Esta novela se centra en la obsesión de los ecologistas por implantar su agenda como sea. En Estado de Miedo, una asociación tipo Greenpeace decide atemorizar a la gente haciendo coincidir un congreso sobre cambio climático con una serie de atentados ecoterroristas. Ante esa situación caótica, el profesor Kenner, con la ayuda de su asistente y otros personajes, intenta impedir que la barbarie terrorista acabe con la vida de inocentes.
Pero esta obra no se limita a desarrollar una historia trepidante, también ofrece una refutación detallada de las ideas comúnmente aceptadas acerca del medio ambiente.
Entre las cuestiones que se abordan en el libro, la principal es el calentamiento de la Tierra. Crichton reconoce que la temperatura media del planeta ha experimentado un leve incremento desde 1978 del 0,08ºC por década. Asimismo, explica que no se ha producido ninguno de los efectos que los promotores del Protocolo de Kioto y los ecologistas en general predecían. Por ejemplo, la Antártida y Groenlandia no se están calentando, sino todo lo contrario (el descenso ha sido de 2,2ºC). Y el número de especies animales tampoco ha sufrido una reducción sustancial, máxime porque no hay forma de calcular cuántas existen.
Ante estas revelaciones, el lector se siente realmente engañado. Si no hay que preocuparse por el calentamiento de la Tierra, más de uno se preguntará para qué sirve Kioto. Como recuerda el autor de Parque Jurásico, dicho protocolo se basa en modelos de simulación matemáticos que hacen predicciones que no se han cumplido. En cualquier caso, su éxito es más que dudoso porque, a lo sumo, en cincuenta años la temperatura del planeta únicamente se reduciría en un 0,02ºC.
Junto con este provocativo análisis, el autor se adentra en otros asuntos, entre los que destacan los perjuicios causados por la prohibición del DDT; al decir de Crichton, "ha matado más personas que Hitler, y el movimiento ecologista presionó mucho para conseguirla".
Entiendo que cuesta digerir estas ideas, pero es preferible salir de la caverna a permanecer en ella por no contrariar al pensamiento único. La lección que nos depara esta novela podría ser ésta: "La actual preocupación casi histérica por la seguridad es, en el mejor de los casos, un derroche de recursos y un obstáculo para el espíritu humano y, en el peor de los casos, una invitación al totalitarismo".
Evidentemente, el medio ambiente es un bien que debemos proteger, pero en ningún caso podemos olvidar que nuestro deber es preservar la vida del hombre. Si nos dedicamos a aceptar acríticamente cualquier mensaje procedente de medios ecologistas es probable que estemos poniendo en peligro el bienestar social. En cualquier caso, jugar a ser dioses y a controlar el medio ambiente es tanto como creer que se puede crear un hombre nuevo o desterrar definitivamente el crimen. La utopía ecologista, como la socialista, es un paso atrás en la civilización.
Y tanto es así que, no hace mucho, un famoso ecologista tuvo el coraje de desvelar la agenda oculta del ecologismo: "Hasta el momento en que el homo sapiens decida reintegrarse a la naturaleza, algunos de nosotros sólo podemos esperar que aparezca el virus adecuado".
Si usted es de esas personas sensatas que no quieren que los cocodrilos lo devoren o que la malaria acabe con su vida, entonces nada más recomendable que inocularse contra el endiosamiento de la naturaleza. Para lo cual puede empezar leyendo Estado de Miedo. No le defraudará.