Sobre los dos primeros he publicado ya sendos artículos (en Revista de Estudios Políticos, 2005, y La Ilustración Liberal, 2009), y en ellos he citado y comentado la bibliografía esencial existente hasta el momento de redactarlos.
La literatura sobre Lincoln, como puede suponerse, supera en cantidad a la de todos los presidentes –incluido Washington– y demás líderes políticos de aquella gran nación (incluso en España ha tenido dos notables biógrafos: Isaac Montero y César Vidal). La bibliografía sobre Roosevelt (TR) también es considerable. Lincoln y TR figuran en todos los rankings, populares o académicos, de presidentes más importantes de la historia americana, y cabe recordar que sus monumentales cabezas están esculpidas –junto a las de Washington y Jefferson– en Mount Rushmore (South Dakota), el famoso altar de la democracia.
Hamilton, el único de los tres que no fue presidente (aunque, como recelaba John Adams, era el auténtico regente en la sombra), tuvo una gran influencia en Washington: no sólo fue secretario del Tesoro, sino que asesoró decisivamente al presidente en temas constitucionales, internacionales y militares. Como fundador del Partido Federalista y ardiente abolicionista, creó el linaje ideológico que heredará el Partido Republicano de Lincoln y TR.
Desde la publicación de la biografía de Hamilton, prácticamente definitiva, de Ron Chernow (2004), en el segundo centenario de su muerte, no han aparecido nuevos trabajos relevantes, excepto el de Harper (2005) sobre su rol en la política exterior y el de Robert E. Wright (2008) sobre su rol en la política financiera. En un plano más divulgativo merece citarse el reciente libro de Jean Fritz Alexander Hamilton: The Outsider (2011).
Sobre Lincoln no dejan de publicarse obras; especialmente prolífica fue la cosecha de 2009, en que se cumplieron los 200 años de su nacimiento. En los últimos meses han aparecido dos interesantes obras bajo la supervisión del experto Harold Holzer: The Lincoln assassination (2010) y Lincoln on War (2011). También es reciente el Killing Lincoln: The shocking assassination that changed America forever, de Bill O'Reilly y Martin Dugard, que no aporta nada nuevo pero que, dada la popularidad de O'Reilly, será seguro un best seller y tendrá un efecto positivo en términos de divulgación.
Más interesante me parece el Colonel Roosevelt de Edmund Morris (2010): se trata de la tercera y última parte de una magna trilogía; los títulos precedentes fueron The rise of Theodore Roosevelt (1979) y Theodore Rex (2001). Casi con seguridad, Morris ha escrito con rigor y brillantez la biografía definitiva del personaje. Por supuesto, el propio autor reconoce que en los últimos años han aparecido obras excelentes que han tratado algunos aspectos más parciales de la vida de Roosevelt, como las de Kathleen Danton (2004), Candice Millard (2005), Patricia O’Toole (2005), Lewis L. Gould (2008) y Douglas Brinkley (2009). La de P. O'Toole, When trumpets call: Theodore Roosevelt after the White House (2005), abarca precisamente el mismo periodo que la de Morris, pero con menor minuciosidad e información. Otra más reciente de Gould, The Presidency of Theodore Roosevelt (2011), corresponde al mismo periodo que desarrolla la segunda parte de la trilogía de Morris, pero con un tratamiento más convencional y adecuado de la historia política de la presidencia de TR.
Colonel Roosevelt, que abarca desde 1909, cuando TR termina su segundo mandato, hasta la muerte de éste, el 6 de enero de 1919, es un relato apasionante y dramático de la lucha del expresidente por retener el poder y el liderazgo. El empeño le lleva a una situación límite, la campaña presidencial de 1912, en busca de un tercer mandato, donde el experimento progresista del Bull Moose Party prefigurará lo que algunos consideran una tercera vía prefascista que pudo haber destruido el sistema político tradicional. La victoria de Wilson, al frente de la coalición progresista-populista demócrata, hizo entrar en razón a TR, que regresó al seno del republicanismo constitucional liberal-conservador en sus últimos años (1914-1919).
En este último periodo culminará TR su pensamiento en política internacional que había empezado a pergeñar en 1904, con el corolario a la Doctrina Monroe y promoviendo las conferencias de arbitraje de Portsmouth, Algeciras y La Haya. Al recibir el Premio Nobel de la Paz, en mayo de 1910, propondrá el establecimiento de una Liga de la Paz entre los Estados civilizados y respetuosos de las leyes, con una fuerza armada combinada capaz de garantizar la seguridad internacional, con lo que anticipó el sistema de la Alianza Atlántica de nuestro tiempo.
Un mes después viajará a Londres como representante oficial de los Estados Unidos en los funerales del rey Eduardo
Como anécdota curiosa, poco conocida, diré que TR, durante su último viaje a Europa en vísperas de la Gran Guerra, visitó Madrid (con excursiones a La Granja y El Escorial) durante cuatro días para asistir a la boda de su hijo Kermit con Belle Willard, hija del embajador norteamericano. Morris relata que tuvo un encuentro cordial con el rey Alfonso y la reina Victoria Eugenia, y que incluso ofreció una rueda de prensa en alabanza de España y la civilización hispánica en América. Pero la prensa socialista y republicana no se fio de él. "Conocemos su actitud hacia España. No le damos la bienvenida", sentenció El País. No cuenta Morris que la Reina madre María Cristina asimismo evitó encontrarse con el ilustre visitante, el viejo coronel de los Rough Riders.
MANUEL PASTOR, director del Departamento de Ciencia Política de la