Hace poco más de un mes, Jaime Mayor Oreja (quizá el único político español que jamás se ha equivocado en lo que a ETA se refiere) avisaba de que el escenario se iba aproximando cada vez más al de un nuevo Pacto de Estella:
Según Jaime Mayor Oreja, el presidente del Gobierno "está preocupado" y "quiere cambiar el escenario político" tras los malos resultados del Estatuto catalán. Zapatero, a juicio del popular, "se está precipitando para que todo el mundo hable de paz porque las cosas le van mal"... Mayor Oreja indicó que en la actualidad está viviendo "lo mismo" que vivió en el País Vasco cuando el PNV firmó el Pacto de Estella con el resto de fuerzas nacionalistas. "Ponga usted en vez de María Teresa Fernández de la Vega el rostro de Arzalluz y en vez de Zapatero el rostro de Egibar", denunció el eurodiputado. "Están repitiendo lo mismo que dijo el PNV en Estella", afirmó, pues el proceso "se parece cada vez más al actual". "Lo están imitando exactamente, van a hacer las mismas cosas, buscarán la aproximación electoral".
La realidad demuestra que estamos, en efecto, ante una reedición del Pacto de Estella. La pregunta fundamental es: ¿por qué se ha producido ese pacto? Retrocedamos en el tiempo para tratar de explicarlo.
Todo el mundo considera que el asesinato de Miguel Angel Blanco fue un enorme error por parte de ETA, error que hizo que surgieran los movimientos cívicos de resistencia al terrorismo. Nada más lejos de la realidad: aquel vil asesinato no fue ningún error, sino un inteligente movimiento estratégico. Los dirigentes de ETA son unos miserables asesinos, pero conocen bien a la sociedad española y saben explotar las debilidades de su clase política. Especialmente su falta de constancia y sus querellas intestinas. El asesinato de Miguel Angel Blanco hizo, en efecto, que la sociedad reaccionara y plantara cara, por primera vez, a la banda etarra. Como consecuencia, ETA comenzó a sufrir un acoso social como nunca antes había experimentado, lo que la situó en trance de desaparición. Entonces, el PNV acudió al rescate y se abrazó a ETA para salvarla de morir ahogada. El resultado fue la declaración de una tregua y la firma del Pacto de Estella, que certificó la adopción de objetivos y tiempos comunes entre el nacionalismo asesino y el mal llamado nacionalismo moderado.
El asesinato de Miguel Angel Blanco no fue un error, sino un órdago lanzado a la cara del PNV. Y el PNV acudió al rescate de ETA, porque sabía que la desaparición de ETA comportaba su propia desaparición a medio plazo. ETA era consciente de que se produciría una reacción social en su contra, pero también contaba con que la clase política española no sería capaz de mantener viva esa reacción y con que el PNV terminaría por tenderle la mano salvadora.
A medida que vamos viendo la evolución de los acontecimientos desde los atentados del 11 de marzo, con un PSOE embarcado en un pacto con ETA que no estaba en su programa electoral; a medida que el análisis de los datos del sumario nos muestra cómo se han falsificado datos para apuntalar la tesis de la autoría islamista y cómo se han obviado todas las pistas que condujeran hacia ETA, no podemos evitar hacernos la pregunta: ¿fue el 11-M un órdago lanzado a la cara de Zapatero?
Lo malo de esa pregunta es que resulta enormemente pertinente. Enfrentado a una masacre de ETA (con o sin mercenarios magrebíes de por medio) ¿cómo reaccionaría el PSOE aquel 11 de marzo? ¿Se encogería de hombros y daría por perdido el poder para muchas legislaturas, en las que los españoles veríamos sucesivamente la desaparición de ETA y la de los partidos nacionalistas en los que el PSOE había comenzado a apoyarse? ¿O aceptaría el órdago y tendería la mano salvadora a ETA, aferrándose a la única posible solución: un golpe de estado mediático que expulsara al PP del poder y que permitiera al PSOE intentar un final dialogado de la violencia?
Dicho de otro modo: el rosario de mentiras y cortinas de humo que inunda el sumario del 11-M, ¿estaba preparado de antemano, o fue improvisado sobre la marcha para responder al órdago de ETA?
Lo chapucero de muchas de las pruebas falsas, las inmensas contradicciones y lagunas de la versión oficial del 11-M, apuntan a que hubo una gran dosis de improvisación en aquellos tres días de marzo. ¿Movilizó el PSOE a sus terminales en las Fuerzas de Seguridad para construir a toda prisa una tesis islamista y tapar, al precio que fuera, una posible participación de la banda terrorista ETA? Situado entre la espada y la pared, ¿decidió Zapatero ligar su suerte a la de ETA? Es una de las hipótesis que se barajan. No es la única, ni tampoco la más inquietante, pero explica a la perfección por qué estamos inmersos en una nueva edición de los Pactos de Estella.