Su literatura contemporánea no es una excepción a este general desconocimiento. Hay escritores indios –o de origen indio–, como Arundathi Roy, Vikram Seth, Anita Nair, Salman Rushdie o V. S. Naipaul, que gozan de bastante popularidad entre nosotros, pero ¿quién conoce, por ejemplo, a Manik Bandopadhyay o a unos cuantos de los autores citados en esta lista? (Por cierto, Bandopahyay, un escritor muy leído en su país, fue el padre de la moderna ficción bengalí, escribió cuarenta y dos novelas y más de doscientos cuentos. Y sí, claro que lo he tenido que consultar en la lista).
Sin embargo, parece que la situación está cambiando: el despegue económico de la India, unido al interés que despierta este país, ha posibilitado que en los últimos años las obras de muchos más representantes de su literatura lleguen hasta nuestras librerías, especialmente las de aquellos que escriben en inglés. Un ejemplo es la autora que hoy nos ocupa.
Bulbul Sharma es una escritora atípica. Pese a que se licenció en Literatura Rusa, no dio sus primeros pasos profesionales en el campo de las letras, sino en el de la pintura, en un complejo para artistas de Delhi llamado Gawri. Mientras pintaba retratos allí, los modelos le solían contar sus vidas, a menudo extraordinarias y terribles. Sharma atesoraba estas historias y en una ocasión, cuando trabajaba como ilustradora para un libro infantil, le contó algunas de ellas al editor del mismo. Impresionado, éste le sugirió que las escribiera, y así comenzó su carrera literaria, que sigue compaginando con la pintura y la ilustración.
Su método de escritura tiene mucho en común con estas disciplinas: nuestra autora escribe de forma espontánea, viva, sin pararse a hacer correcciones (únicamente las de ortografía y gramática) y sin una compleja estructura que sustente sus historias, frescas, brillantes, llenas de colorido y movimiento. Narra como si diera pequeños brochazos, aplicando destellos de luz o una tonalidad más viva allí donde desea atraer nuestra atención sobre un detalle, y evitando todo barroquismo. Formas simples, una o dos únicas figuras, colores vibrantes –a veces sorprendentes– y una ejecución rápida son las claves de su estilo pictórico; historias sencillas, pocos personajes, descripciones precisas y sin elementos superfluos, gusto por introducir una nota de humor cuando sea posible , y una acción bien trabada caracterizan su escritura. Tal vez esta forma de escribir sea más adecuada para el relato breve que para la novela; eso explica en parte por qué Bulbul Sharma se ha dedicado, sobre todo, al cuento.
Un libro de cuentos, precisamente, es el que Nocturna Ediciones ha escogido para presentar a esta escritora en el mundo hispano. En Mis santas tías se recogen ocho relatos sobre mujeres indias: niñas, jóvenes o ancianas; solteras, casadas o viudas; felices o desgraciadas; amables o severas... Lo que todas ellas tienen en común en estas historias es que un viaje (a menudo en tren) cambiará, mucho o poco, sus vidas. Algunos cuentos tienen lugar durante la época del Raj, otros durante la época actual y varios son intemporales: podrían haber ocurrido hace 100 años o anteayer, pues pese al imparable crecimiento y a la modernización, perviven en el país usos y tradiciones profundamente arraigados, como podremos comprobar en esta obra.
La cuidada traducción de Marta Torres Llopis y la ayuda de un glosario de términos en hindi al final del libro contribuyen a que podamos comprender mejor estas historias, llenas de detalles exóticos pero, al mismo tiempo, universales: quién no conoce a una de esas clásicas matronas que gobiernan a toda la familia con puño de hierro ("El Yatra a Londres de Mayadevi"). Cómo olvidar la emoción –y los problemas– del primer viaje, cuando se descubre un mundo nuevo, lejos del control paterno ("Desembarco en Bishtupur"). Y quién no tiene una tía, prima o pariente de cierta edad cuya máxima afición es contar, con el mayor lujo de detalles, todos y cada uno de los achaques reales o imaginarios que padece ("Las tías y sus dolencias").
El tono de las historias es casi siempre alegre y optimista, como en los tres relatos citados. Quizá el único algo más triste y melancólico sea "Las pruebas de una tía alta", si bien en varios de los cuentos se nos muestra la existencia de ciertas tradiciones indefendibles, muchas de las cuales aún perduran: bodas infantiles, niñas que enviudan y se ven condenadas a permanecer en ese estado durante el resto de su vida, mujeres prácticamente vendidas en matrimonio... Con todo, la autora se esfuerza por mostrarnos cómo la fuerza, el valor y la tenacidad de sus protagonistas logran que éstas salgan adelante hasta en las más adversas circunstancias.
Pese a que el protagonismo se lo lleven las damas, no estamos ante un libro feminista, ni los hombres son presentados como el villano del cuento o el enemigo que derrotar; todo lo contario. Hay numerosos personajes masculinos, la mayoría de ellos muy positivos, aunque secundarios. Sólo uno de los textos, "Las primeras vacaciones de R. C.", está protagonizado por un hombre: un severo e insufriblemente estricto padre de familia, que decide –cual Phileas Fogg que emprende la vuelta al mundo– llevar a sus sumisas madre, esposa e hija de viaje. Pese a que el cuento nos explica los sorprendentes efectos que las vacaciones operan en el trío femenino, la clave de la historia está en el propio R. C. y en el cambio que experimentan él y su exacta, monótona y tediosa forma de ver la vida durante ese viaje.
Mis santas tías es, en suma, una muy recomendable colección de cuentos que nos abre una ventana al mundo de las mujeres de la India, que nos traslada durante unas horas a ese inmenso, exótico y misterioso país. Bulbul Sharma no aspira a que este viaje suponga un gran cambio en nuestras vidas, como les ocurre a sus protagonistas, pero consigue que volvamos de él con una sonrisa y deseando saber más de la India y de sus gentes.
BULBUL SHARMA: MIS SANTAS TÍAS. Nocturna Ediciones (Madrid), 2011, 256 páginas. Traducción de Marta Torres Llopis.