En el artículo anterior veíamos las matrices de transferencia de voto en Madrid y Cataluña, que arrojan algunos resultados interesantes:
- En Madrid, que es donde más se ha hecho patente la toma de la calle por parte de la resistencia cívica al gobierno de Zapatero, lejos de disminuir los votos del PP, lo que se ha producido es un importante incremento de los populares, gracias a la movilización de un número significativo de abstencionistas y a que se la arrebatado un número de votos no menos significativo al propio PSOE. Como resultado, el PP tiene hoy en Madrid más votos que el PSC en toda Cataluña. Y eso, con una participación que ha superado en Madrid el 80%.
- En Cataluña, el PSC ha subido gracias a la absorción de votos de IU y, en menor medida, de ERC, y a que la fidelidad de los electores socialistas ha sido en Cataluña significativamente mayor que en otros lugares. Teniendo en cuenta aspectos como, por ejemplo, el caos de las infraestructuras vivido en Cataluña en esta última legislatura, ¿puede sostenerse categóricamente que son sólo cosas como la economía o las cuitas de la vida cotidiana las que mueven a los electores a mostrar su rechazo a un gobierno? ¿Hubiera logrado el PP en Cataluña una subida similar a la experimentada en Madrid si se hubiera sustituido a Piqué desde el principio por alguien dispuesto a enfrentarse al gobierno tripartito, en lugar de mantener el perfil bajo a lo largo de buena parte de la legislatura?
- La política claramente pro-nacionalista del PSOE no ha tenido su reflejo en una absorción significativa de votos desde los partidos nacionalistas. Salvo el caso del País Vasco, donde el asesinato de Isaías Carrasco parece haber generado un apoyo de última hora en favor del PSE, y salvo un cierto trasvase (menos pronunciado de lo que cabía esperar) desde ERC, motivado por la descomposición de ese partido, los nacionalistas resisten y resisten bien. La política de cesión al nacionalismo no neutraliza a los nacionalistas: los alimenta.
- Izquierda Unida, que se ha comportado como una simple sucursal del PSOE, ha acabado cosechando lo que el dimitido Llamazares ha sembrado durante toda la legislatura, y uno de cada tres de sus votantes han preferido votar al original (el PSOE), en lugar de al calco.
- ERC, por su parte, que cosechó un aumento significativo de votos en 2004, ha perdido todo aquel apoyo popular, que probablemente sólo se debió a la reacción emocional provocada por el atentado del 11-M. Sus votantes se han dispersado entre PSC, IU, CIU y la abstención.
- El partido de Rosa Díez obtiene la inmensa mayoría de sus sufragios entre los votantes del PP. Sin embargo, los resultados en Madrid demuestran que eso no sólo no impide al PP crecer en número de votos, sino que es posible que tenga un efecto de arrastre nada desdeñable que haya contribuido a la propia subida de los populares, al plantear cuestiones que a los votantes del PP les importan y que el PP no se ha atrevido a poner encima de la mesa en toda su crudeza, por miedo a la pérdida del electorado de centro. A la vista de esa irrupción de UPD en el Parlamento y de la paralela subida del PP, no está tan claro que la existencia de dos partidos tenga que ser necesariamente mala: es muy posible que el reparto de papeles (al estilo de lo que PSOE e IU han estado haciendo durante años en la izquierda) sea electoralmente rentable.