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ROMPER EL HECHIZO

¿Por qué creemos en Dios?

La cuestión religiosa ha estado presente siempre, en todas las sociedades. Y es que el hombre, desde el inicio de su andadura evolutiva, se ha planteado la existencia de Dios. A tratar este interesante pero controvertido asunto ha dedicado el filósofo Daniel Dennett su último libro, Romper el hechizo, donde confía en ofrecer una teoría omnicomprensiva sobre el origen de la religión.

La cuestión religiosa ha estado presente siempre, en todas las sociedades. Y es que el hombre, desde el inicio de su andadura evolutiva, se ha planteado la existencia de Dios. A tratar este interesante pero controvertido asunto ha dedicado el filósofo Daniel Dennett su último libro, Romper el hechizo, donde confía en ofrecer una teoría omnicomprensiva sobre el origen de la religión.
Detalle de LA CREACIÓN de Miguel Ángel.
Tal y como apunta Dennett, ser religioso suele estar bien visto debido a esa sensación de que los creyentes son personas "bien intencionadas, (...) que son serias en su deseo de no hacer el mal y que hacen enmiendas por sus transgresiones". De ahí que resulte tan difícil "romper el hechizo", el tabú de que no cabe investigar científicamente la religión como un fenómeno natural.
 
La postura que adopta Dennett desde el principio, es decir, su reconocimiento de que es un "filósofo ateo", hace que su empresa parezca estar tocada por el subjetivismo. Una declaración tan sincera nos obliga, al menos, a acoger sus conclusiones con cierta cautela. (Por supuesto, lo mismo podría decirse si hubiese confesado ser fiel de cualquier religión). Si bien reconoce que en ocasiones produce buenos ciudadanos, Dennett considera que la religión crea monstruos intolerantes, fanáticos que oprimen a sus congéneres y predican el genocidio, como es el caso de ciertas sectas musulmanas.
 
Sea como fuere, lo cierto es que hay un problema entre la religión y la ciencia, por cuanto el evolucionismo prueba que no es necesario poner a Dios en el origen de la vida. En Estados Unidos, muchos cristianos tratan de escudarse en las teorías del diseño inteligente para negar validez científica a Darwin y a sus seguidores. Lamentablemente, renegar del evolucionismo es como predicar que la Tierra es plana. Semejante posicionamiento religioso está conduciendo a la expansión de la ignorancia en las escuelas.
 
A juicio de Dennett, la religión no la inventó nadie, como probablemente tampoco hubo un creador del mundo; es fruto de la evolución cultural, como el lenguaje o la música. El lenguaje es un buen ejemplo para entender lo que estamos diciendo. Como recuerda el autor, "las transformaciones graduales que convirtieron el latín en francés, en portugués y en otras lenguas descendientes no fueron pensadas, planificadas, previstas, deseadas ni ordenadas por nadie". La propagación de la lengua y la religión siguen cauces similares. Se transmiten de padres a hijos.
 
Una de las teorías que se manejan en Romper el hechizo para explicar el éxito de la religión es la de la selección sexual directa de determinados rasgos psicológicos. "Quizás las mujeres prefirieron machos que demostraran una sensibilidad por la música y las ceremonias, característica que pudo haber aumentado progresivamente hasta convertirse en una proclividad hacia los éxtasis elaborados –escribe Dennett–. Las hembras que tuvieron esta preferencia no habrían tenido que entender por qué la tenían; pudo haber sido un simple capricho, un gusto personal ciego que las incitó a escoger. Pero si las parejas que escogieron resultaron ser no sólo mejores proveedores sino hombres muchos más fieles a la familia, estas madres y estos padres tenderían a criar muchos más hijos y nietos que el resto, y en consecuencia se propagarían tanto la sensibilidad por las ceremonias como el gusto por aquellos que amen las ceremonias".
 
Probablemente, esta teoría resulte tan peregrina como muchas otras, porque, al fin y al cabo, como decía Hume, "las primeras ideas de religión no surgieron de la contemplación de las obras de la naturaleza, sino por el interés por los hechos de la vida y los incesantes temores y esperanzas que mueven a la mente humana".
 
Asimismo, hechos como el fallecimiento de familiares pudieron tener mucho que ver con el origen de la religión. De nuevo Dennett: "Lo que parece haber evolucionado en cada lugar, ese buen truco que nos sirve para manejar una situación desesperada, consiste en una elaborada ceremonia en la que se remueve el peligroso cuerpo del entorno cotidiano, enterrándolo o quemándolo y luego se le añade la interpretación de la persistente activación de los hábitos de la perspectiva intencional en términos de la presencia invisible del agente como si fuera un espíritu, una especie de persona virtual creada por las afectadas disposiciones mentales de los sobrevivientes pero casi tan vívida y robusta como una persona viva". En la raíz de la creencia humana en los dioses encontramos un instinto fácilmente activable, el de la disposición de atribuirle "agencia" a cualquier cosa complicada que suceda, desde los truenos a la lluvia, pasando por el fuego. ¿Podrá ser éste el santo grial que tratamos de encontrar?
 
La imaginación nos incita a inventar explicaciones sobrenaturales que den sentido a los hechos inexplicables, como cuando de pequeños nos metíamos en la cama pensando en que en la oscuridad los "monstruos" no podían hacernos nada si permanecíamos acurrucados. Estas hipótesis se desechan porque carecen de la más mínima base racional, pero algunas aguantan el paso del tiempo; cuando son más sofisticadas y se repiten y repiten hasta que la gente acaba asumiéndolas.
 
En sociedades más ignorantes, las explicaciones "sobrenaturales" tuvieron que ser relativamente simples para poder propagarse con éxito. Pensemos en el Génesis. A nadie se le ocurre hoy por hoy aceptar que el mundo se creó en menos de una semana, ni que Adán y Eva fueron los primeros humanos. Aun así, se sigue enseñando en las escuelas. Cuando éramos niños creíamos que no había una verdad más indubitable que ésa, pero con el paso del tiempo nos percatamos de que era una de esas grandiosas mentiras que nos ocuparon la infancia y que, al contrario que la creencia en los Reyes Magos, no nos proporcionaban una ilusión y estimulaban nuestros buenos deseos. Simplemente, se trataba de un espejismo que debíamos creer a pie juntillas.
 
Hasta qué punto estemos dispuestos a adentrarnos en un libro como éste viene a ser tanto como decidir si queremos dejar de ser niños y no volver a creer en la serpiente y la fruta del árbol prohibido.
 
Aunque, eso sí, advierto de que el libro no colmará a quienes emprendan este camino, porque, desgraciadamente, a pesar de que contiene interesantes perlas, resulta un tanto asistemático como para ofrecer un relato contundente que permita al lector concluir que ha leído una obra que pasará a la historia. Ese libro está aún por llegar; pero los que no quieran esperar tanto pueden leer a Dennett, eso sí, con cautela para no creer todo lo allí expuesto ni practicar un escepticismo total hacia todo lo que perturbe los dogmas que sostenemos.
 
Pero si la fe nos impide aceptar que algunas de las ideas que defendemos pueden no ser ciertas, ¿para qué poner en solfa las bases profundas de nuestras creencias leyendo un libro como éste?
 
 
DANIEL DENNETT: ROMPER EL HECHIZO. Katz (Buenos Aires), 2007, 509 páginas.
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