"Baraja siempre tú, Woody. Quizá pierdas de todos modos, pero ni tanto, ni con tanta frecuencia. Y cuando pierdas, sonríe" (Robert Heinlein)
Lo que más sorprende de la sentencia, una vez leída en su totalidad, es comprobar que se trata de la mejor sentencia que el PP podría lograr. Que el PP podría lograr sin entrar a cuestionar el funcionamiento de los aparatos del Estado, quiero decir.
Antes del juicio, toda la "verdad judicial", recogida en los sucesivos autos del juez instructor, en los diversos escritos de la Fiscalía y en los diversos informes policiales, afirmaba que ETA no tenía nada que ver con el 11-M; que el 11-M era un atentado yihadista provocado por la guerra de Irak; que la instrucción del caso había sido correcta; que las pruebas eran verdaderas y suficientes, que los inductores eran unos personajes claramente vinculados a organizaciones islamistas... Y que, por tanto, estaba claro que el PP mintió entre el 11 y el 14 de marzo, cuando se empeñaba en atribuir el atentado a una ETA de la que no había pista alguna en las investigaciones.
Después del juicio, sin embargo, nos encontramos con un panorama radicalmente distinto. Con una nueva "verdad judicial" que altera de manera llamativa la posición que antes existía. La desaparición de los autores intelectuales y la eliminación de la Guerra de Irak como motivación de los atentados convierten al PP en el gran beneficiario de la sentencia.
Después del pronunciamiento del tribunal, si el PSOE afirma "No fue ETA", el PP tiene ahora la respuesta: "Tampoco fue Al Qaida". Si el Gobierno dice que "Todo estaba claro", el PP contesta: "No sabemos quién fue el que dio las órdenes, lo que demuestra que hay que seguir investigando". Si alguien acusa al PP de mentir entre el 11 y el 14-M, la respuesta es inmediata: "Entonces mintieron también aquéllos que vincularon la masacre con el tema de la Guerra de Irak".
¿Qué puede haber sucedido para que el PP arranque un empate técnico partiendo de una posición de perdedor? O, dicho de otro modo, ¿qué puede haber forzado al Gobierno a conceder ese empate técnico a última hora?
Antes de responder a estas preguntas, déjenme que haga una precisión: en realidad, no creo que ese empate técnico haya sido concedido "a última hora". Personalmente, una de las cosas que más me llamó la atención en el juicio fue todo lo relacionado con la prueba pericial de traducción de las conversaciones de El Egipcio. Y me llamó la atención por un aspecto que entonces no supe cómo interpretar: por primera y única vez durante el juicio, los peritos nombrados por la Policía (en concreto, por la UCIE) se alinearon con las tesis de la defensa y en contra de sus colegas italianos, que sostenían una traducción de las conversaciones mucho más comprometedora para ese supuesto autor intelectual de los atentados.
Si tan importante era conseguir al menos un autor intelectual, el Ministerio de Interior podía haber dado la batalla. Podía haber elegido otros peritos, dispuestos a defender a capa y espada la posición de la Fiscalía, aunque esa posición fuera aberrante. Como hizo, por ejemplo, en el caso de los análisis de explosivos, en el que los peritos oficiales fueron capaces de sostener tesis sonrojantes con el mayor desparpajo, con tal de que el chiringuito de la versión oficial no se derrumbara. Eso es lo que me sorprendió: que la UCIE podría perfectamente haber nombrado otros traductores que avalaran las tesis de los italianos, en lugar de las de la defensa. Y no lo hizo.
No creo que sea casual. Como tampoco creo que sea casual que el mismo Ekaizer señalara, desde las páginas de El País, durante el desarrollo de la vista oral, la endeblez de las acusaciones contra los autores intelectuales. Preparando el terreno, que se llama. Pero estoy dispuesto a conceder que todo eso no son sino paranoias mías. En realidad, lo importante no es el cuándo, sino el por qué se ha llegado a conceder el empate. Lo importante es determinar qué puede haber sucedido para que el Gobierno renunciara a pelear por las piezas que se han entregado.
Para entender el por qué, nada mejor que fijarse en el profundo divorcio existente entre la propia sentencia y su escenificación. Mientras que la sentencia en sí representa un retroceso de las tesis oficiales que devuelve al PP a la situación de empate, el resumen de la sentencia estaba cuidadosamente elegido para poner en la picota a aquéllos que hemos estado cuestionando la validez de las pruebas.
Incluso aunque la propia sentencia certifica la caída de una de esas pruebas fundamentales del caso (el Skoda Fabia), el resumen leído en la sala del juicio evitaba cuidadosamente cualquier mención al tema, lanzando un mensaje contundente de apoyo a la instrucción judicial, de apoyo a las investigaciones policiales y de corroboración de las pruebas sometidas a cuestión.
Algunos de los periodistas presentes en la sala de prensa de la Casa de Campo interpretaron correctamente quiénes eran los destinatarios del mensaje emitido por el Tribunal: "¡Pobre Luis del Pino!", decían, mientras celebraban visiblemente cada párrafo leído por Bermúdez. Por supuesto, el destinatario del mensaje no era sólo yo, sino todos aquéllos que se han atrevido a poner el dedo en la llaga de la falsedad de las pruebas: Luis del Pino, pero también los restantes periodistas que han estado investigando la masacre o difundiendo los resultados de esas investigaciones. Y no sólo los periodistas, sino cualquier otra persona que se atreva a cuestionar la lógica absurda de lo que nos han contado y, en especial, ese hatajo de conspiranoicos que se hacen llamar peones negros y que han cometido la osadía de ayudar en investigaciones paralelas, que son, por definición, absolutamente intolerables.
El mensaje no podía estar más claro, y he de decirle a los miembros del tribunal que lo hemos entendido todos a la perfección: el funcionamiento de los aparatos del Estado no se discute. Y pobre del que lo haga, porque será sometido a escarnio público en vivo y en directo. Mensaje recibido, señorías. Muchas gracias.
Lo cual nos lleva a contestar a la pregunta que planteábamos antes: ¿por qué el Gobierno concede un empate, si partía de posición ganadora? Creo que la respuesta es obvia: porque hace mucho tiempo que la Brigada de los conspiranoicos había puesto el dedo en la única llaga donde, por definición, no se puede poner: en el papel que las cloacas del Estado jugaron en el golpe de régimen del 11-M.
Desde el principio, nos intentaron encerrar a todos los españoles en la falsa disyuntiva: o ETA o Al Qaida. Desde el principio, intentaron asociar esa imaginaria "teoría de la conspiración" con una inexistente defensa de la autoría de ETA.
Pero el problema surgió cuando algunos nos negamos a aceptar el terreno de juego que nos planteaban. Cuando algunos empezamos a cuestionar la propia validez de las pruebas que nos estaban presentando. Cuando algunos nos empeñamos en señalar algo que resulta evidente para cualquiera que no esté cegado por sus propias convicciones: que las pruebas falsas no las pudo poner ni ETA, ni Al Qaida. No fue Josu Ternera quien depositó un Skoda Fabia en Alcalá tres meses después de los atentados. Ni tampoco Ben Laden.
Por eso hacía falta conceder el empate: para clarificar una posición en la que los propios servicios del Estado estaban empezando a ser sometidos a escrutinio. Y por eso hacía falta que el Tribunal lanzara un mensaje contundente desaconsejando semejante osadía.
Y con esto podemos responder también a una pregunta que dejé en el aire en el artículo anterior: ¿qué piezas han caído a cambio de aquéllas que las blancas se han visto obligadas a ceder? ¿Qué piezas exigieron las blancas que fueran entregadas a cambio, por ejemplo, de renunciar a disponer de autores intelectuales, o a cambio de renunciar a la Guerra de Irak como motivo de los atentados?
¿De qué piezas se exigió el sacrificio para conceder ese empate del que antes hablábamos? Pues está muy claro: de nosotros, de la Brigada de los conspiranoicos. Al fin y al cabo, para eso estamos los soldados de a pie: para hacer de carne de cañon. Cañón mediático en este caso, pero cañón.
¿Y cuál ha sido el resultado de esa masacre mediática, de ese fusilamiento público? ¿Son ciertas las noticias que nos hablan de que esa Brigada fue gloriosamente aniquilada en su última carga?
Veremos la respuesta en futuros artículos.
P.D. para achiperr: Muy buena tu observación sobre el papel de Bouchar en Leganés y lo absurdo que resulta que no le consideren autor material. Como verás, he incluido una referencia a ese aspecto en el artículo de El Mundo de hoy.