Ayer, las juventudes de Esquerra Republicana de Cataluña publicaban una esquela de extraordinario mal gusto, publicitando el concierto que tienen previsto realizar el próximo 6 de diciembre, para celebrar el entierro de la Constitución.
Y al final resulta que sí que vamos a tener que ir todos de entierro, como esos jóvenes independentistas pedían, gracias a que otros jóvenes independentistas acaban de asesinar a otro español.
Hoy, esa banda terrorista llamada ETA, que comparte con ERC el mismo odio hacia la Constitución española, le ha descerrajado dos tiros a un empresario vasco, Ignacio Uría Mendizábal.
No es la única coincidencia desafortunada. El asesinato se produce el mismo día en que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero comunicaba que los ayuntamientos gobernados por los terroristas de ANV recibirán también el fondo de emergencia que se ha habilitado para que las corporaciones locales afronten la crisis. No sólo eso: ni siquiera ve el Gobierno ningún motivo para que ese dinero entregado a los terroristas sea sometido a ningún control especial. 40 milloncejos del ala para que los terroristas no pasen apuros.
¿Qué quieren ustedes que les diga? ¿Que los terroristas son unos asesinos malnacidos? Lo son. Pero estoy harto de condenas retóricas y de estupideces políticas.
Si ETA sigue matando es, entre otras cosas, porque hay canallas que, compartiendo con esa banda de criminales los mismos objetivos nacionalistas, les dan amparo y cobertura ideológica.
Si ETA sigue matando es, entre otras cosas, porque hay canallas que no utilizan las armas legales a su alcance para disolver los ayuntamientos gobernados por terroristas, con el fin de impedir que ETA siga manejando los presupuestos municipales y los datos de los vecinos. Por ejemplo, en el pueblo donde se ha cometido el atentado, gobernado por ANV.
Si ETA sigue matando es, entre otras cosas, porque el Parlamento español ha alcanzado cotas de vileza que jamás se hubiera podido imaginar, porque nuestros representantes no han tenido ni siquiera la vergüenza de derogar la autorización para negociar con esos asesinos, mandándoles así un mensaje claro de que, si perseveran en el terror, antes o después el Estado hincará la rodilla.
Estoy harto de ETA. Pero estoy mucho más harto de quienes, pudiendo haber acabado con ETA cien veces, prefieren reanimarla una y otra vez, con promesas de negociación, con dinero contante y sonante y con una perpetua deslegitimación de esa Constitución que ETA pretende destruir.
Estoy harto de quienes utilizan el terror para ir acabando con España poco a poco.