Lo he leído de un tirón, y creo que mis lectores encontrarán en él, atractivamente presentados, información y criterios para comenzar a entender nuestro complicado presente, sin que les repela ningún aparato estadístico y gráfico. ¡Ah!, pero hay más: Tortella se ha proclamado "marxista liberal", y eso se ve en el libro. Además, sostiene que Keynes, un "gigante intelectual", hizo ver que el paradigma clásico "tenía una validez limitada", y esto le permitió "contribuir decisivamente a encauzar la historia del mundo en que le tocó vivir".
Tamaños desafíos son irresistibles para quien, como yo, presta mucha mayor importancia que Marx a las contradicciones internas dentro de los colectivos, como las clases sociales o las naciones, que los marxistas consideran los protagonistas de la historia; y cree que lo que la historia ha demostrado más bien es "la validez limitada del paradigma keynesiano".
Entiendo que Tortella es, en efecto, un marxista liberal. Considera, con Schumpeter, que la teoría económica de Marx "está muerta y enterrada". Pero ve el estudio de las condiciones tecnológicas, económicas y sociales como un instrumento indispensable para descubrir las líneas maestras del devenir histórico, sus etapas y sus variados ritmos. Hay que recordar que Marx fue el verdadero fundador de la especialidad de historia económica, la especialidad de Tortella.
Nuestro autor cree, como Marx, que el avance de la tecnología es un factor crucial en la evolución de las sociedades hacia el capitalismo; sin embargo, cita muchos ejemplos de revoluciones tecnológicas abortadas. Considera, a la manera de Marx, que la lucha de las clases trabajadoras por encontrar un sitio en la estructura política de las sociedades capitalistas explica la evolución hacia sistemas económicos mixtos y el abandono del patrón oro y el laissez-faire.
Pero no sostiene, como Marx, que el futuro sea predecible sobre la base de las leyes históricas de cada etapa del desarrollo. De todas formas, se lanza a pronosticar que el siglo XXI ya no vendrá marcado por la lucha de clases, sino por el enfrentamiento entre lo que burdamente se llama "Norte" y "Sur".
Ello no obsta, y aquí es donde se le puede aplicar el calificativo de "liberal", para que Tortella considere que las actitudes recalcitrantes de las clases instaladas en el poder hayan sido fuente de conflictos innecesarios y muchas veces cruentos, por lo que fustiga el proteccionismo e intervencionismo de los poderosos.
Tortella, sin embargo, no concede un lugar suficiente a lo impredecible de la historia, ni a los conflictos y contradicciones dentro de los grandes colectivos sociales. Así, cuando habla de la lucha de clases, en el capítulo quinto, comete el error de atribuir a reformadores utópicos como Robert Owen un papel decisivo en la erosión de la actitud intransigente de las autoridades británicas hacia las organizaciones obreras. Quienes consiguieron la abolición en 1828 de las Combination Acts, las leyes que prohibían las asociaciones de trabajadores y la emigración de artesanos al extranjero, fueron los economistas políticos de la escuela de Bentham y Ricardo. Además, fue John Stuart Mill quien prestó respetabilidad a la reforma de la ley sindical británica de 1873, al apoyar la idea de que los sindicatos se libraran de responder de los daños y perjuicios causados por las huelgas, con las graves consecuencias que tal privilegio ha tenido para la democracia.
Pese a todo, el liberalismo sentimental no consiguió la nacionalización de las instituciones privadas de ayuda a los más necesitados en Gran Bretaña hasta 1945: la comisión presidida por Eduardo VII cuando aún era príncipe de Gales rechazó la propuesta de sistemas de beneficencia pública, lo que libró a la sociedad británica del Estado de Bienestar durante otro medio siglo.
Creo que la transformación de las democracias en el "Ogro filantrópico" denunciado por Octavio Paz no es tanto el resultado inevitable del ascenso de las clases trabajadoras al poder político como, muchas veces, del oportunismo de buscadores sin escrúpulos o de la comisión de errores por autoridades ignaras. Bismarck utilizó los seguros sociales para desarbolar el partido socialdemócrata y poner las clases obreras al servicio del Imperio alemán. Atlee llevó al Reino Unido por un camino muy distinto que el señalado por Erhard para la Alemania derrotada. China, la India y el África negra apenas se están librando de su fe en la planificación aprendida en la London School of Economics o en la Universidad Patricio Lumumba de Moscú.
Igualmente, el abandono del patrón oro en la década de 1930 no era inevitable a la vista de "las nuevas realidades políticas y sociales", ni Keynes la única cabeza que "intuyó lo que ocurría". Jacques Rueff, con razón, dijo que el elevado paro obrero en Gran Bretaña durante los prósperos años 20 se debió a la generosidad del seguro de paro; y la gran depresión de 1929 a 1934 se debió la equivocada política monetaria de una empresa pública –la Reserva Federal–, como lo demostró Milton Friedman. La historia no estaba escrita.
Como ven, el ensayo de Tortella incita a pensar y discutir: léanlo.
© AIPE
Gabriel Tortella: Los orígenes del siglo XXI. Gadir, 2005; 562 páginas.