Comienza con un intrigante relato sobre un tejedor que emplea el cabello de su esposa, sus hijas y sus concubinas para crear a lo largo de su vida una única alfombra, que adornará el palacio del emperador. A partir de ahí, a través de las historias de otros, podremos ir percibiendo el papel que juegan los tejedores dentro de su pueblo y de la sociedad del planeta. Progresivamente iremos alejándonos de éste para contemplar el destino de otros planetas y galaxias; hasta llegar al gran emperador, dueño de todo y de todos. Sólo al finalizar el libro comprenderemos la razón por la que millones de personas dedican su vida a tejer alfombras, y el trasfondo antitotalitario de la novela se revela en todo su esplendor.
Debido a esta estructura narrativa, el resultado es irregular. Las primeras historias, las que transcurren en el planeta de los tejedores, están perfectamente entrelazadas, como corresponde por otro lado al título del libro. Sin embargo, según nos vamos adentrando en las entrañas del Imperio, la cercanía de los personajes con el lector se pierde y la relación entre éstos se debilita. Resulta mucho más conmovedor e interesante el personaje de un viejo e insignificante profesor de flauta que todo un emperador y los rebeldes que desean destronarle juntos. A pesar de ello, es al final cuando llegan algunas de las más impresionantes historias dibujadas por Eschbach, como ese relato de horror eterno titulado 'El palacio de las lágrimas' o el extraño 'Cuando veamos de nuevo las estrellas', en el que se narra la lucha milenaria por la supervivencia de una tribu frente a unos enemigos que parecen atacarles sin razón.
Por otro lado, ante la necesidad de ofrecer una explicación de lo que al comienzo no era más que un rumor que transcurría de fondo a la narración, el supuesto derrocamiento del emperador a manos de los rebeldes, muchos capítulos y personajes resultan meras excusas para contarnos intrigas palaciegas y viejas historias de conquista que nos vayan acercando al enigma que hay detrás de las alfombras de cabellos.
El gran mérito de Eschbach consiste precisamente en hacernos ver las consecuencias del poder absoluto en los más desvalidos, en prepararnos poco a poco para el impacto que supone conocer la futilidad de tanto sufrimiento, de tantos enormes dramas personales de pequeñas gentes. Por eso el epílogo, con el misterio ya resuelto en el capítulo anterior, es un perfecto recordatorio de la intención antitotalitaria de la novela.
Dice Eschbach que existe una percepción errónea sobre la ciencia ficción: pensar que habla del futuro. La naturaleza del hombre no cambia con el tiempo, y los personajes que nos describe son, ciertamente, de la más vibrante actualidad. Sus vidas, sus costumbres, sus sociedades, tan lejanas a las nuestras, están lo suficientemente cerca del hombre como para resultarnos familiares. El totalitarismo del imperio galáctico no es distinto del nazi o del soviético. En eso radica lo mejor del libro, en que es capaz de hacernos sentir la opresión pese a que la padecen personas cuyas vidas transcurren en un universo extraño e incomprensible que, pese a todo, resulta humano.
Lo peor es, naturalmente, que alguno de los relatos es un peñazo. Pero, afortunadamente, no sucede a menudo, y pasa pronto. Porque lo que queda claro después de leer el libro es que Eschbach es excelente contando cuentos. Y casi todos sus cuentos interesan.