La traducción al castellano de este diálogo entre un filósofo, Habermas, y un teólogo racionalista, Joseph Ratzinger, que tuvo lugar el 19 de marzo de 2004 en la Academia Católica de Baviera, no puede ser más oportuna para elevar el pobre nivel de discusión en que Gobierno socialista ha situado el catolicismo en España. La lectura de este libro muestra, en primer lugar, la lejanía entre lo que defienden estos dos autores sobre los fundamentos religiosos de la democracia, por un lado, y el Gobierno socialista español, por otro. Mientras que entre los primeros hay casi una completa coincidencia a la hora de reconocer el cristianismo, la religión católica, como una fuente, o mejor, un reservorio moral del Estado de Derecho, el Gobierno socialista, por el contrario, y de acuerdo con el anticlericalismo propio de siglos pasados, utiliza la palabra "Dios", por decirlo con María Zambrano, como si se tratara de un pedrusco.
La teoría de la acción comunicativa de Habermas ha evolucionado hasta el punto de reconocer a la tradición católica en general, y a la teología de la verdad de Ratzinger en particular, que las sociedades post-seculares no pueden prescindir de la sabiduría moral que se desprende de las tradiciones religiosas. Al fin Habermas, de modo parecido al Ortega de los años 30, tiene que considerar críticamente el laicismo; más aún, éste tiene un componente totalitario de difícil defensa.
En otras palabras, la filosofía racionalista nos enseña que el anticlericalismo deviene en puro analfabetismo, salvajismo totalitario, cuando le cuesta reconocer, como diría María Zambrano, que es imposible comprender la calidad de una cultura sin entender previamente la calidad de sus dioses, o mejor, de su Dios.
A diferencia de lo que mantuvo en el pasado, Habermas concede a Ratzinger que la religión pervivirá en las sociedades secularizadas como un factor esencial, que alimente la sensibilidad moral de sus ciudadanos. Por su parte, Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI, reconoce que el cristianismo no es una religión cualquiera, sino una religión ilustrada; o sea, frente al Dios de las religiones más o menos fideístas, el cristianismo forma parte desde sus comienzos de los esfuerzos desmitologizadores del pensamiento racional.
En segundo lugar, este libro muestra con gran inteligencia y sensibilidad estética, especialmente por parte de Ratzinger, la falsedad de algunas contraposiciones entre liberalismo y pensamiento católico, entre razón y fe. Hace tiempo que la democracia cristiana, más de lo que considera Habermas, hizo causa común con el liberalismo, con los defensores liberales del Estado de Derecho. En cualquier caso, valga como ejemplo del fin de esos debates, a veces más ficticios que reales, la declaración que hizo Habermas en agosto del año 2005, cuando Benedicto XVI visitó Colonia, sobre la reconciliación de la Ilustración con el pensamiento católico:
"Desde el Vaticano II la Iglesia Católica ha hecho las paces con el 'liberalismo', es decir, con el Estado de Derecho y la democracia. Por lo tanto, no existían grandes diferencias entre el punto de vista del entonces cardenal Ratzinger y el mío por lo que respecta a la cuestión de los 'fundamentos prepolíticos de la democracia'. Los puntos en común abarcan también ciertas cuestiones bioéticas que se plantean hoy en día como consecuencia de los avances de la medicina, la ingeniería genética o la investigación del cerebro".
Joseph Ratzinger y Jürgen Habermas: Dialéctica de la secularización. Sobre la razón y la religión. Encuentro, 2006; 69 páginas.