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FRANCISCO SILVELA

Un conservador a debate

Los liberal-conservadores españoles del XIX necesitan un buen estudio de conjunto, un proyecto imaginativo que les saque del anonimato relativo. Y no sólo eso, sino un estudio que valore las cualidades de hombres de Estado, con sus aciertos y errores, que les significaron frente a visionarios y totalitarios de todo pelaje. Me refiero a Cánovas, Martínez de la Rosa, Ríos Rosas o Francisco Silvela.

Los liberal-conservadores españoles del XIX necesitan un buen estudio de conjunto, un proyecto imaginativo que les saque del anonimato relativo. Y no sólo eso, sino un estudio que valore las cualidades de hombres de Estado, con sus aciertos y errores, que les significaron frente a visionarios y totalitarios de todo pelaje. Me refiero a Cánovas, Martínez de la Rosa, Ríos Rosas o Francisco Silvela.
Francisco Silvela.
Luis Arranz, profesor titular de Historia del Pensamiento en la Universidad Complutense de Madrid, relata en este libro la trayectoria de Francisco Silvela. Arranz ya publicó dos trabajos que apuntaban en esa dirección, uno sobre el liberalismo conservador español del XIX y otro en el que comparaba a Cánovas con Silvela. En esta ocasión se trata de una edición de los más importantes textos políticos de aquel hombre de gobierno, precedida de un estudio preliminar de algo más de 200 páginas. Arranz, siguiendo las líneas de la historia política renovada, concede la importancia debida al individuo, a sus ideas y al acontecimiento político.
 
Aquí se muestra al Francisco Silvela joven, pisaverde, con aquel texto sobre la Filocalia –tan cursi parece lo descrito como el escritor–, que estudió Derecho y acabó en la política. Diputado con Cánovas en el grupo liberal-conservador durante el Sexenio, tras la vuelta de los Borbones ocupó varios ministerios y fue presidente del Gobierno en dos ocasiones, entre marzo de 1899 y julio de 1903. El relato de los debates parlamentarios sobre las reformas del Gobierno liberal de Sagasta –el jurado y el sufragio universal– está muy bien construido, así como la ruptura con Canovas, que tanto mal supuso para el conservadurismo español.
 
La idea más interesante del estudio preliminar es que Francisco Silvela, a pesar de su brillante trayectoria como diputado desde 1870, fracasó en su proyecto de gobierno. La razón, sostiene Luis Arranz, es que el político conservador se decidió a emprender una "regeneración desde arriba", un cambio en el régimen rompiendo la convivencia con el partido liberal que había hecho posible el régimen de la Restauración. El despropósito no acabó ahí. Silvela quiso que esa "regeneración" fuera acompañada de una descentralización administrativa que contentara al catalanismo. Además, se empeñó en la recuperación del "sentido imperial" con la construcción una flota de guerra que cortara la especulación sobre la "incapacidad de España para ejercer plenamente su soberanía como nación". Este proyecto suponía un gasto público que impedía el equilibrio presupuestario que postulaba su ministro Villaverde.
 
Cánovas del Castillo, gran artífice de la Restauración.El político conservador dejó de ser liberal y se convirtió en regeneracionista. Intentó su particular vía de renacimiento nacional, con el 98 a rastras, asumiendo parte de los lugares comunes que repetían algunos intelectuales del momento, periódicos y partidos antisistema. Silvela olvidó la tradición liberal española, la que dio vida al régimen de la Restauración, a sus instituciones, costumbres y partidos, y con ello firmó su fracaso.
 
Silvela se presenta así, a mi entender, como un conservador a debate; es decir, ¿la modernización de la derecha consiste en asumir como propias las reivindicaciones de otros partidos, aunque sea a costa de perder las propias? Silvela creyó que la salvación era la "regeneración" y asumió la crítica al liberalismo, despreciando los cambios institucionales y la articulación de mecanismos para un nuevo funcionamiento del sistema. En este sentido, fue ingenua e irresponsable su creencia en que el sufragio universal por sí sólo, sin una reforma de las circunscripciones electorales ni una adecuación de los partidos y las instituciones, renovaría el régimen y permitiría acabar con la corrupción. Es como si su oposición al sufragio universal desde 1870 a 1890 no la hubiera hecho desde unos principios políticos y constitucionales sólidos. La falta de sentido político fue mayor, porque, además, la democracia, según señala Arranz, no era por aquel entonces más que una "aportación teórica de la izquierda del partido liberal", no una demanda social.
 
Silvela, por otro lado, construyó la Unión Conservadora, desmantelando inútilmente el conservadurismo en Barcelona; como indica Arranz, "en aras de la aproximación al regionalismo". Silvela veía el catalanismo únicamente como un impulso sentimental, pero aquél despreció el proyecto descentralizador y exigió la devolución de la Generalitat. La paradoja de aquel político conservador es que, en dos de sus discursos, en 1889 y 1892, sostuvo que la "autonomía le venía grande, por falta de personal cualificado, a no pocos de los ayuntamientos españoles, pasto de la corrupción y el desbarajuste".
 
En conclusión, se trata de un buen libro para pensar en la importancia de los partidos y sus líderes, en los mecanismos para la conservación y quiebra de los gobiernos representativos, en la responsabilidad de los individuos, en el peso de las ideas y en la necesidad de que los hombres de Estado posean un proyecto político verdaderamente pensado, responsable y conocido.
 
 
Francisco Silvela y de la Vielleuze: Escritos y discursos políticos. Entre el liberalismo y el regeneracionismo. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2005; 571 páginas. Edición, estudio introductorio y notas a cargo de Luis Arranz Notario.
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