En este extraordinario libro, que acaba de ganar el Premio de la Asociación Nacional de Críticos de los Estados Unidos en la categoría de biografía, French expone los detalles más íntimos de la existencia del renombrado escritor nacido en Trinidad y Tobago, cuya obra fue premiada en el 2001 con el Nobel de Literatura.
V. S. Naipaul, que en la actualidad tiene setenta y siete años, es descendiente de inmigrantes de la India que se asentaron en ese paisito caribeño como trabajadores del imperio británico. Aunque a los dieciocho años se instaló en Inglaterra tras ganar una beca de estudios en Oxford, su trayectoria literaria se ha visto marcada por los recuerdos de su infancia y adolescencia en el seno de una familia arrancada de su idiosincrasia y trasplantada a una cultura ajena. Su novela cumbre sería Una casa para el señor Biswas (1961), en la que el protagonista es el alter ego de su propio padre, un hombre desplazado y frustrado que se vio obligado a relegar su verdadera vocación, la de escritor, y afrontar los menesteres de oscuro empleado para sacar adelante un hogar precario. El desarraigo, sentimiento que se agudizó en el joven Vidia tras su llegada al Reino Unido, es un tema central y recurrente en una obra que para los críticos representa el máximo ejemplo de la literatura postcolonial, junto a la de su rival, el poeta antillano y también Nobel de Literatura (1992) Derek Walcott.
Desde mediados de los ochenta, cuando sus novelas comenzaron a ser reconocidas en los círculos literarios, Sir Vidia Naipaul ha gozado de la fama y el prestigio con los que muy pronto soñó, desde que se decidió a camuflar su identidad de humilde triniteño bajo la máscara distante del intelectual british instalado en la campiña inglesa. French, quien obtuvo su permiso para entrevistarlo y revisar tanto su correspondencia como los diarios de su primera esposa, señala que poco después de comenzar sus estudios universitarios el incipiente escritor sufrió una grave depresión, que lo llevó a un intento de suicidio. En este oscuro periodo conoce a Patricia Hale, con quien se casaría siendo ambos vírgenes. En cuestión de poco tiempo Pat se convertiría en su secretaria personal, criada, amanuense y paño de lágrimas.
Es en este punto en el que el biógrafo de Naipaul, convertido en el Marlow de Conrad a la búsqueda de Kurtz en los meandros del río Congo, abre el primer pasaje al corazón de las tinieblas que habitan en el alma del galardonado autor. En sus diarios y cartas anotadas Naipaul reconoce que no se casó por amor, sino por necesidad y apremio en un momento de fragilidad mental y económica. Su prometida no le atraía sexualmente, pero de inmediato comprendió que Pat podía ser la esposa ideal para "un Gran Hombre de Letras". De mutuo acuerdo se embarcaron en un largo y tortuoso matrimonio en el que Vidia no escatimó humillaciones y gestos cada vez más degradantes, que acabaron por dañar irremediablemente a la mujer a la que posiblemente deba gran parte de su éxito literario, por las horas, los días y años en que le sirvió como apoyo y lectora de sus escritos. Si Vidia tenía una idea o acababa de escribir un párrafo brillante, no vacilaba en despertarla en la madrugada para que le escuchara con atención. Tampoco dudaba en avergonzarse de ella públicamente y en descalificarla por no poseer, según él, el talento y la gracia de otras esposas de escritores. Una de las hermanas de Naipaul llega a contarle a French que la incapacidad de Pat para tener hijos acabó por destruirla a los ojos de su marido, quien desde los inicios de su vida en común frecuentó los prostíbulos. Su esposa se enteró de ello por una entrevista que el escritor concedió a The New Yorker en 1994. Dos años después, Patricia Hale falleció víctima de un cáncer de pecho. Al evocarla, Naipaul confiesa a su biógrafo que posiblemente la "mató" de infelicidad.
Con vocación de apátrida, Sir Vidia compaginaba la elaboración de sus novelas con andanzas por el mundo que se traducían en libros de viajes y agudos análisis sociales, como en el caso de su país natal (Trinidad), la tierra de sus antepasados (la India) e incluso el convulso panorama político de Africa: territorios marcados por el colonialismo, el accidentado camino hacia la independencia y un presente lastrado por tradiciones atávicas y unos valores cívicos que, a juicio del viajero, brillan por su ausencia. Son textos severos que la intelligentsia liberal recibió en medio de la controversia. Naipaul, propenso a lanzar boutades y comentarios sarcásticos frente a los periodistas, no rehuye la polémica y está dispuesto a defender su punto de vista en los foros académicos. Encarnando a la persona pública, al personaje estudiado que recibe invitaciones de personajes de la gauche divine como el matrimonio formado por Lady Antonia Fraser y Harold Pinter, el escritor repudia la mentalidad "victimista" del Tercer Mundo y en sus escritos exige una dosis de autocrítica e introspección antes de culpar a los agentes foráneos de los males de las sociedades subdesarrolladas. Pero en la intimidad nunca deja de ser el muchacho pobre y de tez oscura proveniente de Trinidad que se jura, como una altiva Scarlett O'Hara de la literatura, que la sociedad clasista y racista inglesa acabará por rendirse a sus pies de inmigrante.
Y es en los años setenta, siendo ya una figura popular en los ambientes intelectuales de Londres, cuando en un viaje a Buenos Aires conoce a Margaret Gooding, una seductora anglo-argentina de treinta años y casada con la que inmediatamente inicia un borrascoso romance que habría de prolongarse durante un cuarto de siglo. Según su biógrafo, este encuentro abrió la segunda compuerta en el camino que nos conduce hacia la bruma que cubre su corazón. Por las cartas de su amante a las que tuvo acceso French, sabemos que la suya fue una relación sadomasoquista en la que el abuso físico y verbal era usual. En uno de los viajes que Margaret hizo a Inglaterra, Naipaul, víctima de un ataque de celos, la golpeó tanto durante dos días y dos noches, que tuvo que recluirse durante una semana, hasta que desaparecieron los hematomas de su rostro.
En la década de los setenta, extasiado con una más que dispuesta esclava sexual que comparaba su pene con una deidad, Sir Vidia escribió su otra gran obra, Un recodo en el río (1979). Entre tanto, su esposa se mudó a otra casa, donde aguardaba por él anestesiada con barbitúricos.
Naipaul nunca se divorció de la siempre útil y solícita Pat. En cuanto a Margaret, cuando ésta cumplió los cuarenta, para él ya no tenía sentido mantener una relación con una mujer madura que había perdido su único encanto: el salvaje erotismo de una juventud que se había desvanecido. Por medio de su agente literario le hizo llegar a su querida un dinero para dar por terminado el affaire. Mientras Pat agonizaba en un hospital de Londres, en 1995 Sir Vidia conoció en Pakistán a una joven periodista, Nadira Alvi, a quien le prometió matrimonio tan pronto enviudara. Pat, que siempre complació los deseos de su marido, obedientemente murió al poco tiempo. Unas semanas después de ser cremada su viudo esparció sus cenizas en compañía de su segunda esposa, Lady Nadira Naipaul.
Es en este punto donde Patrick French concluye la biografía. Entonces V. S. Naipaul tenía 66 años y había logrado lo que se propuso de joven: era un Gran Hombre de Letras con el titulo de sir, concedido por la Corona inglesa. Su íntima venganza contra los colonizadores.
La neblina se ha disipado al final de esta formidable biografía, que es una suerte de viaje al epicentro del opaco corazón de Naipaul: no había tal corazón ni el más leve latido de arrepentimiento. Sólo la respuesta a una simple pregunta. ¿Puede un gran escritor ser un hombre miserable? Todos los días de su larga y prolífica vida.
PATRICK FRENCH: THE WORLD IS WHAT IT IS. THE AUTHORIZED BIOGRAPHY OF V. S. NAIPAUL. Knopf, 2008, 576 páginas.
THE WORLD IS WHAT IT IS
V. S. Naipaul: el corazón de las tinieblas
¿Puede un gran escritor ser un hombre miserable? En The world is what it is, la biografía autorizada de V.S. Naipaul, su autor, Patrick French, una vez más deja claro, como ya lo estableciera el historiador Paul Johnson en Intellectuals (1988), que el intelectual prominente y con ideas de peso puede vivir divorciado de la ética y la moral.
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