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CHARLES DE GAULLE

Unas memorias imprescindibles

Con cierta incredulidad asistimos a la cuidada edición en castellano de algunos textos clásicos para entender lo que fueron los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Entre otros hallamos la publicación de los tres tomos de las Memorias del general de Gaulle, reunidos en un solo volumen, a cargo de la Esfera de los Libros. Bienvenido sea el esfuerzo editorial y que no desfallezca su voluntad de seguir en la misma línea.

Con cierta incredulidad asistimos a la cuidada edición en castellano de algunos textos clásicos para entender lo que fueron los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Entre otros hallamos la publicación de los tres tomos de las Memorias del general de Gaulle, reunidos en un solo volumen, a cargo de la Esfera de los Libros. Bienvenido sea el esfuerzo editorial y que no desfallezca su voluntad de seguir en la misma línea.
Memorias de guerra del General de Gaulle, de La esfera de los libros.
Las Memorias del general de Gaulle son sencillamente una obra imprescindible para comprender la política internacional durante el siglo XX y, muy particularmente, el caso francés que, sin ánimo de ser redundante, tiene aspectos propios e irrepetibles.
 
Una de las características de las grandes potencias es que tienen sistemas eficientes de selección de personal para el servicio del estado. Las grandes academias militares no sólo forman a los futuros oficiales, sino que apuntan claramente quiénes llegarán al generalato, quiénes tendrán la responsabilidad de mandar un cuerpo de ejército. No olvidemos que durante siglos cada generación ha tenido que entrar en combate en más de una ocasión, que la idea de que la paz podía ser permanente, tan propia de nuestro tiempo, estuvo ajena a su mentalidad y que, por lo tanto, tenían que estar preparados para combatir y lograr la victoria. El joven de Gaulle fue claramente seleccionado y su carrera fue tan rápida como coherente.
 
No procedía del ámbito militar ni en su familia había precedentes de diplomáticos. Como en tantos otros hogares de la Francia tradicional, en su entorno había una combinación de espíritu religioso, sentimiento nacionalista y conocimiento histórico. En ese medio creció y desde aquellos parámetros actuó a lo largo de toda su vida. Destacó pronto por su capacidad para el análisis estratégico y su entronque con los asuntos públicos. Por esta razón cuando la gran crisis estalló de Gaulle era ya una personalidad europea en el debate estratégico, con libros publicados, leídos y discutidos en distintos países, estaba situado en puestos de alta responsabilidad como consejero de la Presidencia y se encontraba en plena batalla contra la mayoría de sus colegas por los principios rectores de la estrategia nacional.
 
Frente al modelo estático representado por la Línea Maginot, tan dependiente de la experiencia de la Gran Guerra, de Gaulle en Francia, como Guderian en Alemania, llevaron a sus últimas consecuencias la emergencia en el campo de batalla de dos elementos relativamente nuevos, pero ahora mucho más viables, el motor y el blindaje. Con motores mucho más potentes la capacidad de destrucción ganaba movilidad, era proyectable a grandes distancias, lo que alteraba la noción de frente. La seguridad de Francia ya no podía depender de una Línea, que podría ser rota concentrando en un tiempo breve una fuerza importante sobre un sólo punto, sino en la capacidad para reagrupar unidades y situarlas en el lugar apropiado, aunque estuviera distante. Alemania escuchó y confió en Guderian, Francia no hizo lo propio con de Gaulle. El fulgurante hundimiento de la Línea Maginot no sólo convirtió al todavía coronel en un referente militar, también creó las condiciones para que diera el salto a la alta política.
 
Francia fue derrotada, pero también fue ocupada. Un gobierno presidido por el general Petain no sólo firmó el armisticio, también aceptó la presencia de fuerzas extranjeras y la subordinación de la política nacional a los dictados de una potencia extranjera. De Gaulle se opuso a la claudicación, presionó para continuar la lucha desde el Imperio y, finalmente, se desplazó a Londres para desde allí reconstruir Francia.
 
El General Charles de GaulleCreo la Francia Libre, apenas un concepto y un puñado de hombres. Con un sentido de la dignidad nacional extraordinario y una tenacidad a prueba de desalientos, de Gaulle se autoproclamó representante legítimo de la auténtica Francia y como tal comenzó a actuar. A los aliados les resultaba interesante disponer de un instrumento de esas características, siempre que se entendiera que era sólo eso, un instrumento para atraer franceses a su causa. Pero de Gaulle estaba en una posición bien distinta. Exigía el tratamiento de igualdad propio de una gran potencia, no paraba de pedir medios para actuar a quien andaba escaso y apenas si daba algo a cambio. Para británicos y norteamericanos de Gaulle era un personaje tan ridículo como irritante, aparentaba lo que no era y en vez de colaborar humildemente en la causa común no paraba de plantear problemas y exigencias.
 
Resulta sorprendente cómo el general escribe de sí mismo en tercera persona, casi tanto como la generosidad con la que, desde la distancia, contempla su obra. Fue un hombre que siempre pensó en términos históricos, para el que la geografía y la cronología eran hechos determinantes y perfectamente interiorizados. Él solo se reconoce a sí mismo en el marco de la Historia de Francia y, desde luego, su actuación sólo puede ser interpretada asumiendo este hecho.
 
No es menos sorprendente que sus memorias de guerra casi ignoren a Alemania, las discusiones estratégicas y los movimientos de tropas. Su atención se centra en la tensión diplomática que mantuvo en todo momento con Estados Unidos y el Reino Unido por el reconocimiento de su causa. Tuvo que soportar primero la disposición norteamericana a entenderse con Petain y después el intento de ignorarle. Sin embargo la firmeza de sus principios y su tenacidad le llevaron a ganar la batalla final. De Gaulle consiguió crear la ficción de que la Francia real resistió y se impuso a las potencias anglosajonas. Su aportación a la victoria fue minúscula, pero colocó a Francia en una extraordinaria posición a la altura de 1945.
 
Para de Gaulle, como para cualquier discípulo del cardenal Richelieu –el padre fundador de la escuela realista- el interés de Francia es lo único trascendente. Todo cambia, se suceden los enemigos y los aliados, pero la Francia eterna permanece. Mientras otros luchaban por liberar Francia y Europa, el tomaba sus primeras medidas para establecer una política de contención frente al imperialismo anglosajón. El contraste entre medios y fines se resolvió a base de firmeza y tenacidad. Carecían de todo menos de objetivos y voluntad.
 
750 páginas no se pueden ni se deben resumir en una reseña. Es mucha la información que aporta sobre un amplio número de temas pero, sobre todo, nos acerca a uno de los grandes personajes de la historia reciente, en el que los franceses se han sentido retratados. El general es un hito más en la construcción mitológica de la nación francesa. Sin duda estuvo a la altura de las circunstancias, fue grande cuando Francia mostró su peor fachada, demostró visión estratégica, capacidad analítica, sentido de estado y una extraordinaria habilidad política asentada tanto en su firmeza como en su sentido de la historia.
 
De Gaulle inaugura un nuevo período de la historia francesa caracterizado por un renovado nacionalismo. Francia es uno de los pocos países europeos dotado de una visión global y capacidad estratégica. Sin embargo, ese sentimiento nacional a menudo interfiere en el análisis de los hechos, privando de objetividad y mesura. En demasiadas ocasiones Francia se sueña a sí misma y confunde deseos con realidades, atentando contra sus propios intereses. Eso es también parte del legado gaullista.
 
Charles de Gaulle, Memorias de Guerra, La esfera de los libros. Madrid, 2005. 757 páginas.
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