"2005 será recordado, bien como el año que vivimos peligrosamente o bien como el año en que la nación más antigua de Europa y, con ella, las libertades de los españoles comenzaron a descomponerse. (...) no es extraño que Libertad Digital haya tenido (…) en 2005 sus mejores resultados de audiencia. Sin embargo (…) cambiaríamos el éxito de nuestro diario por una larga racha de buenas noticias para España y las libertades de los españoles. Entre otras cosas, porque Libertad Digital nació con la expresa vocación de defenderlas".
Uno de los asuntos que ya protagonizaron el anuario de 2004 y que repiten en el de 2005 es el atentado del 11-M, puesto que aún perviven sus perniciosos efectos y los agujeros negros siguen sin aclararse. Federico Jiménez Losantos recuerda que, doscientos muertos mediante, se produjo "una victoria electoral en la que no creía nadie"; "se trata de la mayor victoria del terrorismo de Occidente", y, "también, del mayor fracaso de la opinión pública española en la democracia, cuando mayoritariamente le echó la culpa del atentado al Gobierno en vez de a los terroristas".
Por su parte, el único investigador que, exceptuando a Fernando Múgica, ha refutado la versión oficial del atentado, Luis del Pino, hace un repaso de lo que se sabe y de lo que se nos ha ocultado: "las dos mochilas encontradas en las estaciones parecen simples señuelos, (...) la famosa mochila de Vallecas jamás estuvo en los trenes de la muerte, (...) muchos de los implicados en la trama estaban siendo grabados antes de la masacre, (...) los explosivos y detonadores de los señuelos fueron suministrados por confidentes policiales, (...) al menos dos de los terroristas pasaron por comisaría seis días antes de los atentados, (...) la grabación de las conversaciones de El Chino se interrumpió el mismo 12-M…"
A resultas del triunfo electoral, y con un ZP henchido de orgullo y de radicalismo izquierdista, hemos comprobado que su verdadero propósito era cambiar el régimen constitucional a través del Estatut. En este sentido, Alberto Recarte realiza una disección letal de esa "constitución que separa a Cataluña del resto de España y define a España, sin que los españoles hayan tenido ocasión de pronunciarse, como un Estado plurinacional con características de confederación". Asimismo, denuncia que el texto del nuevo Estatut "consagra el gasto público como panacea para resolver todos los posibles problemas económicos". "El estado catalán será proteccionista (…) El orden económico que propone tiene una fortísima carga intervencionista, al tiempo que se manifiesta una profunda desconfianza hacia el libre mercado y un aborrecimiento notable a cualquier política liberalizadora".
En este último año, junto con estos dos terribles asuntos, se ha colado un tercero de gran calado. Desde aquella infame reunión en Perpiñán en la que Carod Rovira pactó que ETA no asesinara o hiciera estallar bombas en Cataluña, el fantasma del diálogo se ha instalado permanentemente en la vida política. Pues bien, al final ha resultado que el Gobierno ha negociado con ETA y, probablemente, pactado la entrega de Navarra. Ignacio Villa lo resumía así esta semana:
"Un mes, sólo un mes, ha sido suficiente para ver de cerca lo que se nos viene encima. Del pacto hemos pasado a la cesión y ahora estamos ya en el descontrol absoluto. Es triste observar cómo se rinde un gobierno democrático".
Anticipándose a este análisis, José García Domínguez, en otro gran artículo de esta antología, captaba con ironía lo que se avecinaba:
"Ocho años seguidos de victoria en victoria, hasta la derrota final; hasta ahora mismo, cuando, cautivo y desarmado el ejército constitucional, la tropa secesionista se apresta a alcanzar sus últimos objetivos. Porque la guerra casi ha terminado. Y la ETA está a punto de ganarla".
Aun cuando parece que nada puede empeorar –aunque todo es posible con el Gobierno que padecemos–, también hay ocasión para tomarse a chanza lo que sucede. Así, Pablo Molina, en una columna memorable reproducida en este anuario, describe uno de los principios mediáticos progresistas por excelencia:
"Si hay una manifestación masiva en defensa de valores ante los que la izquierda reacciona como si a Superman le ofrecieran kriptonita o a Sabina agua mineral, se silencia en todas las televisiones evitando cualquier conexión en directo".
Fernando Díaz Villanueva también arranca unas cuantas carcajadas, al plantear abiertamente que lo que necesita el cine español es un impuesto similar al que los antiglobalización defienden para las transacciones financieras:
"La tasa Bardem mataría dos pájaros de un tiro. Por un lado, haría de nuestro cine un gigante financiero. No habría producción que se le resistiese y, con algo de suerte y un poquito de talento, la gente volvería resignada a las salas. Por otro, la cultura española florecería en un nuevo siglo de oro, en una Arcadia carpetovetónica libre de los malignos influjos yanquis y de su odiosa colonización cultural".
A lo largo de estas 420 páginas podrán encontrar, asimismo, análisis firmados por columnistas tan reputados como Pío Moa, Cristina Losada, Juan Carlos Girauta o Carlos Rodríguez Braun, o de autores en auge como Daniel Rodríguez Herrera o Gabriel Calzada.
La combinación de coraje y pasión por la libertad que rezuma cada una de sus páginas hace de este anuario una rara avis entre los de su género. Ahora bien, sólo cabe recomendárselo a aquellas personas que, como dijo Jefferson, no temen a las verdades. De lo contrario, es preferible que sigan viviendo en Matrix.