
La composición de esta obra se la debemos a su compañero de trabajo en la editorial Einaudi, además de espléndido novelista, Italo Calvino, que ordenó siguiendo los materiales que el propio Pavese había reunido con el título Escritos literarios, en enero del 49, aproximadamente un año antes de su suicidio.
Tres son, según Calvino, los aspectos fundamentales sobre los que se ha ordenado el libro, que corresponden a los tres asuntos clave de una generación literaria italiana de la que Pavese es el número uno. En primer lugar, aparecen todos los ensayos sobre la literatura norteamericana, que son todo un revulsivo contra el asfixiante ambiente italiano de entreguerras. Pavese fue determinante, especialmente con su labor de traducción de los americanos al italiano, para transformar la cultura literaria de su país y, seguramente, su cultura política. El segundo ámbito de estos ensayos gira en torno a las vinculaciones entre literatura y sociedad, especialmente sobre el compromiso político del escritor. Y, en tercer lugar, la reflexión y profundización sobre la naturaleza de la escritura a partir del descubrimiento de otros campos no literarios; la etnología y, más concretamente, la investigación sobre el mito parece que ocuparon buena parte de la tarea de Pavese.

A Pavese se le podría aplicar la fórmula, la magistral manera de ensayar, que él usó con Whitman. Sí, sí, Pavese también vivió obsesionado por su misión, por su única misión, ser escritor. Poeta. Este libro es la mejor muestra de que, según sus palabras, hizo poesía del quehacer poético. Hizo escritura, grandiosa escritura, de la propia faena de escribir. Frustrada a veces, y en ocasiones genial, pero siempre brutalmente auténtica tanto en el fracaso como en el éxito. Es su "mal de oficio", su frustración. La palabra le puede. Lo vence. La persona desfallece. El escritor, sin embargo, es inmortal. Merced a esa caída y, sobre todo, a ese resurgimiento, Pavese consigue describirnos con tanta melancolía como verdad el límite de la escritura, de lo humano, el suyo entraña siempre una norma:
Lo que se quiere y no se puede expresar es pecado. Peor: es futilidad. Se le consiente sólo este perdón: el recuerdo. A través del recuerdo, lo que era inhumano y bestial puede acaso rescatarse y emitir un sonido de clara razón. Mas justamente al convertirse en recuerdo cesa de ser turgencia del sentido.
Y, sin embargo, hay un recuerdo, "un solo documento nos interesa siempre y resulta nuevo: lo que sabíamos de niños". La infancia, territorio sagrado de la literatura y de la vida, nos salva. La infancia. Allí "éramos algo muy distinto. Pequeños brutos inconscientes, la realidad nos acogía como acoge a semillas y piedras". La edad de la inocencia nos salva. "La tentación de volver a alcanzar con innatural abrazo el universo preinfantil de las cosas, es el pecado".
Silencio. Un gesto. Releamos a Pavese con respeto. Como si estuviéramos en Misa.