Cinco son alemanes (Peter Burghardt, del Sueddeutsche Zeitung de Munich; Martin Dahms, del Berliner Zeitung y del Frankfurter Rundschau; Paul Ingendaay, del Frankfurter Allgemeine Zeitung; Bárbara Schwarzwälder, de la cadena francoalemana Arte, y Reiner Wandler, del Tageszeitung de Berlín), dos británicos (Edward Owen, de The Times, The Sunday Times y Daily Express, y Elizabeth Nash, de The Independent), dos francesas (Martine Silber, de Le Monde, y Cécile Thibaud, de L’Express); dos holandeses (Henk Boom, de diferentes diarios de Holanda y Bélgica, y Jan Gerrit Hoek, del Telegraaf y Canal Plus de Holanda y Bélgica), una estadounidense (Carlta Vitzthum, del Wall Street Journal y del Business Week); un finlandés (Jyrki Palo, freelance para diferentes medios); una italiana (Michela Coricelli, también freelance), una japonesa (Masako Ishibashi, freelance y maestra de ikebana), una mexicana (Patricia Alvarado Mendoza, de varios medios), un portugués (Nuño Ribeiro, de O Publico) y un suizo (Werner Herzog, que escribe para Facts de Suiza y Focus de Alemania).
Herzog, que además es el compilador del volumen, también es el más veterano, pues lleva treinta años en España y parece no querer marcharse. De todos ellos, algunos han llegado hasta aquí con vinculaciones afectivas o familiares previas, otros las han contraído después y los más están simplemente trabajando sobre el terreno.
Es sabido que "el medio hace al hombre", y este axioma se ve completamente justificado en el caso del periodismo. Quiere esto decir que muchos de los que aquí expresan sus opiniones sobre España lo hacen fuertemente condicionados, primero por su condición de periodistas que beben de una misma fuente (El País y las series de televisión, en particular Cuéntame, Aquí no hay quien viva y Mis adorables vecinos) y después por sus prejuicios de extranjeros que se enfrentan a un país cuya entrada en el Primer Mundo parecen cuestionar a cada momento.
El resultado es una especie de memorial de agravios o libro de reclamaciones en el que cada autor desgrana las dificultades que ha encontrado para integrarse en un país del que se esperaban lo peor. Las quejas sobre la ausencia de guarderías, los horarios, la lentitud de la burocracia, el ruido, la palabrería inútil llenan las páginas de este volumen, pero, con independencia de su exactitud –muchas las suscribo de cabo a rabo–, la mayoría son bastante comunes al resto de los países de nuestro entorno, y la insistencia en explicarlas por nuestro pasado franquista resulta especialmente irritante, sobre todo si se piensa que algunos de lo que eso afirman proceden de países cuyo rigor en la aplicación de la ley es bastante más eficaz del que ellos nos atribuyen por mor de nuestro legendario pasado inquisitorial y franquista.
En suma, se trata de un libro flojo y en general bastante antipático (con escasísimas excepciones, entre las que señalo la divertida teoría de Martine Silber sobre nuestra "santa paciencia" y de las puyas de Barbara Schwarzwälder a los catalanistas) que en puridad hubiera habría debido titularse ¡Vaya corresponsales!, que es lo que yo he exclamado al terminar de leerlo.
Werner Herzog (coordinador): Vaya país. Cómo nos ven los corresponsales de prensa extranjera. Aguilar, 2006; 203 páginas.