"En una época en la que, demasiado a menudo, a los estudiantes occidentales se les enseña a despreciar su propia civilización y a ensalzar las ajenas –cuanto más primitivas, brutales y extrañas, mejor–, este libro puede ser el antídoto desesperantemente necesario", ha escrito Bruce Bawer, otro valiente, otro hombre libre, otro autor de imprescindibles (Mientras Europa duerme, Surrender) empeñado en salvar a Occidente de sí mismo: ojo a su próximo libro, que promete desde el mero título: The New Quislings. How the International Left Used the Oslo Massacre to Silence Debate About Islam. A ver si los editores españoles tienen ojo. Y huevos.
"La civilización occidental es buena para el mundo", resume enseguida Ibn Warraq, luego de poner como no digan dueñas a su paisano Gandhi –de quien resalta su "ingratitud, hipocresía, arrogancia e incomprensión"– y poco antes de hacer el panegírico de Nueva York, la ciudad de los rascacielos y de las 11.000 hectáreas de zonas verdes, "ese poderoso ejemplo de las posibilidades de la vida en una ciudad libre en un mundo libre", de la energía y la creatividad occidentales, del E pluribus unum que luce en su escudo Estados Unidos y que bien pudiera ser el emblema de todas las sociedades abiertas. Arriba NY, abajo el Mahatma, y "mucho de lo más valioso que tienen los países surgidos de la descolonización les fue legado por los británicos y otros poderes europeos": al autor de Por qué no soy musulmán, hacer amigos progres o miramelindos se le da de miedo, sí.
Ibn Warraq, que evidentemente no se llama así –pero es que lo quieren matar los muy malos por apostatar del islam–, que es occidental no por nacimiento (allá en la India en 1947) sino por discernimiento, cree que no somos conscientes de lo graves que son las amenazas que se ciernen sobre nuestros valores fundamentales, de ahí que no pierda el tiempo con circunloquios y paños calientes y lo apueste todo a la contundencia: "La superioridad de los valores occidentales", titula el prólogo y no sé si me explico; él, divinamente:
Las grandes ideas de Occidente: el racionalismo, la autocrítica, la búsqueda desinteresada de la verdad, la separación Iglesia-Estado, el Estado de Derecho, la igualdad ante la ley, la libertad de conciencia y de expresión, los derechos humanos, la democracia liberal, son, sin duda, un logro para cualquier civilización. Este conjunto de principios sigue siendo para cualquier pueblo el mejor y quizá el único medio de vivir en libertad y rendir al máximo, con independencia de su raza o credo. Los valores occidentales –la base del palmario éxito de Occidente en lo económico, lo social, lo político, lo científico y lo cultural– son claramente superiores a cualesquiera otros que haya producido la Humanidad. Cuando los valores occidentales han sido adoptados en otros lugares, como Japón o Corea, sus ciudadanos han disfrutado de sus efectos benéficos.
[El derecho a] la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad: esta tríada define sucintamente el atractivo y la superioridad de la civilización occidental. (...) La libertad está codificada en los derechos humanos, una magnífica creación occidental pero, a mi entender, un bien universal. Los derechos humanos trascienden los valores locales o etnocéntricos, confieren igual dignidad y valor a todos los seres humanos, con independencia de su sexo, etnia, preferencia sexual o credo. (...) es en Occidente donde los derechos humanos son más respetados.
Es en Occidente donde las mujeres, las minorías raciales y religiosas se han liberado, y donde gays y lesbianas defienden y tienen reconocidos sus derechos. Las nociones de libertad y derechos humanos están presentes en la civilización occidental desde sus albores, al menos como ideales, y han acabado dando fruto mediante grandes procesos de autocrítica.
Claro que sabe Ibn Warraq que Occidente tiene también su lado oscuro, un pasado y un presente de crímenes, robos, humillaciones, abusos abominables. Pero llegados a este punto busca, compara y no encuentra algo mejor. Why the West is best. Seguro que, cuando tiene un día malo, se pone en modo Churchill y se dice que la occidental es la peor de las civilizaciones si no se tiene en cuenta a todas las demás. También podría parafrasear el memorable dictum del abate Maury: Occidente vale muy poco cuando se lo considera y mucho cuando se lo compara. Como Pascal Bruckner, encuentra absurdo y peligroso que Occidente se someta a la tiranía de la penitencia. Porque todos somos culpables de los peores desmanes; pero unos más que otros. Impagables son en este sentido las páginas que dedica a los racismos, los colonialismos, los imperialismos que en el mundo han sido. A la esclavitud, que Occidente no inventó pero sí trató de erradicar, para disgusto de los negros negreros y, cómo no, de los árabes, que entre los siglos VII y XX traficaron con 17 millones de africanos ("trató" porque no lo logró: hoy sigue habiendo esclavos; no en Europa ni en la vil América sino, por ejemplo, en el islamísimo Sudán: en 2006, el Comité para la Erradicación del Secuestro de Mujeres y Niños cifraba en al menos 40.000 el número de esclavos allí, y había documentado –con nombres y localizaciones– más de 8.000 casos). A demoler tanto "el mito de la espiritualidad oriental y el materialismo occidental" como la idea de que el mundo islámico es estricto pero virtuoso y el nuestro, la meca de la alienación y las depravaciones: "El mayor número de drogadictos no se encuentra en Nueva York sino en Pakistán, según la edición en inglés de Al Yazira"; "según un informe de Naciones Unidas, en 2005 Irán tenía la mayor tasa de drogadictos del mundo"; "la prensa iraní estimó en 2005 que cerca de 300.000 mujeres hacían la calle en el país"; "según la Organización Mundial de la Salud, Irán tiene la tercera tasa de suicidios más alta del mundo"; "se estima que 3,6 millones de millones de [paquistaníes] menores de 14 años realizan trabajos peligrosos o son explotados"; "según un reportaje publicado en el Guardian en 2010, en Pakistán cerca de un millón de personas tiene problemas con la bebida"; "entre 2000 y 2004, los medios paquistaníes reportaron más de 17.000 casos de abusos a menores, así como asesinatos, violaciones, crímenes de honor y torturas policiales a mujeres y niños"; "entre 15.000 y 20.000 trabajadores sexuales menores de edad viven en las inmediaciones de las paradas de autobús y las estaciones de ferrocarril de [la ciudad paquistaní de] Lahore"; "la prostitución infantil se encuentra extendida por toda Asia, incluidos Afganistán, Pakistán y Bangladesh; y el 95% de las meretrices adolescentes de [las ciudades paquistaníes de] Islamabad, Rawalpindi y Lahore fueron objeto de abuso sexual por parte de familiares, amigos y profesores antes de iniciarse en la prostitución". No basta, pero ya paro.
Estas páginas son una reivindicación y un llamamiento, un despliegue, una incitación. "Debemos defender nuestros valores sin ambages y sin pedir disculpas". Por nosotros, por los que nos precedieron y por los que quieren ser nuestros semblables, nuestros frères en la zona más sensible y turbulenta del planeta. (Tanta risa corrosiva con la primavera árabe... Como si en Occidente la libertad no nos hubiera costado todas las guerras y más sangre; como si en Egipto o Siria o Túnez los blogueros se merecieran las mordazas y las feministas las violaciones y los activistas por los derechos humanos las torturas; como si nos gustara verlos presos entre la espada de la barbarie islamista y el paredón de los milicos; ¡como si nos alegrara que después de lo malo venga lo peor! ¡Esas putas risas de payasones atorrantes!). Al defenderlos, al defendernos, puede que demos aliento a los liberales en el mundo islámico, "que se muestran consternados cada vez que sacrificamos nuestros principios por falta de confianza o masoquismo cultural".
En el cierre vuelvo a Bawer, pues el suyo fue impecable:
Si hubiera escrito esta pieza hace unas pocas semanas, habría urgido a los lectores a que compraran el libro de Warraq como regalo de Navidad o Janucá para la gente joven e inteligente que haya entre sus allegados. [Y aquí venía lo de Why de West is best como poderoso antídoto contra el adoctrinamiento en el autoodio que por lo común se inflige a los estudiantes]. Está bien, por Navidad ya no podrá ser; cómprenlo como regalo de cumpleaños, de graduación, de bar mitzvá. De lo que sea. Pero cómprenlo y hablen de él. Las nuevas generaciones necesitan conocer lo que se dice en estas páginas.
IBN WARRAQ: WHY THE WEST IS BEST. Encounter Books (Jackson, Tennessee, EEUU), 2011, 286 páginas.