Con esta antología de textos, publicados a lo largo del último año, el maestro Ussía nos regala una excelente herramienta de consulta –y, en casos desesperados, también de plagio discreto–, cuya lectura frecuente contribuirá con toda seguridad a depurar el estilo literario de quien la practique.
Hay que reconocer, no obstante, el resultado irregular de sus columnas: Unas son excelentes, otras geniales, y el resto nada más que inigualables. Porque Alfonso Ussía, en última instancia, es un hombre de carne, hueso y bañador color mandarina, que ya hay que tenerlos bien puestos para esto último.
Precisamente por su maestría en el comentario político diario, "este gobierno de penenes, nescientes, ignaros y polichinelas que tenemos la desgracia de padecer" comete una seria afrenta con él y, por extensión, con sus lectores: coño, no hay derecho a ponérselo fácil. Con una fraila y un Moratinos en la nave, al mando de un titán del pensamiento como ZP, las columnas prácticamente se escriben solas. Por eso, tengo para mí que Ussía debe de estar un poco aburrido de ejercitar su arte con un material tan facilón. Es como si a María Sharapova, su última novieta, la pusieran a jugar al tenis contra un niño de guardería; ganaría todos los sets sin desordenar ni un solo cabello de su adorable melena rubia, pero acabaría con la sensación de estar ensañándose con un rival que no está a la altura.
Alfonso Ussía, persona de gustos refinados, hace honor a esa condición detestando cordialmente los productos artísticos de la secta progre en general y el execrable cine español en particular. No hay que ver aquí la consecuencia de un partidismo furibundo, pues los que conocemos la obra de Ussía sabemos que hay para él valores mucho más importantes que la adscripción o no a una determinada opción política. La honradez, la honestidad intelectual, la coherencia, la excelencia profesional, pero sobre todo la educación y la elegancia, son los rasgos personales que él valora de forma especial antes de emitir un juicio (demoledor en la mayoría de los casos, para qué nos vamos a engañar) sobre algún representante de la esfera pública.
La cifra intelectual de la obra de Ussía gira en torno a la fina ironía, a veces el sarcasmo, para provocar la reflexión del lector entre carcajada y carcajada. Sólo hay un tema, el nacionalismo separatista, con su secuela de terrorismo, en el que abandona estos útiles literarios y la prosa se vuelve entonces una sucesión de mazazos, cuya dureza revela la irritación monumental que le produce este fenómeno totalitario, que tantas vidas inocentes lleva segadas a lo largo y ancho del país. ‘El mayor hijoputa’ es uno de los artículos de este libro que quintaesencia perfectamente esto que decimos.
Con una asombrosa facilidad para la rima chispeante (en un libro anterior nos ofreció en primicia un descacharrante intercambio con Campmany de versos escritos en simples servilletas, mientras ambos se aburrían solemnemente en un acto público), el libro incluye un bello poema dedicado a la actual ministra de Cultura, "la sabia de Cabra", ripioso y divertidísimo, en la más pura tradición de los grandes epigramistas españoles. Porque Ussía ha dedicado mucho tiempo y grandes esfuerzos a desentrañar el profundo calado doctrinal de la producción teórica de la CCCP (Compañera Carmen Calvo Poyato), cuyo legado intelectual perdurará sin duda varias generaciones gracias, sobre todo, a la gran labor compiladora de Ussía, aunque la protagonista jamás se lo agradezca.
Es muy interesante también el análisis exhaustivo que hace de la rica personalidad de Rodríguez, y de sus indudables aportaciones a la cultura occidental. La síntesis más perfecta de la producción conceptual de ZP realizada hasta la fecha se condensa en uno de los artículos que forman parte de este libro, intitulado 'El pensamiento de Zapatero sobre la política internacional, la reforma de la Constitución y su idea del diálogo y del talante'. La columna empieza por la sílaba "bla" y acaba de la misma forma, después de haberla repetido quinientas veintitrés veces, que servidor ha tenido los santos redaños de contarlas una a una. Jamás se resumió mejor la idiosincrasia intelectual del estadista leonés.
Las incursiones idiomáticas de ZP por esos mundos de Dios han tenido también su réplica correspondiente en forma de columna. La majestuosa intervención de nuestro presidente ante la Asamblea Francesa, por ejemplo, mereció un espléndido artículo-homenaje titulado 'Assaut a la assamblé', escrito en el elegante estilo políglota de ZP, que, exhausto por el esfuerzo, Ussía remata confesando estar "jusque les ouefs de ecrire en français". En français zapateril, se entiende.
Algo debe de tener La Jaralera para que la maestría literaria brote con tanta fluidez. La famosa finca del Marques de Sotoancho debiera ser declarada espacio protegido y lugar de peregrinación para los columnistas noveles, aunque, con el escaso sentido del humor de nuestros sociatas, probablemente tal declaración de bien cultural se enfrente a obstáculos insalvables.
Por poner una pega: el libro merecía un prólogo, tal vez escrito por la propia sabia egabrense, cuyo dominio de la lengua y vastos saberes habrían puesto un excelso toque de elegancia erudita que hubiera embellecido, aún más si cabe, el resultado final de una obra magnífica.
Otra cosa más que difícilmente podemos perdonar los fieles lectores del maestro Ussía es que siga privándonos de contemplar esa fotografía suya con el famoso meyba color mandarina rodreja. Se trata de un documento histórico que ni siquiera el propio implicado tiene derecho a hurtarnos. Si se sigue negando a desclasificar la famosa imagen, correrá el riesgo de pasar a la Historia como Serra el chico y sus papeles del Cesid. Menudo escandalazo en La Jaralera.
Alfonso Ussía: Crónica del desastre. Zapatazos, maragalladas y otros desatinos. Ediciones B, 2005, 334 páginas.