suma, el grupo de personas que verdaderamente constituye el poder fáctico en nuestro país vecino.

Cuando un marroquí dice que quien manda es el Majzen, lo que está afirmando es que, en realidad, las instituciones democráticas son solo un decorado, manejado a su antojo por quienes de verdad detentan el poder. No es el gobierno legalmente constituido quien toma las decisiones, sino que ese gobierno es solo un instrumento en manos de quienes controlan la Economía, el Ejército, los Servicios de Información y la Judicatura.

Obviamente, al Majzen no puede pertenecer cualquiera: es el Majzen quien decide a quién admite en el club. Se trata en buena medida de una cuestión hereditaria: nacer en una buena familia te puede resolver la vida, Pero no es un grupo completamente cerrado, sino que va cooptando a aquellos nuevos miembros que sea interesante y seguro incorporar a la estructura de poder.

Por supuesto, tampoco se trata de una organización formal, ni monolítica. En el Majzen hay facciones, alianzas y traiciones. Hay gente que se encumbra y hay gente que, de repente, puede caer en desgracia. Pero a todos los miembros del Majzen les une, en cualquier circunstancia, un interés común: el mantenimiento de las estructuras sociales que garantizan a los miembros del Majzen sus privilegios y permiten la propia pervivencia del Majzen.

En resumen: el Majzen es lo que por estos lares llamaríamos "la Casta marroquí", pero se trata de una casta aún más cerrada y feudal que la nuestra.

En todos los países, por muy democráticos que sean, tienden a formarse oligarquías. El mero roce cotidiano entre personas que ocupan puestos de decisión tiende a formar vínculos y a hacer surgir intereses comunes entre ellas. Lo que diferencia a una verdadera democracia (por ejemplo, Estados Unidos) de un simulacro de democracia (como por ejemplo, Marruecos) son tres cosas: en primer lugar, que el poder de la oligarquía está limitado por la Ley, minimizándose así la arbitrariedad del gobernante; en segundo lugar, que la oligarquía está relativamente fragmentada, gracias a la separación de poderes, para evitar que todo el poder se concentre en un único grupo dirigente; y en tercer lugar, que esa oligarquía es relativamente abierta y son los electores (y no la propia oligarquía) quienes eligen a los oligarcas.

¿En qué posición está España, dentro de ese abanico de países democráticos? Pues, por desgracia, bastante más cerca de Marruecos que de los Estados Unidos. La carencia de respeto por la Ley en nuestros gobernantes, la ausencia de una verdadera separación de poderes y la cooptación de candidatos electorales por las cúpulas de los partidos (combinada con las barreras de entrada a nuevas formaciones políticas) ha hecho que en nuestro país se haya terminado consolidando una auténtica Casta muy parecida al Majzen marroquí.

Y el problema es que, cuanto más se aproxima una oligarquía al modelo del Majzen, más se resiente el estado democrático y más aumenta la desigualdad social. Para un auténtico Majzen, la democracia no es el fundamento de su poder, sino un simple mal necesario, con el que dotarse de legitimidad ante la opinión pública nacional e internacional. Con lo cual, cualquier cosa que permita moldear (o incluso falsificar) la voluntad del pueblo es aceptable. Y la democracia termina convirtiéndose en un mero simulacro. Y si un Majzen quiere el poder es, obviamente, para mantener sus privilegios, lo que quiere decir que un verdadero Majzen termina consagrando una estructura social formada por dos capas bien diferenciadas: una minoría extraordinariamente rica y una mayoría que se mueve en el límite de la subsistencia.

Si miran ustedes a su alrededor, observarán que España era, hace veinte años, bastante más libre y democrática de lo que lo es hoy en día. Nuestra oligarquía ha ido transformándose poco a poco en un Majzen, limitando cada vez más, por el camino, nuestras libertades.

Las pasadas elecciones del 25-M han marcado, afortunadamente, un punto de inflexión. Las posibilidades de manipulación de la opinión pública por parte de nuestra Casta dirigente se han visto muy mermadas, gracias a los pésimos resultados cosechados por los dos principales partidos del régimen. Con lo que, de repente, se ha abierto la posibilidad de frustrar la consolidación final del Majzen español.

Será cuestión de aprovechar la oportunidad para recuperar las libertades perdidas y restablecer los usos democráticos, ¿no?

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