Fue este francés quien, tras viajar a los Estados Unidos de América, comprendió que aquella sociedad era realmente democrática porque defendía la igualdad ante la ley y la libertad política en un marco constitucional donde a cada cual se le reconocía el derecho a buscar su propia felicidad.
Frente a la pretensión izquierdista de que "en materia de gobierno la mayoría de un pueblo tiene derecho a hacerlo todo", el autor de La democracia en América afirma que esta idea es claramente "impía y detestable", puesto que conduce a la "tiranía de la mayoría". Es preciso recordar que ningún pueblo es infalible, y mucho menos sus políticos.
Como acertadamente señala nuestro autor, si pudiéramos conocer todo lo que afecta a la consecución de nuestros deseos, presentes y futuros, existirían pocos argumentos en favor de la libertad. La libertad es esencial para dar cabida a lo imprevisible e impronosticable; la necesitamos, porque hemos aprendido a esperar de ella la oportunidad de llevar a cabo muchos de nuestros objetivos.
Sin embargo, a pesar de la lógica de sus palabras, actualmente asistimos a una época en que el Poder se extiende por todas partes, regulándolo todo y multiplicando los derechos "sociales", anulando así el escaso respeto por el individuo que nos quedaba. Previendo semejante panorama, Tocqueville llegaría a decir:
"Cada día se hace menos útil y más raro el uso del libre albedrío; el poder circunscribe así la acción de la voluntad a un espacio cada vez menor y arrebata poco a poco a los ciudadanos su propio uso".
Dado el panorama que nos rodea, la libertad es como un islote en medio del mar. Tan pequeño como vasto el horizonte. El agua lo cubre todo, y la tierra es apenas un accidente del ecosistema. La sociedad, por su parte, se ha convertido en una masa amorfa que no piensa por sí misma y vive sumida en el consenso, canjeando día a día seguridad por independencia. Un pesimismo similar a éste fue el que le hizo a Tocqueville preocuparse por lo que vendría tras su muerte. Como Casandra, advirtió de los peligros que acechaban a la civilización, y sus predicciones acabaron por cumplirse.
Desgraciadamente, en el libro que comentamos encontrarán poco de lo que les hemos comentado anteriormente. Esta antología es más bien una colección de retales que no ofrece un repaso concienzudo de las ideas de este autor. Lo más curioso, aparte del elevado precio de la obra, teniendo en cuenta lo que aporta, es la inclusión de un estudio sin ningún tipo de ligazón con los textos seleccionados.
Quizás lo único de este libro que mueva a comprarlo sea la inclusión de su discurso de ingreso en la Academia, donde pueden hallarse algunas perlas sobre la Revolución Francesa que inoculan contra las ponzoñosas palabras de Zapatero en el 75 aniversario de la proclamación de la II República: "Muchos de los objetivos y de las grandes aspiraciones" de aquel "período de sueños y lágrimas" están hoy en "plena vigencia", y con un "alto" grado de desarrollo (sic).
En fin, estamos ante un libro prescindible de un autor imprescindible. Curiosa contradicción…