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EL SIGLO DE TINTÍN

Tintinología española

Tintín nació en Bruselas el 10 de enero de 1929 de la pluma de Georges Rémi, alias Hergé (que es cómo se pronuncian, en francés, las iniciales de su apellido y de su nombre, por este orden), creador de la "línea clara" y de una nueva manera de narrar en viñetas. Para entendernos, Hergé es a los cómics lo que Prestley al rock o Hitchcock al cine de intriga y de acción: se podrá componer, filmar o dibujar de otra manera, pero nadie que haga estas cosas después de ellos podrá permanecer fuera de la órbita de sus respectivas obras.

Tintín nació en Bruselas el 10 de enero de 1929 de la pluma de Georges Rémi, alias Hergé (que es cómo se pronuncian, en francés, las iniciales de su apellido y de su nombre, por este orden), creador de la "línea clara" y de una nueva manera de narrar en viñetas. Para entendernos, Hergé es a los cómics lo que Prestley al rock o Hitchcock al cine de intriga y de acción: se podrá componer, filmar o dibujar de otra manera, pero nadie que haga estas cosas después de ellos podrá permanecer fuera de la órbita de sus respectivas obras.
Se da la circunstancia de que ese mismo año nacería otro personaje, esta vez de carne y hueso, que junto a Hergé y Simenon configura la trilogía de talentos del siglo XX que los belgas esgrimen cuando les reprochan su proverbial medianía; me refiero al cantante Jacques Brel.
 
Las aventuras de Tintín han sido traducidas a todos los idiomas, y se han vendido tantos ejemplares como de la Biblia o del Quijote. Se da la circunstancia de que guarda con este último personaje bastantes más similitudes de lo que muchos podrían suponer. Como don Quijote en la caballería andante, Tintín cree en la misión redentora del reportero y va por el mundo enderezando "tuertos", acompañado de su Sancho particular, el perrito Milú. Y como don Quijote, Tintín se ha segregado de la figura de su creador. No son muchos los personajes que, fuera de su carga simbólica inconsciente (Fausto o Don Juan, Peter Pan), merecen tal singularización. Por supuesto, habría que añadir a esa lista a Sherlock Holmes y a algunos más, que se podrían contar con los dedos de las manos. Por eso no es raro que se escriban biografías de estos personajes a los cuales sus creadores han sabido dotar de vida propia.
 
En este caso, y por primera vez en la amplísima bibliografía tintinesca, un español contribuye a esclarecer algunos de los misterios de la personalidad de Tintín y, de rechazo, de su creador. Fernando Castillo, autor del libro que comentamos, es especialista en Derecho, Historia y Ciencias Sociales y se ha ocupado de temas de estrategia, relaciones internacionales y otras materias relacionadas con la historia. Con este libro Castillo entra con pleno derecho en la "secta de los tintinólogos", de la que ya se había hecho acreedor en algunos artículos anteriores y a la que pertenecen reputados científicos, historiadores y semiólogos del mundo entero; mencionaré tan sólo el famoso estudio de Michel Serres titulado Las joyas sustraídas o la cantante calva, sobre el álbum Las joyas de la Castafiore.
 
En este libro Castillo nos demuestra que la biografía de Tintín es inseparable de la del siglo XX, al que califica de "siglo" de Tintín. Álbum a álbum, va siguiendo los distintos procesos y cambios acaecidos en el personaje, el cual, sin perder un ápice de su extrema juventud, como ocurre con todos los héroes de los tebeos, evoluciona al socaire de los acontecimientos históricos y de la vida de su creador. Desde el adolescente algo atropellado de los primeros álbumes, Tintín en el país de los soviets, Tintín en América y Tintín en el Congo, cuya tosca ideología provocará a su autor más de un disgusto, pasando por el joven reflexivo y maduro de los álbumes creados en el esplendor de la vida de ambos, hasta llegar el ya algo distante y cansado Tintín que se despide de sus lectores en el deslavazado volumen titulado Tintín y los Pícaros.
 
Castillo no acepta la idea generalmente asumida de la indiferencia política de Hergé, ni por tanto de su personaje, y demuestra cuánto le preocupó, por ejemplo, el auge de los totalitarismos (El cetro de Otokkar o El loto azul, por ejemplo), las dictaduras (con toda la serie de álbumes dedicados a Sudamérica), el problema de Oriente Medio, y señala cómo, a raíz de la ocupación de Bélgica por los nazis, aunque siguió trabajando y, en cierto modo, colaborando, en realidad se dedicó fue a sobrevivir, evadiéndose de la realidad y centrándose en aspectos más fantásticos (El cangrejo de las pinzas de oro, Las siete bolas de cristal).
 
Fernando Castillo observa cómo Hergé se ha ido alejando en esos años oscuros de la obsesión por la documentación que caracteriza a sus álbumes anteriores a la Ocupación y ha alejado a Tintín de su intensa actividad política, sin dejar nunca su curiosidad por la ciencia y sus adelantos, al tiempo que las historias se van enriqueciendo con otros personajes, también muy populares, como los inspectores Hernández y Fernández, el capitán Haddock, la Castafiore, que configuran el entrañable e insustituible mundo de Tintín.
 
Como es natural, Fernando Castillo recoge todo lo que se refiere al impacto de este personaje en el ámbito español, desde la exigua presencia de España en las peripecias internacionales del gran viajero que es Tintín hasta su recepción por parte de los lectores españoles, que sólo a partir de 1958, cuando el reportero iba a cumplir ya 30 años de su incombustible existencia, pudieron aficionarse a sus aventuras, ya que en esa fecha la editorial Juventud empezó a traducir sus álbumes con regularidad. No es un retraso muy significativo, ya que la importancia de Tintín fuera del área francófono procede en general de los años 60, siendo Alemania donde más éxito tiene, seguida de Inglaterra, España, Dinamarca y Suecia. Lo que está claro es que, 76 años después de su creación, ese híbrido de Peter Pan y de don Quijote sigue encandilando a personas de todas las edades y estamentos.
 
 
Fernando Castillo, El siglo de Tintín. Madrid, Páginas de Espuma, 2004, 326 páginas.
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