Arranca el prólogo Marzal explicando que la mayor parte de los textos proceden de la fenecida revista Quites, centrada en estudiar la relación entre la tauromaquia y las demás artes. En ese espíritu, compara al aficionado taurino con el lector; al torero con el escritor.
Llega la primera parte del libro, titulada "La razón taurina". Los autores indagan en la teoría de la tauromaquia. Quizá sea para el aficionado la sección más jugosa, aunque el lector que no sepa de toros no deberá desanimarse con el texto más técnico de Francisco Brines: también obtendrá el premio de pasajes emocionantes de José Bergamín, Caballero Bonald o Mario Vargas Llosa. Queda claro en esta sección que Sentimiento del toreo va a ser un libro sobre el arte, sobre la dimensión artística de la tauromaquia, según Unamuno la más ortodoxa de todas las bellas artes porque "prepara el alma para la contemplación de las grandes verdades".
En la segunda parte, "Zapatero a tus zapatos", son toreros como Rafael Gómez el Gallo, Ignacio Sánchez Mejías, Rafael de Paula, Luis Francisco Esplá o Antonio Bienvenida quienes demuestran ser diestros también con la pluma. Algunos, como el Gallo, con una escritura muy poco ortodoxa nos desgranan la fiesta desde dentro. "Aquel toro (...) estaba duro como una piedra del tiempo de los mamús (sic)". Otros son más rigurosos, como Sánchez Mejías, que nos deja un texto lleno de erudición y magia. En él, explica por qué Don Quijote fue el mejor de los toreros españoles y Sancho Panza el peor de los espectadores, con unos detalles que harán las delicias de cualquier aficionado a la literatura. En este libro heterodoxo, un "manual sin reglas" según dice Marzal en su brillante prólogo, "Zapatero a tus zapatos" es la sección menos encorsetada y por lo tanto más sincera.
"De frente y de perfil", la tercera parte, pinta el retrato de toreros legendarios. Rafael de Paula, Chenel o el inevitable José Tomás reciben las loas de autores como Felipe Benítez Reyes, Joaquín Sabina o Juan Luís Panero. Los autores generalmente son capaces de ofrecer una mirada única sobre personas únicas, con una sensibilidad alejada de la adulación. Dice Félix Grande sobre Chenel: "Habita sus horas como si fueran, a la vez, la primera y la última". Todo ello con la excepción de Sabina, que ejerce de forofo y amiguete del torero de Galapagar.
Morante de la Puebla dice que todas las emociones que se sienten en una vida se pueden experimentar en una tarde de toros. En "La divisa del recuerdo", cuarta y última parte, aficionados como Joaquín Vidal, el propio Marzal, Andrés Trapiello o Luis Alberto de Cuenca (intrascendentes las intervenciones de estos dos últimos) hablan de sus recuerdos relacionados con el planeta de los toros. Estamos ante la sección más irregular, y ni siquiera el texto de Vidal es de lo mejor que puede ofrecer este gran periodista. Cabe destacar las reflexiones de Francisco Brines y de Félix Grande sobre la elegancia de Joselito, "el único torero que ha leído a Séneca, y se le nota".
Del planteamiento de cualquiera estas cuatro secciones podría sacarse material suficiente para un solo volumen. Sin embargo, al ser cada una tan breve (entre 5 y 8 textos), la selección se le antoja al lector algo caprichosa. No ya por los autores que han dejado brillantes pasajes sobre la tauromaquia y que se quedan fuera: los Corrochano, Ortega y Gasset, Díaz Cañabate, Cossío, Lorca o Néstor Luján; sino porque lo anecdótico de algunos textos, como los de Trapiello y De Cuenca que aparecen hacia el final del libro, resalta más por la poca cantidad de relatos que los acompañan.
Como manual sobre la relación entre arte y toreo, tampoco es exhaustivo. Aunque la colección de ilustraciones (de Miquel Barceló, Luis Gordillo, Antonio Domenech, José Bergamín) es de gran belleza, la ausencia de los autores antes mencionados y de la relación entre toros y música, tan comentada, por ejemplo, por Manuel Román, dejan el volumen algo incompleto.
Sentimiento del toreo, en fin, es una antología valiosa para quien quiera empezar a conocer el planeta de los toros o para el que quiera rematar una colección de literatura taurina, pero no se trata de un libro indispensable, si siquiera por su cuidada edición. Más bien irregular, a ratos brillante, deja al lector a la vez satisfecho e insatisfecho. Igual, igual que una tarde de toros.
CARLOS MARZAL (ed.): SENTIMIENTO DEL TOREO. Tusquets (Barcelona), 2010, 280 páginas.