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SIC SEMPER TYRANNIS

Vendetta contra el Estado

Como si la profecía de los Sex Pistols en su conocida canción God Save the Queen se hubiera convertido en realidad, Inglaterra se ha transformado en un Estado fascista en V de Vendetta, la novela en forma de cómic que Alan Moore y David Lloyd escribieran hace más de 20 años y que ha sido reeditada ahora por Planeta DeAgostini, al socaire de la versión cinematográfica que han hecho los hermanos Wachowski, los creadores de la trilogía Matrix.

Como si la profecía de los Sex Pistols en su conocida canción God Save the Queen se hubiera convertido en realidad, Inglaterra se ha transformado en un Estado fascista en V de Vendetta, la novela en forma de cómic que Alan Moore y David Lloyd escribieran hace más de 20 años y que ha sido reeditada ahora por Planeta DeAgostini, al socaire de la versión cinematográfica que han hecho los hermanos Wachowski, los creadores de la trilogía Matrix.
Detalle de una portada de una edición inglesa de V DE VENDETTA.
Aun cuando V de Vendetta tuviera la declarada intención de convertirse en una feroz crítica al thatcherismo de la época, lo cierto es que la historia refleja a la perfección tanto la lucha del individuo contra el Estado como la ficción parsimoniosa en que viven los ciudadanos, ante la expansión del intervencionismo.
 
El Estado policial y fascista llega en la novela de Lloyd y Moore trece años más tarde de lo previsto por Orwell en 1984, pero su fisonomía es idéntica: el militarismo termina por encumbrar un Gobierno obsesionado por la seguridad que termina erradicando la libertad y asfixiando la autonomía individual. La ignorancia, la despreocupación, la ingenuidad, el automatismo y la irreflexión, cultivados por la propaganda política, se apoderan de unos ciudadanos que dejan de vivir por y para sí mismos y cuya única función es sostener un régimen corrupto y tiránico.
 
Los ciudadanos son animales de carga que han olvidado el aroma de la libertad. Sus oídos nunca han escuchado a Beethoven, su mente nunca ha interiorizado un libro de Shakespeare o Goethe y sus ojos nunca han contemplado lienzos de Rubens. El Estado ha erradicado la cultura y la ha sustituido por su catequesis ideológica.
 
En medio de esta devastación y cerrilidad ciega, de esta masa acrítica de individuos serviles y engañados, aparece V, un personaje enmascarado y misterioso que conserva la conciencia y la cordura de la libertad. V no tiene cara, nunca la tuvo. No es nadie. Sólo un huracán de verdad que arrasa con la maquinaria estatista de dominación y abre los ojos legañosos de los ingleses.
 
V es un símbolo para los ingleses encarcelados en la mentira: el símbolo de la victoria, el símbolo de la venganza, pero también el símbolo de la infamia estatal; el grado supremo de la inquina y la represión política, de la experimentación con el ser humano a modo de cobaya. V es la tragedia viviente de la erradicación de la libertad, de la concepción del ser humano como una propiedad del Estado que puede modificarse y manipularse a conveniencia de los políticos; pero por eso mismo V es el ariete de los dictadores, de los políticos y de los liberticidas: "Desde los albores de la humanidad, un puñado de opresores ha aceptado la responsabilidad de dirigir nuestras vidas. Esa responsabilidad nos pertenecía".
 
V reivindica ante los ingleses la necesidad de que los políticos retrocedan y la gente asuma la responsabilidad sobre sus vidas, responsabilidad que no debe confundirse con la responsabilidad sobre las vidas ajenas. De hecho, el sujeto enmascarado señala a los propios individuos como culpables últimos de la sumisión de la libertad al poder político:
 
"Hemos tenido a un montón de malversadores, impostores, mentirosos y lunáticos que han tomado decisiones catastróficas. Es la pura verdad. ¿Y quién los ha elegido? ¡Fue usted quien designó a esa gente! ¡Fue usted quien les dio el poder de tomar decisiones por usted! Debo admitir que todos podemos equivocarnos alguna vez, pero cometer los mismos errores letales siglo tras siglo me parece intencionado. Ha apoyado a unos incompetentes maliciosos que han llevado el caos a su vida laboral. Ha aceptado sin rechistar sus órdenes. Les ha permitido llenar su espacio de máquinas nuevas y peligrosas. Pudo haberlos detenido. Sólo tenía que decir NO".
 
Este discurso es ciertamente significativo, por cuanto V recuerda a los ingleses –en realidad, a todos los lectores del cómic que sigan esclavizados por la ficción estatista– que todos los regímenes tiránicos se sustentan, en última instancia, sobre la aceptación mayoritaria. Ya lo dijo David Hume:
 
"Cuando preguntamos por qué medios esta idea está en vigor, nos encontraremos con que, dado que la fuerza siempre está del lado de los gobernados, los gobernantes no se apoyan en nada más que la opinión".
 
Pero, por encima de todo, V apunta al significado profundo de la libertad: la capacidad para decir NO, esto es, el rechazo a ser coaccionados y subyugados. La fuerza de la que habla Hume está del lado del pueblo; V es el honor de ese pueblo que se levanta contra la tiranía y sacude los hombros de cada persona para gritarle: ¡Despierta! ¿Acaso no has tenido suficiente con siglos de opresión? ¿Qué más necesitan hacernos? ¿Qué más necesitan hacerte?
 
El objetivo de V no es causar el terror, no es un terrorista, aun cuando acabe con la vida de los tiranos y coloque bombas en los símbolos del poder fascista. Sus explosiones son el ruido ensordecedor que necesitan oír unas mayorías silenciosas y adormecidas, porque "cuanto más absoluto es el silencio, más impactante es el trueno". En la Inglaterra de V, el silencio de la mentira sólo puede rasgarse con el sonido de unas detonaciones que dan paso a "las llamas de la libertad". No es terrorismo, sino tiranicidio: el Sic semper Tyrannis de Brutus que se convirtió en el lema del Estado de Virginia y que fuera sistematizado por el mismísimo Padre Mariana.
 
Los tiranos deben desaparecer para permitir la supremacía de una justicia asentada sobre la libertad, pues "la justicia carece de sentido sin la libertad". Por eso es importante que la libertad derribe las estructuras del Estado: sólo así la Justicia y el Derecho prevalecerán en un orden natural, espontáneo y voluntario:
 
"Anarquía significa sin líderes, no sin orden. Con la anarquía llega la edad del Ordung, del orden real, es decir, del orden voluntario".
 
Frente a los políticos constructivistas, V defiende la responsabilidad individual y las relaciones voluntarias; frente a la agresión, la legítima defensa; frente al caos estatal, el orden real.
 
No en vano, el Wall Street Journal ha relacionado durante estos últimos días el mensaje de V con el del gran pensador liberal Murray Rothbard, pero también sería acertado destacar, como hemos dicho en las líneas precedentes, algunas pinceladas de Juan de Mariana, Herbert Spencer o Friedrich Hayek en su discurso.
 
"Inglaterra prevalece", afirman continuamente los políticos fascistas a lo largo de todo el cómic. La enseñanza que V transmite a los ciudadanos es sencilla: Inglaterra y los ingleses sólo prevalecerán en ausencia de políticos. ¡Así siempre con los tiranos! ¡Orden y libertad!
 
 
Alan Moore y David Lloyd: V de Vendetta. Planeta DeAgostini, 2005; 304 páginas.
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