Sin embargo, en 1932 abandonó estos relatos para concentrarse en la que llamó "literatura seria". Aquí alcanzó idéntica repercusión. André Gide era uno de sus fervorosos admiradores. Y luego de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una auténtica celebridad: las páginas de los periódicos lo trataron como a una estrella. Se hablaba de su fastuoso estilo de vida. De su intensa actividad sexual. Nunca quiso ser un santo, la verdad sea dicha. Y se hablaba, asimismo, de su impresionante ritmo de su producción: era capaz de escribir una novela en una semana.
Semejante fenómeno creativo obtuvo, de manera rápida, el reconocimiento del mundo literario: labró una obra única, de calidad sostenida, al margen de los géneros, de las modas y las escuelas literarias.
Sus seguidores tienen a la mano el libro Álbum de una vida, donde se sigue su trayectoria. Escrito por el especialista Michel Lemoine, incluye incontables fotografías (en color o en blanco y negro) a propósito de los hitos literarios y cinematográficos del escritor, así como imágenes de diversos momentos de su vida, su familia y amistades. Un libro agradable y fruitivo.
Simenon comenzó a trabajar, muy joven, como reportero de la Gazzette de Liège; después apeló al paraguas del pseudónimo para escribir novelitas de amor y, más adelante, otras con ciertos tintes eróticos. Más tarde incursionó en el género policial: creó entonces, en una sucesión de relatos, al comisario Jules Maigret. Con ese personaje nació su frenesí literario, su extraordinaria facundia. Sin quererlo (como decía Borges que se escribían las grandes obras), legó a la literatura el mito del inspector Maigret.
Un mito verdaderamente original, pues no deriva de ninguna escuela de la novela policial. En este sentido, debemos recordar que el autor de una novela de misterio debe espesar los ingredientes y las incógnitas de sus tramas, pero aclararlo todo al final para devolver el orden racional al mundo.
Hablando de números, se dice que se han vendido unos cincuenta millones de ejemplares de sus libros, y que han sido leídos por unos quinientos millones de consumidores de obras de ficción. Está traducido a las más diversas lenguas, incluido el lenguaje cinematográfico. En este sentido, probablemente el mejor intérprete del comisario Maigret siga siendo, para mi gusto, Jean Gabin, quien, con la pipa en la boca y la gabardina ajustada a la cintura, se le parecía físicamente.
Este Balzac del siglo XX creó una vastísima gama de personajes: hombres que suelen ofrecer al lector una visión nihilista y algo desesperada de la vida, vinculados a la pereza, al sexo y a los estallidos de violencia. Una cierta misericordia y un leve fatalismo envuelve a los habitantes de sus infinitas novelas, donde la zozobra y el dolor de ciertos hombres y mujeres se enmascara bajo la violencia, la soledad y otras abdicaciones del amor.
Como decía Eduardo Mallea, si el verde está hecho de amarillo y azul, en Georges Simenon el espíritu de equidad está hecho de justicia y piedad humana.