Requero ha sido vocal del Consejo General del Poder Judicial, y eso bastaría para que estuviera justificado el que un libro suyo no fuera otra cosa que una tibia defensa del sistema, para el que se propondrían unas igualmente tibias mejoras. Nada de eso. Requero hace frente al problema de la justicia en España en toda su extensión y lo describe con los tintes dramáticos que merece. También podría haberse esperado de un jurista profesional el habitual recurso al tecnicismo con la excusa de estar obligado por su profesión a elevar el rigor con sacrificio de la claridad. Tampoco hay nada de eso. El libro está escrito en un lenguaje llano, accesible a cualquiera que tenga interés en conocer el estado actual de nuestra justicia.
El asalto a la justicia no sólo es un ensayo jurídico y político. Tampoco se conforma con la descripción de unos problemas y la propuesta de unas soluciones. Es todo eso, desde luego, pero es mucho más. Es una denuncia que alcanza a todo el sistema. Es la denuncia de una izquierda que emplea el Derecho como instrumento de poder, no como medio para alcanzar la justicia. Es también la denuncia de una derecha que se conforma con que la todopoderosa izquierda le permita gestionar de vez en cuando su herencia, esto es, su Estado, el que ella está poco a poco conformando. En definitiva, es la denuncia de un proyecto totalitario que está en marcha desde que el socialismo alcanzó el poder, y más concretamente desde que en 1985 el Gobierno de Felipe González modificó la Ley Orgánica del Poder Judicial para que el órgano de gobierno del Poder Judicial se sometiera, en contra de lo que la Constitución quería, al poder político.
El libro contiene, como no podía ser menos en el caso de José Luis Requero, brillantes defensas de posturas con punto de vista católico en temas como el aborto, los matrimonios homosexuales, Educación para la Ciudadanía y técnicas de reproducción humana asistida con argumentos estrictamente jurídicos. Sin embargo, el autor enfrenta con ardor y valentía un tema que es menor en lo que podríamos llamar "la derecha católica militante": el Estatuto de Cataluña. El análisis es jurídico y político. Cuando el Estatuto otorga a Cataluña su propio Poder Judicial; cuando es perfectamente previsible que en el futuro haga lo mismo el resto de estatutos, como ya ha hecho el de Andalucía; cuando se hace evidente que en España no va a haber un Poder Judicial, sino diecisiete, se concluye que se está destruyendo el Estado constitucional y, con él, el Estado de Derecho.
Esto no es una cuestión baladí para el día a día de las personas. No estamos hablando de juguetes en manos de políticos irresponsables cuya rotura en nada perjudica a los demás. El Derecho no está para que los juristas nos entretengamos en discusiones estériles salpicadas de latinajos; está para resolver los conflictos sociales, lo mismo da que sean los de una comunidad de vecinos que los de una fábrica de automóviles. A lo que vamos no es ya a un Poder Judicial sometido al Poder Ejecutivo, sino a un Poder Judicial sometido en cada territorio al Poder Ejecutivo autonómico, esto es, un Estado dieciochesco, previo a las revoluciones burguesas, con un Poder Ejecutivo absoluto sobre un territorio cuajado de fronteras interiores.
Y lo peor no es que haya una izquierda judicial y jurista que colabora con este proyecto totalitario del que son sin duda padres el PSOE y los nacionalistas, aliados para impedir que la derecha pueda llegar al poder o, de hacerlo, pueda ejercerlo efectivamente. Lo peor es que, para evitar que el proyecto descarrile, la izquierda se ha adueñado del lenguaje y, por ejemplo, opone sus jueces "progresistas" a otros que llama "conservadores", cuando lo que realmente hay son jueces que emplean sus conocimientos jurídicos para aplicar las leyes torticeramente, de conformidad con sus prejuicios ideológicos, y jueces empeñados en que las leyes se apliquen conforme a lo que dicen y no conforme a lo que se quiere que digan. Al poner en el mismo plano a conservadores y progresistas se disfraza el asalto a la justicia por parte de éstos, a la vez que se obstaculiza que aquéllos puedan impedirlo. Es más, Requero denuncia que, por puro mimetismo, han empezado a surgir auténticos jueces conservadores que, imitando a los de izquierdas, aplican las leyes conforme a sus prejuicios. Requero se muestra terminante cuando desaprueba la objeción de conciencia que algunos jueces pretenden disfrutar en la aplicación de determinadas leyes contrarias a sus creencias porque cree que los jueces están para aplicar las leyes y no para dejar de hacerlo cuando no les gustan, pero denuncia que estos jueces, al declararse objetores, no hacen más que comportarse de la misma manera que lo hacen muchos jueces de izquierda, eso sí, con el beneplácito de todo el sistema, incluidos los políticos de la derecha.
Lo mejor del libro llega cuando Requero denuncia la voluntad de nuestros políticos, de todos nuestros políticos, de legislar al margen de la ley natural, aceptando que las leyes son lo que el Estado o la sociedad quieren que sean en cada momento, sin anclaje en ninguna clase de moral. Explica muy bien el autor cómo el asesinato es condenado con las máximas penas en todos los ordenamientos jurídicos no porque a lo largo de la Historia los que los han ido elaborando se hayan puesto de acuerdo en que el asesinato es algo sancionable, sino porque hay una ley natural que lo condena. Eso no quita para que la ley no esté obligada a reprender todas las conductas que moralmente tengan que serlo, sino que debe limitarse a reflejar lo que podríamos llamar "mínimo común denominador moral" de una determinada sociedad, en este caso, la nuestra. Pero lo que no es posible es prescindir de toda moral, pues la ley entonces quedaría desprovista de fundamento y podría ser cambiada o reformada a capricho del legislador político, tal y como está empezando ya a ocurrir.
En definitiva, un buen libro escrito no ya por un juez conservador, sino por un juez libre que denuncia con brillantez de jurista de altura los males de la justicia en España, que son, al fin y a la postre, los males de España misma.
JOSÉ LUIS REQUERO: EL ASALTO A LA JUSTICIA. LA ÚLTIMA BARRERA ANTE EL TOTALITARISMO. Ciudadela (Madrid), 2009. 173 páginas.
El juez REQUERO es el protagonista de la próxima edición de LD LIBROS (lunes 6, 22:45).
El asalto a la justicia no sólo es un ensayo jurídico y político. Tampoco se conforma con la descripción de unos problemas y la propuesta de unas soluciones. Es todo eso, desde luego, pero es mucho más. Es una denuncia que alcanza a todo el sistema. Es la denuncia de una izquierda que emplea el Derecho como instrumento de poder, no como medio para alcanzar la justicia. Es también la denuncia de una derecha que se conforma con que la todopoderosa izquierda le permita gestionar de vez en cuando su herencia, esto es, su Estado, el que ella está poco a poco conformando. En definitiva, es la denuncia de un proyecto totalitario que está en marcha desde que el socialismo alcanzó el poder, y más concretamente desde que en 1985 el Gobierno de Felipe González modificó la Ley Orgánica del Poder Judicial para que el órgano de gobierno del Poder Judicial se sometiera, en contra de lo que la Constitución quería, al poder político.
El libro contiene, como no podía ser menos en el caso de José Luis Requero, brillantes defensas de posturas con punto de vista católico en temas como el aborto, los matrimonios homosexuales, Educación para la Ciudadanía y técnicas de reproducción humana asistida con argumentos estrictamente jurídicos. Sin embargo, el autor enfrenta con ardor y valentía un tema que es menor en lo que podríamos llamar "la derecha católica militante": el Estatuto de Cataluña. El análisis es jurídico y político. Cuando el Estatuto otorga a Cataluña su propio Poder Judicial; cuando es perfectamente previsible que en el futuro haga lo mismo el resto de estatutos, como ya ha hecho el de Andalucía; cuando se hace evidente que en España no va a haber un Poder Judicial, sino diecisiete, se concluye que se está destruyendo el Estado constitucional y, con él, el Estado de Derecho.
Esto no es una cuestión baladí para el día a día de las personas. No estamos hablando de juguetes en manos de políticos irresponsables cuya rotura en nada perjudica a los demás. El Derecho no está para que los juristas nos entretengamos en discusiones estériles salpicadas de latinajos; está para resolver los conflictos sociales, lo mismo da que sean los de una comunidad de vecinos que los de una fábrica de automóviles. A lo que vamos no es ya a un Poder Judicial sometido al Poder Ejecutivo, sino a un Poder Judicial sometido en cada territorio al Poder Ejecutivo autonómico, esto es, un Estado dieciochesco, previo a las revoluciones burguesas, con un Poder Ejecutivo absoluto sobre un territorio cuajado de fronteras interiores.
Y lo peor no es que haya una izquierda judicial y jurista que colabora con este proyecto totalitario del que son sin duda padres el PSOE y los nacionalistas, aliados para impedir que la derecha pueda llegar al poder o, de hacerlo, pueda ejercerlo efectivamente. Lo peor es que, para evitar que el proyecto descarrile, la izquierda se ha adueñado del lenguaje y, por ejemplo, opone sus jueces "progresistas" a otros que llama "conservadores", cuando lo que realmente hay son jueces que emplean sus conocimientos jurídicos para aplicar las leyes torticeramente, de conformidad con sus prejuicios ideológicos, y jueces empeñados en que las leyes se apliquen conforme a lo que dicen y no conforme a lo que se quiere que digan. Al poner en el mismo plano a conservadores y progresistas se disfraza el asalto a la justicia por parte de éstos, a la vez que se obstaculiza que aquéllos puedan impedirlo. Es más, Requero denuncia que, por puro mimetismo, han empezado a surgir auténticos jueces conservadores que, imitando a los de izquierdas, aplican las leyes conforme a sus prejuicios. Requero se muestra terminante cuando desaprueba la objeción de conciencia que algunos jueces pretenden disfrutar en la aplicación de determinadas leyes contrarias a sus creencias porque cree que los jueces están para aplicar las leyes y no para dejar de hacerlo cuando no les gustan, pero denuncia que estos jueces, al declararse objetores, no hacen más que comportarse de la misma manera que lo hacen muchos jueces de izquierda, eso sí, con el beneplácito de todo el sistema, incluidos los políticos de la derecha.
Lo mejor del libro llega cuando Requero denuncia la voluntad de nuestros políticos, de todos nuestros políticos, de legislar al margen de la ley natural, aceptando que las leyes son lo que el Estado o la sociedad quieren que sean en cada momento, sin anclaje en ninguna clase de moral. Explica muy bien el autor cómo el asesinato es condenado con las máximas penas en todos los ordenamientos jurídicos no porque a lo largo de la Historia los que los han ido elaborando se hayan puesto de acuerdo en que el asesinato es algo sancionable, sino porque hay una ley natural que lo condena. Eso no quita para que la ley no esté obligada a reprender todas las conductas que moralmente tengan que serlo, sino que debe limitarse a reflejar lo que podríamos llamar "mínimo común denominador moral" de una determinada sociedad, en este caso, la nuestra. Pero lo que no es posible es prescindir de toda moral, pues la ley entonces quedaría desprovista de fundamento y podría ser cambiada o reformada a capricho del legislador político, tal y como está empezando ya a ocurrir.
En definitiva, un buen libro escrito no ya por un juez conservador, sino por un juez libre que denuncia con brillantez de jurista de altura los males de la justicia en España, que son, al fin y a la postre, los males de España misma.
JOSÉ LUIS REQUERO: EL ASALTO A LA JUSTICIA. LA ÚLTIMA BARRERA ANTE EL TOTALITARISMO. Ciudadela (Madrid), 2009. 173 páginas.
El juez REQUERO es el protagonista de la próxima edición de LD LIBROS (lunes 6, 22:45).