Lo que se les critica es haber implantado, y negarse a cuestionar, un sistema de enseñanza donde todos son iguales (en la escuela pública) pero algunos más que otros (los que sólo tienen la escuela pública). El reproche es que han creado un sistema que no quieren para sus hijos y del que sólo éstos y pocos más pueden permitirse escapar.
Ricardo Moreno Castillo enseña en esa escuela pública que ha dejado de ser útil a miles de familias que no tenían otro instrumento de movilidad social que ofrecer a sus hijos. Ha conocido de primera mano las consecuencias sociales de la impostura pedagógica constructivista que comienza a implantarse en los 70 e institucionaliza el PSOE con la Logse veinte años después. La reforma que impuso el igualitarismo, suprimió todo instrumento de disciplina y, sobre todo, implantó esa modalidad única de estudios hasta los 16 años que ha significado mediocridad para muchos y fracaso para un tercio de los alumnos.
Aún hoy se dice que subir el nivel de exigencia atenta contra la igualdad porque quienes tienen padres con dinero tendrán más facilidades para el estudio. Se oculta, deliberadamente, que si se baja el nivel de exigencia sólo los que tienen padres con dinero podrán aprender lo que no se les enseñó en la escuela.
Pues bien, Moreno Castillo presentaba hace poco en Madrid una versión actualizada, corregida y ampliada de su Panfleto antipedagógico, uno de esos libros capaces de expresar con sencillez, humor y brillantez lo que muchos profesores, padres y alumnos pensamos sobre el actual estado de la enseñanza. El autor comparó en la presentación la situación de indisciplina surgida en las aulas con la que resultaría en la carretera si se sustituyeran las multas, las retiradas de carné y los policías por cursos sobre educación ciudadana, seguridad vial y feminismo o resolución de problemas al volante.
El Panfleto de Moreno Castillo no pretende ser un recetario de soluciones, sino una denuncia de los tópicos y falacias impuestos por la corrección política en la educación, como el desprestigio de la memoria y los contenidos, la subordinación del aprendizaje a la motivación y el papel de la escuela en la corrección de desigualdades (más bien, en la ocultación de las diferencias hasta los 16 años). Pero sobre todo insiste en que la indisciplina no es sólo un problema colateral, sino que niega el derecho a la educación cuando se protege a quien impide que se impartan las clases en vez de a quien quiere recibirlas.
La indisciplina no procede sólo de la pérdida de autoridad y de instrumentos de sanción, sino de tener en las mismas aulas a adolescentes de distintos intereses o que ni siquiera quieren estar ahí. El derecho a la educación, para ser efectivo, necesita unas normas de disciplina que permitan a cada alumno aprovechar al máximo el tiempo de escolarización; el derecho de un alumno a la enseñanza acaba donde interfiere con el derecho a recibirla de los demás.
El problema es qué hacer con quienes incumplen las normas sistemáticamente, o con quienes abiertamente rechazan la enseñanza que se les ofrece pero están en edad de escolarización obligatoria. Lo primero que recuerda Ricardo Moreno es que no existe una enseñanza obligatoria, sino la asistencia a clase obligatoria. Se ha dado por suficiente la presencia del niño en el recinto escolar para considerarlo escolarizado. Habría que dejar claro que la obligación es ir a clase, cumplir las normas y estudiar, y se necesitan mecanismos eficaces para obligar al cumplimiento de estos deberes.
Lo que sucede es que a partir de los 12 años la escuela no puede obligar al estudio. El autor del Panfleto antipedagógico afirma que se puede acentuar la disciplina pero que resulta más eficaz ofrecer distintas vías de formación, para que quienes de todos modos acabarán en el mundo laboral sin pasar por la universidad tengan al menos una formación que les permita aprovechar el tiempo de escolarización.
Ahora que se acerca la nueva Educación para la Ciudadanía y que, según la SER, la Atención Educativa será una alternativa al estudio del hecho religioso, este libro reivindica con toda razón la enseñanza de la filosofía y de la historia del pensamiento occidental. Esto es algo de especial importancia en una sociedad culturalmente heterogénea. También es objeto de su crítica el mito de la educación participativa, el nuevo nombre del constructivismo, que consiste en que el alumno vaya aprendiendo por sí sólo por medio del descubrimiento.
El descubrimiento, explica el Moreno Castillo, requiere un bagaje que permita cuestionarse cosas, investigar y aprender. Sin esa formación inicial, adquirida mediante la instrucción, el método es del todo inútil. "Hoy sale un alumno de la ESO con dieciséis años sabiendo menos que lo que sabía antes un alumno que dejaba la EGB a los catorce".
Volviendo a la enseñanza obligatoria y unificada, Moreno Castillo afirma que la decisión sobre si a un chico se le debe o no obligar a estudiar es falsa: "Es imposible, a partir de los doce años, obligar a estudiar a nadie". Y prosigue:
Entonces la alternativa real es muy otra. Si un alumno quiere dejar los estudios para aprender un oficio ¿se va a respetar su deseo, o se le va a mantener encerrado durante cuatro años aburrido, sin estudiar, e incordiando a los demás? Y cuando al final pueda dejar el instituto y quiera trabajar, será mano de obra sin cualificar. Si le hubieran dejado aprender un oficio, como era su deseo, llegaría más capacitado al mundo laboral.
Lo anterior recuerda a algunas de las propuestas de la reforma que propuso la derecha de Aznar, la Ley de Calidad: itinerarios de iniciación profesional como alternativa a la enseñanza académica desde los 15 años (aunque, por motivos que desconozco, llevaban al mismo título de ESO), reforzamiento de la autoridad del profesor y del papel del director, evaluaciones externas y calificaciones numéricas.
Menciono esto porque tanto el autor del Panfleto como otros muchos profesores de izquierda que rechazan la Logse insisten en que la disciplina, la exigencia y el estudio no son valores de derechas, sino que realmente, y a pesar de todo, son de izquierdas, puesto que son los que más oportunidades ofrecen, y, claro, sólo la izquierda desea esto. Aquí voy a llevarle la contraria a mi admirado escritor.
El problema fundamental es que la Logse sí es de izquierdas, y que la disciplina y el esfuerzo individual sí son valores de la derecha liberal, porque sólo el liberalismo cree en la responsabilidad y la libertad del individuo. Fue Adam Smith quien primero llamó la atención sobre la necesidad de una herramienta de transmisión cultural con independencia de las necesidades del mercado.
¿Por qué buscarle otra justificación? ¿No está acaso legitimada la derecha para hablar de educación? ¿Toda buena idea en educación tiene que ser de izquierdas? ¿No se puede decir que, después de tanto progresismo y tanta igualdad, los liberales y los conservadores tienen más que derecho a hablar de la materia?
No es que la Logse no fuera verdaderamente de izquierdas, sino que la izquierda ha sido incapaz de gestionar la enseñanza para quienes menos tienen, y sólo la derecha les ofrece alternativas reales de formación de calidad. Creo que quienes defienden el papel central del individuo, y por tanto las evaluaciones externas y los incentivos al estudio, tienen que tener la oportunidad de aportar algo a la enseñanza, como hubiera hecho el PP si Zapatero no hubiera derogado por decreto la Ley de Calidad.
En cualquier caso, estamos de acuerdo en que es falso aquello de: "La Logse era buena en sí, pero no se ha sabido aplicar". La Logse era mala, y lo fue previsiblemente porque se sabía de sus resultados en otros países cuando se aplicó. De ahí la gravedad de la LOE, una reforma que no reforma nada, precisamente por lo malo que es lo que no reforma. El Panfleto antipedagógico es una llamada de atención necesaria para quienes nada tienen que ver con la enseñanza. Es un referente para quienes sufren cada día la utopía igualitaria. Y es, para todos, un seguro entretenimiento.
RICARDO MORENO CASTILLO: PANFLETO ANTIPEDAGÓGICO. Leqtor (Barcelona), 2006; 160 páginas.
ÁLVARO VERMOET HIDALGO, presidente de la Unión Democrática de Estudiantes.