El dedo inmóvil de Robert Schumann
Robert Schumann es uno de los más afamados compositores del siglo XIX, aunque en realidad no iba para compositor. Su vocación inicial era la de concertista de piano, como su admirado Franz Liszt, pero una lesión en la mano terminaría haciéndole abandonar sus esperanzas de ser un gran intérprete.
Cuenta la leyenda que Schumann inventó un artilugio para inmovilizar el dedo anular mientras practicaba con los restantes dedos, con el fin de conseguir más independencia de movimientos en ese dedo, el anular, que está considerado el más débil. Y tanto se inmovilizó el dedo y tanto practicó, que terminó con el dedo lesionado y quedó imposibilitado de volver a tocar el piano en condiciones.
No está del todo claro que esa leyenda sea cierta, y que fuera así como Schumann se lesionó la mano, pero el caso es que la historia ha quedado como ilustración de que la búsqueda de la perfección nos lleva a veces a arruinar futuros prometedores. Por intentar ser un pianista perfecto, Schumann tuvo que renunciar al piano.
Ayer por la noche se celebró en el parlamento griego la votación para aceptar el nuevo plan de ajuste negociado con los socios europeos, tras el referéndum del pasado domingo. Y Alexis Tsipras consiguió sacar adelante su propuesta, aunque no sin una cierta contestación dentro de su propio partido.
El acuerdo es peor que lo que a Syriza y sus aliados les gustaría. También es peor que lo que le gustaría a los socios europeos. Todos se han visto forzados, a uno y otro lado de la mesa de negociación, a ceder en sus posturas y a terminar consiguiendo menos de lo que les hubiera gustado. Pero ese acuerdo es mejor que un no acuerdo.
Syriza podría haberse encastillado en sus posiciones, y haberse estrellado a toda velocidad contra el muro de la salida del euro. También los socios europeos podrían haberse negado a ceder un milímetro, y haberse enfrentado a la inestabilidad derivada de dejar caer a Grecia. Todos podrían haber tratado de lograr sus objetivos máximos, y hacer que la eurozona saltara por los aires. Todos podrían, en definitiva, haber inventado un artilugio para mantener erecto e inmóvil el dedo corazón, con el fin de mandar a la mierda a sus interlocutores. Pero eso habría terminado inutilizándoles a todos la mano.
En lugar de eso, al final se ha impuesto el sentido común. Y todos han preferido lograr un poco menos de lo que les hubiera gustado, a cambio de evitar el desastre. Eso es la política, en definitiva.
Quizá haya quien argumente que los desastres llevan a veces aparejadas bendiciones posteriores. Gracias a que Schumann tuvo que renunciar a su carrera de concertista, se convirtió en un compositor genial. Pero el problema es que no había ninguna garantía de que fuera a serlo. Schumann podía haber terminado como compositor genial, o haber sido simplemente, el resto de su vida, un pianista tullido.
De la misma manera, a lo mejor era una bendición para Grecia y para Europa que los griegos dejaran el euro, pero no hay manera de tener garantías sobre el futuro. Y los riesgos eran demasiado altos.
Dados los peligros, mejor un mal acuerdo que una buena ruptura. Así que celebremos todos que las dos partes hayan preferido no inmovilizarse la mano, para poder tendérsela al contrario.
Por cierto, creo que otro Robert Schuman, uno de los padres fundadores de la Unión Europea, tan experto en el difícil arte de la negociación, se habría sentido enormemente satisfecho del acuerdo alcanzado esta semana. Y de que haya terminado primando la cordura.