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"... PERO YO PREFIERO LEER"

Las trivialidades de Logan Pearsall Smith

Logan Pearsall Smith (Millville, New Jersey, 18 octubre 1865 – Londres, 2 marzo 1946) nació en una familia cuáquera de la zona de Filadelfia en la que abundaban los escritores y los predicadores. A pesar del peso de la figura del padre, la casa era una especie de matriarcado religioso en el que Logan era el único hijo varón y se hacía llamar, volterianamente, Ye Cynic ("El Cínico").


	Logan Pearsall Smith (Millville, New Jersey, 18 octubre 1865 – Londres, 2 marzo 1946) nació en una familia cuáquera de la zona de Filadelfia en la que abundaban los escritores y los predicadores. A pesar del peso de la figura del padre, la casa era una especie de matriarcado religioso en el que Logan era el único hijo varón y se hacía llamar, volterianamente, Ye Cynic ("El Cínico").

En cierto modo misógino, no se casó jamás, al contrario que sus dos hermanas: Alys, con el filósofo Bertrand Russell, y Mary, con el historiador del arte Bernard Berenson. O quizá sí se casó: con Europa, su cultura y su forma civilizada de vida.

Todavía en los Estados Unidos, estudió en Haverford College y durante un año en Harvard College, se hizo amigo de Whitman poco antes de que muriera (lo cuenta en algunas cartas y en su autobiografía: Unforgotten Years, 1938) y, cuando la familia se trasladó a Inglaterra, acabó graduándose en el Balliol College de Oxford. A partir de entonces no salió de Europa: adquirió la nacionalidad británica en 1913 y llevó una vida bastante rutinaria entre su imponente casa del barrio londinense de Chelsea y Big Chilling, una mansión estilo Tudor en plena campiña, provista de una impresionante biblioteca. Entre sus autores favoritos estaban Bossuet, Catulo, Carlyle, Pascal, Ovidio...

Es conocida su afirmación borgiana: "People say that life is the thing, but I prefer reading".

Logan Pearsall Smith nunca tuvo la pretensión de considerarse un escritor importante, pero trabajó de forma continua y minuciosa en los temas que más le interesaban: unas anotaciones inesperadamente inteligentes y hermosas que llamó "trivialidades" y su devoción por la lengua inglesa. Fue un outsider, un espectador, un flâneur, siempre al margen de la corriente de la vida, sin otra guía que la elegancia, el sentido común y la buena fe.

Era alto, encorvado como una caña y con un rostro agudo, miope y aguileño. Hasta cumplidos los cincuenta no tuvo una posición económica desahogada (vivía con 300 libras al año), pero entonces ejerció el mecenazgo al tomar como secretarios a jóvenes de talento, como Cyril Connolly, que siempre le estuvo agradecido por ello y sobre el que ejerció gran influencia. La crítica ha señalado la huella de Logan en el Orlando de Virginia Woolf, que al parecer lo retrató como Nick Greene/Sir Nicholas Greene (Whitworth, Review of English Studies, 2004), algo que no extraña, ya que Orlando (traducido por Borges al castellano) es un roman à clef por el que pululan muchos de los literatos ingleses de la época.   

Este libro impecablemente traducido por Héctor Blanco Uría recoge la totalidad de sus prosas poéticas, epigramas y aforismos, es decir, All Trivia, una obra que descubrí en los años 80 en alguna página de Valéry Larbaud y que siempre me ha acompañado desde entonces. Recuerdo vagamente haber traducido en aquella época algunas trivialidades que se publicaron en un par de revistas de provincia y en la antología Poesía inglesa del siglo XX editada por García Martín en Llibros del Pexe (1993).

Los textos de Trivia empieza a redactarlos muy pronto, pero la primera vez que los publica –300 ejemplares a su costa– es en 1902. Tiene 37 años y el libro cosecha un rotundo fracaso. La decepción le dura varios años, hasta que decide sacar una nueva edición corregida y aumentada en la editorial Doubleday (1918). Más tarde publicará More Trivia (1922), se dedicará al aforismo con Afterthoughts (1931) y acabará recogiendo todo ese material en 1933 en dos libros: All Trivia y Last Words. Esta obra, que fue paciente y lentamente elaborada durante años, es hoy una obra de culto y sus ensayos en miniatura, frágiles, impecablemente cortados y extravagantes, tienen un puñado de incondicionales que los consideran, que los consideramos, parte de sus, de nuestras vidas. Los devotos de Logan estamos dispuestos a pagar 1,59 euros por bajarnos una aplicación al iPhone llamada Logan Pearsall Smith Quotes, o nos agrupamos en torno a cierta hermandad secreta de aire stevensoniano de la que tan sólo diré el nombre: Suicide Club.

El gran amor de Logan Pearsall Smith fue la lengua inglesa, de la que fue "árbitro de elegancia" –estiloso pero no amanerado, sin pedantería–. Estos libros –así como los ensayos de crítica literaria– tienen menos interés para el lector común, pero hay uno que sigue conservando toda su esplendorosa y excéntrica poesía: Four Words. Romantic, Originality, Creative, Genius (1924). Como diría Juan Bonilla, ese lo tengo en mi biblioteca, y recuerdo haber comprado también la primera edición de Unforgotten Years (Clarendon, 1938), que es una obra seguramente llena de falsedades pero muy entretenida.

Logan Pearsall Smith fue un hombre rutinario y un escritor aficionado, una especie de Larbaud anglosajón, un hombre de letras solitario y maniático que afirmaba que el sexo y la religión eran dos placeres absurdos pero deliciosos. Fue escéptico y romántico hasta el final, y nunca se libró de ser un maniaco-depresivo que pasaba de la euforia al fatalismo en un instante, algo que apenas se trasluce en su literatura pero que está presente en su correspondencia, inusualmente histérica en algunos momentos. Tanto en sus maneras como en su obra combinó ironía y discreción, y tuvo la rara habilidad de verter mercurio en copas de champán con un estilo impecable. Vivió la vida como le dio la gana, los inviernos en Venecia, marzo y abril en Settignano, un par de semanas encerrado en la biblioteca del Museo Británico, el resto del tiempo entre la casa de Chelsea y la mansión de Sussex, a tiempo para ver florecer las buddleias. Fue un tipo políticamente incorrecto que para su fortuna murió cuando el mundo empezaba a castigar la libertad de vivir a su modo.

Por primera vez el lector español tiene la obra literaria completa de Logan Pearsall Smith entre las manos (dejando aparte la autobiografía). Esta fuente de placer inagotable viene además de la mano de Héctor Blanco Uría, que ha hecho una traducción imposible de mejorar, llena de aciertos y matices afortunados. Este libro es desde ya a joy forever.

 

LOGAN PEARSALL SMITH: TODAS LAS TRIVIALIDADES. Trabe (Oviedo), 2010, 197 páginas. Traducción de Héctor Blanco Uría.

EMILIO QUINTANA, filólogo y escritor.

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