Durante el siglo XX, los norteamericanos superaron la Gran Depresión, pelearon en la Segunda Guerra Mundial, salvaron a Europa de los totalitarismos fascistas y estalinistas, contuvieron a la antigua Unión Soviética y ayudaron a europeos, japoneses y surcoreanos a alcanzar niveles inimaginables de prosperidad y libertad. Sin embargo, el 11-S demostró la existencia de unos enemigos dispuestos a acabar con la democracia estadounidense y con la libertad en todo el mundo.
Newt Gingrich asegura que esta amenaza a la seguridad mundial, y particularmente a la norteamericana, pervive gracias a que los gobiernos democráticos continúan operando bajo una burocracia política y funcionarial ubicada en tiempos de paz y no de guerra; un sistema demasiado preocupado por lo que diga la escéptica Europa y la ineficiente y corrupta Organización de Naciones Unidas. Desde los años 60 es visible –según Gingrich– la intimidación y tergiversación del ideario conservador por parte de unas elites ligadas a las izquierdas y al sistema de valores socialista.
El acercamiento historicista de Gingrich a la actual situación política y social norteamericana ayuda a comprender objetivamente las raíces y la evolución de los reclamos del pensamiento conservador en el seno del Partido Republicano. Bajo el ejemplo de figuras clave de dicha formación, como Thomas Jefferson, James Madison, Abraham Lincoln, Theodore Roosevelt o Ronald Reagan, Gingrich expone los modos en que el pueblo norteamericano se identifica con el ideario conservador y las razones del éxito del "Contrato con América". Tras dos triunfos presidenciales al calor de dicho ideario, todavía hay una necesaria labor que llevar a cabo.
El impulso de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes permitió varias cosas; por ejemplo, las que siguen: una sustancial bajada de impuestos, la paulatina sustitución de un sistema de dependencia gubernamental por otro de esfuerzo y oportunidad individual, el primer equilibrio presupuestario desde los años 20, la puesta en marcha de auditorías externas e independientes que supervisaran las labores de la Cámara y el reforzamiento de la seguridad nacional mediante un mayor apoyo a los servicios de inteligencia y al ejército.
Una década después, Gingrich considera importante detallar en Winning the future las cinco grandes amenazas a que se enfrenta EEUU: 1) que el terrorismo islámico y las dictaduras corruptas de algunos países adquieran y utilicen armas nucleares o biológicas; 2) que la idea de Dios y la religiosidad se silencien o reduzcan en la vida pública norteamericana; 3) que el país pierda su sentido patriótico; 4) que la supremacía económica estadounidense ceda ante China o India debido al debilitamiento de la educación y del liderazgo tecnológico y científico; 5) que el sistema de la Seguridad Social y otros programas gubernamentales acaben colapsados por la negativa a privatizar una parte de ellos.
Las expuestas por Gingrich en Winning the future son ideas bien reflexionadas, meditadas y argumentadas. Aunque retirado de la política activa, Gingrich es una de esas voces del ala conservadora que deben tenerse muy en cuenta, en especial en los actuales momentos de la vida política norteamericana.
Gingrich reconoce que el objetivo de su libro es favorecer el futuro de la democracia norteamericana y el auténtico respeto a su Constitución, la primera –no lo olvidemos– verdaderamente democrática y liberal en la historia de la humanidad. Son ideas que, más allá de partidismos, se apoyan en el principio rector y básico de la Declaración de Independencia: "... que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad".
Acompañado de interesantes apéndices y notas, Winning the future repasa algunas de las cuestiones más relevantes de la vida política norteamericana. Como buen analista, Gingrich plantea los problemas e indica las soluciones. Asegura que los norteamericanos deben unirse en la defensa de la libertad y en alcanzar la derrota del totalitarismo terrorista y de las tiranías que desean acabar con EEUU. Reclama la centralidad de la religiosidad incluyente e innata en la democracia norteamericana. Insiste en la importancia de una inmigración y una educación que entienda y apoye los valores básicos de la libertad, las raíces de la nación estadounidense, su historia y sus conceptos. Sugiere la transformación y mejora de las instituciones nacionales bajo el impulso de la ciencia y la tecnología como forma de crear empleo y riqueza.
Cada una de estas propuestas se sintetizan en lo que Gingrich denomina Contrato con América para el siglo XXI, que está en la base de buena parte del actual conservadurismo norteamericano. Uno podrá estar o no de acuerdo con ellas: algunas serán más o menos polémicas que otras, pero en todas es incuestionable el espíritu noblemente democrático de su promotor. Especialmente recomendables para el lector español son las páginas donde se trata de la defensa de los valores judeocristianos innatos en Estados Unidos y en la civilización occidental (capítulo 3), las ideas sobre la "emigración patriótica" (capítulo 5) y la educación (capítulo 6).
Este libro muestra el error de despreciar directamente –y sin conocerlos siquiera– los valores conservadores. Son los que la gran mayoría del pueblo norteamericano comparte. Son también los que, en España, muchos ciudadanos quisieran ver puestos en práctica, en contraposición al sectarismo secesionista aliado con las izquierdas que niegan permanentemente la historia, la reinventan y la manipulan. En estos momentos de inquietud ideológica, el libro de Gingrich aclara muchas cosas. Y, lo más importante, abre el debate en la siempre necesaria batalla de las ideas.