Nunca es fácil la respuesta, las síntesis son laboriosas y no se pueden dar hechas. Pero hay libros que no pueden faltar en cada caso. Y si uno se interesa de verdad por un asunto, debe tener en perspectiva el hacerse una pequeña biblioteca.
Hoy me ocupo de España. Con la convicción de que España se puede entender, como afirmó Julián Marías, cuyo es uno de los libros esenciales de esta lista: España inteligible. Razón histórica de las Españas (1985). Marías es recomendable siempre, trate de lo que trate, y sus libros sobre Israel, la India o los Estados Unidos son ya clásicos. También sus memorias, Una vida presente (1989), son más qué útiles si de lo que se trata es de comprender nuestra realidad.
Marías, como se sabe, tuvo un maestro: José Ortega y Gasset, que debiera ser leído íntegro, pero que en esta lista figura en primer término con España invertebrada (1921).
Por supuesto, después de Ortega vienen los historiadores. Los más grandes. Claudio Sánchez Albornoz (España, un enigma histórico, 1957), Américo Castro (La realidad histórica de España, 1954) y Ramón Menéndez Pidal (La España del Cid, 1929; La idea imperial de Carlos V, 1938; El padre Las Casas: su doble personalidad, 1963). No hablo aquí de Menéndez y Pelayo porque, con ser imprescindible, no lo es en el plano introductorio. A Pelayo se llega, como a todos los clásicos.
Sánchez Albornoz, Pidal y Castro dejan abiertas muchas cuestiones que aún no se pueden –tal vez nunca sea posible– dar por cerradas. Una de ellas es la de la fantasía de "las tres culturas". Para alejarse de mitologías deformantes conviene contar con los libros de Serafín Fanjul Al-Ándalus contra España. La forja del mito (2000) y La quimera de Al-Ándalus (2005).
Para la realidad de los siglos de oro: Marcel Bataillon, Erasmo y España (1950). Del emperador y su tiempo se ocupó Ramón Carande en Carlos V y sus banqueros (a partir de 1943, en sucesivas ediciones), pero su obra sólo ilumina una parte del período, y para una mayor y mejor comprensión conviene leer a Julius Klein (La mesta, 1979) y a José Larraz (La época del mercantilismo en Castilla [1500-1700], 1943), un economista e historiador injustamente postergado por su desempeño oficial en el franquismo como procurador en Cortes; en realidad, Larraz había sido alto cargo en la República, como Comisario Nacional del Trigo, pero permaneció en España.
Las obras mencionadas en el párrafo anterior serían insuficientes si no se las complementara con una explicación minuciosa del impacto, sobre la estructura económica y social de la Península, de los metales preciosos llegados de América, lo que expone Earl Hamilton en El tesoro americano y la revolución de los precios en España (1501-1650) (1983). Tampoco bastarían si lo que se pretende es hacerse una idea de la realidad intelectual de la época, cosa que se encuentra en La cultura del barroco, de José Antonio Maravall (1975).
El período de expansión imperial de España trajo aparejada una degradación de la imagen internacional de la nación, sobre la que empezaron a circular infundios, en lo que Julián Juderías llamaría, dejando la fórmula para la posteridad, La leyenda negra (1914, aunque la segunda edición, de 1917, muy diferente de la primera en extensión e información, es la que se ha seguido siempre).
Tras los Austrias hay que ocuparse de los Borbones, de la Ilustración y de los reinados de Carlos III y Carlos IV. Conviene hacerse con la panorámica ofrecida por Jean Sarrailh en La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII (1954) y por Antonio Domínguez Ortiz en Carlos III y la España de la Ilustración (1988). Y continuar con la invasión francesa y la Guerra de la Independencia en Los afrancesados (1989) y La España de Fernando VII (1999), ambos de Miguel Artola.
El siglo XIX después de Fernando VII está perfectamente dibujado por José María Jover Zamora en La civilización española a mediados del siglo XIX (1992) y Realidad y mito de la Primera República (1991).
Para los antecedentes de la Guerra Civil no debe olvidarse nunca El laberinto español, de Gerald Brenan, ni Los latifundios en España, de Pascual Carrión, aunque la bibliografía sobre el tema es inagotable.
Para la Guerra Civil misma es imprescindible contar con Hugh Thomas (La guerra civil española, 1961), aunque creo que la mejor historia de conjunto sigue siendo la de Burnett Bolloten (La guerra civil española: revolución y contrarrevolución, 1991). En su estela se encuentran las obras de Stanley Payne sobre el mismo asunto. Payne es, además, autor de España, una historia única, magnífica introducción de conjunto al relato nacional.
A ojo de buen cubero, los veinticinco libros que acabo de mencionar ocupan cerca de dos metros de estantería, y no quiero estimar lo que cuestan en euros porque sé que no es poco. Cada uno hará su propio camino.